Dante y Edmund.

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Decir que pasó el resto de la noche enojada, estaba de más. Odiaba no salirse con la suya. Odiaba que Edmund se resistiera. En serio odió a Edmund en ese momento en el que dictó que no podía recibir visitas. Por eso, cuando tuvo en sus manos su nuevo teléfono, no dudó en llamar a sus padres y pedirles permiso para ver a Dante. Dante les caía bien, así qué no tenía que hacer mucho para lograr que dijeran que sí. Pero, lo que la alegró más, fue saber que Edmund no le había dicho nada a sus padres del castigo, cosa que supo aprovechar. Al día siguiente, bajó con su uniforme y una sonrisa maliciosa que trataba de esconder para no levantar sospechas. Edmund la miró con suspicacia, pero no dijo nada, solo se limitó a dejar el desayuno en la mesa que le dio demasiados recuerdos en ese momen

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