Meissa abrió los ojos cuando los rayos de sol entraban por la ventana iluminando todo, Ari estaba ahí, sus cuerpos entrelazados, en la diminuta cama, pero no les importaba, eran tan felices en el mundo, ella acarició su perfecto rostro, sus dedos dibujaron sus rasgos, su nariz recta, sus labios gruesos y pálidos, sus mejillas, su frente, tocó incluso sus grandes y rizadas pestañas, su cabello color azabache, sonrió al pensar que ese hombre era todo suyo, y ella también era suya, era un sentimiento posesivo, tal vez, pero también amoroso, esa seguridad de que había una persona en el mundo a la que pertenecía, a la que podía llamar hogar, besó su frente con dulzura, y él abrió los ojos
—Te amo —dijo ella, y una sonrisa se grabó en el rostro de Ariel que la abrazó más a su cuerpo
—Meissa, m
