Ariel caminó unos pasos hasta estar frente a frente con Roberto Medina, quien frunció el ceño, no esperaba semejante reacción, no cuando los otros hombres lo apuntaban, esperaba verlo palidecer, verlo débil, pero pensó que ese hombre no era humano, parecía no temer ni a la misma muerte
—¡¿Qué esperas, Robertito?! ¡Vamos, dispara! ¡Boom! —exclamó—. ¡Mátame de una maldita vez y por todas! ¿Vas a disparar? —dijo y tomó el arma junto a él, para que lo apuntara con más fuerza, pues Roberto temblaba, su temple se volvió débil, ahora dudaba, ahora Ariel pudo ver el miedo que lo invadía en sus oscuros ojos
—¿Qué haces? —susurró
—¡Mátame! Quiero ver que eres un hombre, y no este pusilánime que me asquea, ¡Vamos, mátame! ¡Dispara, maldición! ¡Ten valor por una vez en tu vida! ¡Mátame! Acaba con t
