Algo Privado

816 Words
Edmund cerró la puerta de la casa cuando su abejita entró rápidamente. Respiró profundo, estaba jodido, muy jodido. Más de un mes solo con Abby. Sin nadie que estuviese ahí para hacerlo pensar racionalmente. - ¡Ed!- gritó Abby a mitad de las escaleras, tratando de subir la gran maleta que traía.- Ayúdame. Edmund negó sonriendo- Abejita, no entiendo por qué trajiste esa maleta tan grande cuando tu casa está al lado. No le veo la lógica.- tomó la maleta y la subió sin el más mínimo esfuerzo, mientras que a la pobre chica se le aflojaban las piernas con solo agarrar la maleta.- ¿Qué?- Preguntó en el inicio de las escaleras al ver a Abby de brazos cruzados, fulminándolo. - ¡Es injusto ver que yo hace minutos casi me hacía encima por hacer tanta fuerza, y tú vienes, la tomas con una mano y ya!- Refunfuñó provocando que Edmund se doblara de la risa. - Soy súper músculos- se encogió de hombros altanero- Ven, sube abejita, te ayudaré a desempacar.- dijo mientras arrastraba la maleta a la habitación de huéspedes- luego tengo algo que enseñarte.- Abby subió junto a él, mirando como el gran semental arrastraba como si nada la gran maleta repleta de ropa. Entraron a una gran habitación de inmobiliario rojo y marrón; él colocó la maleta en la cama cubierta con sabanas rojas. Abby rápidamente comenzó a desempacar, siendo ayudada por su sexy tío. - Tío Ed, ¿Dónde está Jules?- preguntó Abby luego de darse cuenta que la dulce esposa de Ed no estaba por ningún lado. Sabía que estaba caminando en terreno peligroso, porque no se debía ser muy inteligente para darse cuenta de que Edmund estaba teniendo problemas, y que quizás era con su esposa. La cara incómoda de Edmund se lo confirmó, sí, tenían problemas. Por un momento se sintió alegre, él le gustaba demasiado, pero en cuestión de segundos, su alegría se volvió tristeza, ella odiaba a ver a personas cercanas pasarla mal, y era evidente de que Edmund y Jules no lo estaban pasando de maravilla. - Ehm- vaciló mientras sacaba la ropa y la acomodaba en el armario.- Fue a pasar un tiempo a casa de su madre. - O sea qué, ¿Estaremos solos durante mi estadía aquí?- cuestionó un poco nerviosa. Vio a Edmund asentir, y su corazón bombeó un tanto frenético. Estarían solos... Ed, sería su niñero durante un mes y medio, quizás. No lo sabía con exactitud, sus padres solían decir un tiempo estipulado, pero era totalmente impredecible, podría extenderse hasta por más de dos meses. Estaba asustada, debía reconocerlo. Porque estaría durante ese tiempo con el único hombre que realmente le había interesado desde que sus hormonas comenzaron a revolucionar. Sería difícil no pegarse como lapa, no manifestar sus sentimientos más de la cuenta, porque de por sí ya lo hacía. Estarían solos, sin nadie que los observara. Y sentía que se iba volver un manojo de nervios en cuestión de segundos. Antes, sólo pensaba que era un capricho, sólo el estúpido enamoramiento de una mocosa, pero con el paso del tiempo, se dio cuenta de que era más que eso. No un encaprichamiento, sino algo más fuerte, porque lo sentía en su corazón y en su estómago cuando él estaba cerca, o pensaba en él. Al principio se le era difícil poder disimularlo, pero poco a poco fue haciéndolo, hasta mostrarlo sólo un poco. Pero si alguien se dedicaba observar detenidamente. Iba a ver que algo sucedía. - ¿Están teniendo problemas?- cuestionó cautelosa. Edmund cambió el semblante, se tornó inexpresivo- No estamos bien- contestó- así que ella se fue por un tiempo. - ¿Qué pasó?- cuestionó ya sin importarle estar en el terreno peligroso. - Lo siento, Abby.- respondió tenso - Es algo privado - no se lo diría, era algo incómodo decirle a la niña que le gustaba que él y su esposa tenían problemas para tener hijos. Abby asintió incómoda. No debía tratar de meterse en donde no debía. Por un rato se mantuvieron en silencio, sólo sacando la ropa de la maleta y llevándola al armario. Cada uno en su mundo, pensando y sintiendo un remordimiento, una inquietud. Luego en cuestión de minutos, terminaron. Edmund caminó hacia la puerta, abriéndola y parándose ahí, miró a la chica queriendo decir algo con sus ojos, pero no salió de su boca, le dio la espalda y susurró: - Te dejaré unos minutos para que te duches. Te llevaré a un lugar- volteó su rostro sonriendo de lado. Eso emocionó a Abby, la cual comenzó a dar saltitos en su lugar- ¿¡En serio!?- chilló contenta. Haciendo que él la mirara desconcertado. Ed puso sus ojos en blanco- Sí, abejita. Ponte algo elegante.- le sugirió. Él la llevaría a un lugar, en donde haría que se sintiera como un mujer, una verdadera mujer.
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