El cumpleaños de Abby

887 Words
– Ven, déjame ayudarte.– dijo Edmund, dándole la mano a Abby para ayudarla a subir la pequeña escalerilla de la cubierta del barco. Al subir, los ojos de Abby se abrieron de par en par. Era hermoso. En el medio de todo, se encontraba una mesa grande, con una rosa roja solitaria, una vela encendida y dos platos grandes tapados con sus respectivos tenedores y cuchillos. Pero lo que más le gustó fueron las bombillas amarillas colgando por encima. Parecía como si las estrellas bajaron hasta posarse unos metros por encima de sus cabezas, y era... Sencillamente hermoso. Ella amaba las cosas así. Hermosas pero sencillas. Porque en lo sencillo, estaba la grandeza. Edmund la invitó a sentarse, y eso ella hizo, para luego rodearla y sentarse frente a ella. Debía admitir que se encontraba nerviosa. Porque eso en definitiva, era una cita. En un restaurante sería distinto, debido a que habría más personas. Pero esto era demasiado íntimo, lo cual hizo a Abby cuestionarse. ¿Cuáles eran las verdaderas intenciones del tío Ed? Y esa cuestionamiento la hizo tener esperanza. ¿Qué tal si se daba por lo menos un poco de lo que ella verdaderamente quería? Que por una vez en la vida su tío la viera cómo una mujer y no como su sobrina. Ya se estaba cansada de hacerse notar sin tener ningún resultado. Lo hacía una y otra vez, pero no lo lograba. Se vestía atrevida, se paseaba frente a él, intentaba darle celos con otros chicos. Y nada sucedía. Ya casi se estaba resignando. Pero su amiga le había dado un gramo de esperanzas. Lo intentaría de nuevo. Aprovecharía ahora que estaban solos. Y nadie la detendría. Si te gustaba demasiado alguien, tenías que luchar por él. Se olvidaría de los perjuicios, de lo que dirían las personas afuera, de los escrúpulos y de su timidez. Y lo haría. Sólo se enfocaría en disfrutarlo, en seducirlo y provocarlo. Salió de su letargo mirando a Edmund, el cual la miraba de forma extraña. Era como... Como si la añoraba. El tío Ed alargó ambos brazos para tomar las tapas que cubrían el alimento que emanaba un delicioso olor. Retiró rápidamente las tapas, revelando el contenido, almejas hundidas en salsa picante.– Esperó y te guste, Abejita– musitó con sus ojos puestos en ella. La mente de Abby empezó a maquinar. Eran... Almejas. Y había cierto mito en cuanto a las almejas, específicamente, con todos los mariscos. Eran afrodisíacos. Su pecho se llenó de una extraña sensación, se sentía amena. Era fanática de la literatura... Específicamente en la erótica, y ese género hacía que tu mente poco a poco se fuese llenando de perversión, haciendo que la percepción en cuanto a las intenciones se desarrollara. ¿Por qué no pudo elegir otro plato? ¿Por qué específicamente almejas? ¿Acaso intentaba excitarla? Por un momento se sintió estúpida, ¿En serio se estaba preguntando eso? De seguro era una simple coincidencia, nada más. – Y bien... ¿Solo vinimos aquí a cenar?– cuestionó luego de varios minutos de solo estar comiendo y ver qué Ed solo la miraba mientras llevaba las almejas a su boca. Abby exhaló, tratando de fingir indiferencia para no demostrar los nervios que se adueñaban de su cuerpo. – Francamente no te traje solo para cenar, también hablaremos.– contestó– Como dos personas normales, pero sin ser Abby ni Edmund. Como lo dije hace ya rato. Abby debía reconocerlo, eso la emocionó, porque era exactamente lo que ella quería, si su tío Ed quería hablar con ella sin ser Abby, eso quería decir que dejaría de tratarla como su sobrina, para comenzar a tratarla como a una mujer joven en su mejor etapa. – ¿Solo completos desconocidos?– preguntó. – No– negó– Seremos conocidos, pero que no tienen que ningún lazo familiar. – ¿Entonces? ¿De qué hablaremos? Siempre hemos hablado como tío y sobrina.– dijo directa– Mira, Edmund. Seamos claros– lo miró seriamente provocando que Edmund la mirase extrañado y atento– Ya no soy una niña estúpida– le dictó firme– Deja de tratarme como a una, ya estoy harta de que todos estén tratándome como si aún tuviera cinco años. Además, está de sobra decir que por el hecho que tenga diecisiete no quiere decir que sea menos madura que tú. Así que, dame una copa de vino o un vaso de whisky, para hablar como un hombre y una mujer, porque créeme, se te ve en los ojos que necesitas hablar.– musitó. Los ojos de Edmund brillaron en respuesta, pero le alegraba y calentaba haber escuchado eso. – Bien– respondió con sus orbes un poco dilatados por la impresión, se puso de pie, mientras entraba al interior del barco, directamente a el cuarto de reservas, buscando un Dolcetto y copas para empezar a hablar seriamente. Regresó, tomando asiento, e inmediatamente comenzando a servir el líquido carmesí en las copas. – Solo te pido que no le digas a tu padre que te estoy dando alcohol– pidió. La chica lo miró arqueando una ceja, mientras terminaba de comer sus almejas, al igual que Edmund.– Solo si no le dices lo que viste en la piscina. ¿Trato? – Trato. .
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD