Ni Abejita ni tío Ed, entonces ¿Qué?

616 Words
– ¡Mierda, mierda, mierda!– chilló Mónica, la amiga rubia de Abby, cuando ésta le contó que saldría a un sitio elegante, solo ellos.— ¡Maldita suertuda! Ab, estarás sola con tu tío el buenorro por muchos días, y encima te llevará a lo que parece una cita.– Se calló abruptamente, mientras habría sus ojos desmesuradamente, luego puso cara de morbosa, subiendo y bajando las cejas— fóllatelo. — ¿Éstas loca?– cuestionó Abby escandalizada, su amiga era una pervertida sin remedio – Sería imposible, Mónica.— Suspiró mientras se encontraba sentada en la cama. Hace ya quince minutos que se había vestido, pero luego los nervios le entraron y tuvo que llamar por videocámara a su mejor amiga. Sintió la imperiosa necesidad de contárselo a alguien, deseaba sacar eso de su boca, así que llamó a Mónica. Mónica volcó los ojos fastidiada– ¿Te gusta, no? – Pues claro. Pero primero: tiene esposa, segundo: no le gusto ni un poco.– susurró apesadumbrada. – Eso no lo sabes– la reprochó su amiga.— Aprovecha éste tiempo, hazlo tuyo, aunque sea por el tiempo que estés ahí– le aconsejó– ahora deja tus nervios, y baja. –Vale– aceptó. Respiró profundamente– Vamos Abby, que tú puedes– se motivó a sí misma. Edmund se encontraba de pie, frente a la escalera esperando a que Abby bajara. Ya se encontraba sumamente desesperado, todas las mujeres eran así, tardonas. Ya debería de haberse acostumbrado, pero es que era casi imposible, una hora, una jodida hora llevaba su abejita vistiéndose. — Mínimo se está cambiando la piel, j***r– protestó desesperado, pero unos pasos le avisaron que ya estaba ahí. Lo que hizo que mirase allí.– maldición si que ésta mierda será difícil.– se lamentó en voz baja. Observó detenidamente su vestido largo ajustado de satén, era dorado, de escote sutil y tumbado, con tirantes finos. La hacia parecer una diosa era más hermosa de lo que acostumbraba a ser. Sus zapatillas también eran doradas, y hacían que sus piernas se volvieran más largas y estilizadas. Su pelo largo, estaba ondulado en grandes tirabuzones, enroscándose en su estrecha cintura. Pero lo que más lo mataba, era su esponjosa boca pintada de rojo, y sus ojos gatunos delineados. Hacían que su rostro se viera más maduro, más sexy, con facciones más profundas. – Creí que te habías ido por el caño, abejita.– bromeó para tratar de disimular que casi se le salía la baba al verla. En general, Abby parecía alguien de más edad, mientras tenía diecisiete, parecía de diecinueve, pero al estar vestida como una verdadera mujer, se veía de aún más. — Estás hermosa, verdaderamente hermosa.— la halagó, al mismo tiempo que extendía su brazo para ayudarla a bajar. Abby se sonrojó por la mirada nada sutil que le dedicó Ed. Pero a la vez sintiéndose satisfecha porque su cambio estaba dando resultados.— Gracias, Ed— le agradeció mientras ambos salían hacia la entrada.— ¿A donde iremos? – Iremos a cenar– le contestó cerrando la puerta. Su respuesta decepcionó a Abby. La cual creía que irían a un lugar más llamativo. – Ah– fue lo único que pudo contestar, subiendo al auto junto a Edmund. Edmund pudo percibir la leve decepción que tuvo Abby al escucharlo. Por eso susurró: — Iremos a cenar a un barco que un amigo me prestó, solo tú y yo. Sin ser la abejita ni el tío Ed. Eso sí que llegó a las terminaciones nerviosas de Abby, haciendo que se agitaran con vehemencia. ¿Sin ser Abejita ni tío Ed? Entonces... ¿Qué serían?
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