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2505 Words
Era el inicio de taller. Después del desayuno caminamos hacía el área de construcción. El salón de clases (aparentemente ) era una bodega amplia y no había bancas o pupitres para aprender. El maestro a cargo era un hombre adulto, su nombre era Germán, pero todos lo llamaban por su apellido Barenas. —¡Bienvenidos al taller de construcción! En este lugar aprenderán varias cosas relacionadas con la construcción de casas y reparación de detalles. ¿Alguno de ustedes sabe algo de construcción? Solo un par de chicos levantaron la mano. ¡Yo no tenía ni la más remota idea de cómo era la construcción! ¿Por qué elegí el taller? —¡Excelente! Bueno pues no importa si tienen conocimientos o nada de conocimiento en la construcción. ¡Aquí aprenderán! ¿Y cómo? Aprenderán de sus compañeros del año pasado. La puerta de la bodega se abrió y cuatros jóvenes entraron. Dos chicos y dos chicas. Araceli era una chica morena, anteojos, un poco robusta y muy alegré. Damaris era de Monterrey así que ya te imaginarás. Fernando, bueno con la cuchara y un maestro en lo que concierne a la preparación de mezclas y revolturas. Obed el moreno, pestañas rizadas, sonrisa deslumbrante y de altura promedio; un experto en varias cosas como levantamiento de muros, herrería, electricidad, pintura y demás. ¡En pocas palabras él era el más avanzado y el preferido de Barenas! —Cada quien tomara su equipo de seguridad. Casco. Guantes. Gafas. Chaleco. Botas. Todo el tiempo que dura el taller deberán portar su equipo de seguridad. Si alguien de ustedes llegará a desobedecer esta norma, será penalizado. A la tercera penalización se le expulsará del taller. ¿Quedo claro? Todos declaramos estar de acuerdo. De forma ordenada hicimos una hilera para poder recoger nuestro equipo. Mi casco era color blanco, chaleco gris y botas negras. —¡Parecemos profesionales! —dijo Zuri. —Ya se. ¡Que lastima que aún no sepamos nada sobre construcción! —dije yo. —No parece ser algo complicado. Después de todo nadie de ahí sabe nada sobre construir o reparar casas. ¡Tranquilos! Alfredo tenía razón. César solo nos observaba y no dejaba de sonreír. Me gustaba su bigote. —Bien. Este año construiremos diez casas en menos de dos meses. Nuestros patrocinadores quieren apoyar a diez familias de escasos recursos. Cada día se repartirán en cinco equipos y abandonaremos el campamento por algunas horas. —Disculpe. ¿Esas casas donde se construirán? —Cerca de aquí, son diferentes ubicaciones. La más lejana está a quince minutos caminando. Eso sonaba muy bien. —¿Quién está anotado en otro taller? Por favor escriban su nombre en ese cuaderno para que podamos saber quiénes abandonaran el taller por algunos días durante la semana —hizo una pausa—. ¡Hagamos los equipos! Barenas comenzó a hablar con los cuatro chicos a cargo. —¡Ojalá que nos toque juntos! —dije. —Si, eso espero. Estoy un poco nerviosa. —¡Tranquila! Todo irá bien. Igual si no nos toca juntos pues no pasa nada, nos seguiremos viendo en la comida y en los ratos libres —dijo César. —¿Hacemos plan para hoy? —preguntó Alfredo. —Quizá podríamos… —¡Zuri! ¡Dan! En el equipo de Obed. ¡Alfredo! ¡César! Con Araceli. Nos miramos entre nosotros. Nos habían asignado equipos diferentes. —¡Esta noche nos vemos en la cabaña para hablar de cómo nos fue en el primer día! —dijo Alfredo. Todos estuvimos de acuerdo. Nos separamos a nuestros equipos correspondientes. Zuri y yo nos detuvimos justo alrededor de la multitud que estaba alrededor de Obed. Nuestro capitán no había notado nuestra presencia. —Se ve que es buena onda —me susurro Zuri al oído. Asentí. Obed estaba explicando un poco de como sería nuestra forma de trabajar. —Seremos uno de los mejores equipos de este taller, tendremos que trabajar todos juntos para lograr la meta. Todos ustedes… De pronto mis pensamientos y atención se centraron en la puerta de la entrada. ¡Sí! Un chico estaba ingresando a la bodega. Vestía vaqueros de mezclilla, camisa de cuadros y traía una barba poblada. ¿Cuántos años tendría? ¿Veintiséis? ¿Veintiocho? Mis ojos le miraban con mucha atención y todos mis pensamientos se centraron en él. Sin pensarlo sus ojos se enfocaron en mis ojos y ese contacto visual me hizo sentir un cosquilleo curioso en el estómago. —¿Cuál es tú nombré? ¡Hey! Chico de atrás. ¿Cuál es tú nombré? Zuri me dio un codazo. Deje de mirar al chico y me gire a ver a Obed. ¡Mi capitán me estaba hablando! —¡Me llamo Dan! La mirada de Obed era curiosa. —Pues necesito que estés aquí conmigo. No quiero que te distraigas. ¡Quiero que esté equipó sea el mejor! Asentí. —¡Lo siento! No volverá a pasar. —Eso espero —dejo de mirarme—. ¡Bien! Es momento de irnos. Dan, llevarás los planos. Barenas te los entregará. Te espero a la entrada. Muchachos necesito que lleven estas cajas de herramienta. Me alejé de ellos. Los demás equipos estaban recibiendo instrucciones. Barenas estaba hablando con el chico que acababa de ingresar. —¡Disculpé la interrupción! Obed me mandó por los planos de nuestro proyecto. —Claro. Ahorita te los doy. Anuel estarás en el equipo de Obed. Dan, por favor muéstrale dónde puede tomar su equipo de seguridad. Barenas se alejo de nosotros. Me quedé callado por algunos segundos, Anuel me miraba con atención. —Sígueme te llevaré por tu equipo de seguridad —le dije. El chico me hizo caso. Nos detuvimos justo a un lado de las cajas de plástico donde estaban los equipos. Anuel comenzó a elegir. Su chaleco era azul marino y su casco blanco. Sus manos parecían fuertes, sus venas se brotaban de forma muy llamativa. —¡Gracias por ayudarme! —De nada, yo solo… Barenas no me dejo terminar, sostenía un cuaderno engargolado. —Estos son los planos. Si necesitan algo, dile a Obed que no dude en comunicarlo conmigo. —Si, yo le aviso. —¡Bien! Nos vemos luego. Anuel caminaba justo al lado mío. Atravesamos la puerta principal, nuestro equipo comenzaba a caminar. Obed estaba esperándome. Nos acercamos a él. Le entregué el cuaderno de los planos. —¿Tienes alguna idea de lo que se hace en construcción? —me pregunto Obed. Negué con la cabeza. —Tengo algunas ideas pero son muy simples. Relaciono la construcción con bloques y cemento. ¿Eso está bien? Obed sonrió. —¡Aprenderás de mí! Serás mi asistente. Asentí. Anuel solo estaba escuchando. —¿Y tú quien eres? —Anuel. ¡Un gusto! Me asignaron a este equipo. Obed lo examinó con la mirada. —¡Seremos el mejor equipo de este año! Por favor, no distraigas a mi asistente. Eso me dejó pensando. ¿Distraerme? Si solo habíamos cruzado miradas y yo, era verdad, me había perdido en su llegada e ignore la explicación de Obed. —¡Cuenta con ello! No seré una distracción. Me lanzó una sonrisa tenue, muy suave y muy agradable. *** —¿Alguna vez has visto como amarran el fierro? —Si. Pero nunca lo he hecho. —Esta bien. Te enseño. Obed tomo un trozo de alambre, lo paso por debajo de una varilla y un estribo de alambrón formando un amarre en equis. Inserto la punta del amarrador y comenzó a apretar. —¿Se te hace complicado? ¿Quieres intentar? Tomé un trozo de alambre, seguí los pasos que había podido observar, inserte el amarrador y listo. ¡Lo había logrado a la primera! —¿Seguro que no lo habías hecho antes? Obed me miraba con mucha curiosidad y atención. —Si, nunca lo había hecho. Es mi primera vez. ¿Cómo lo hice? —Aprendes muy rápido. Lo hiciste bien. ¿Puedo dejarte a cargo de esta área? Tengo que ir a marcar las plantillas. —¿Hacerme cargo? —Si. Cualquier duda que tengas me vas a buscar y te ayudo. ¿Te parece? —¡Esta bien! Obed se marchó de allí. Estábamos debajo de unos árboles, Zuri estaba cortando alambres. —¡Estoy a cargo de armar las cadenas! —¿Cómo así? ¿Sabes amarrar? —Acabo de aprender. No fue tan difícil. ¿Tú sabes? —Por supuesto que no, tú me vas a enseñar. —Claro. Deja eso por unos segundos y ven. Le di unas clases rápidas a Zuri sobre cómo debía amarrar. Le costó muchos intentos y cuando estaba apunto de desistir, en el intento número diez lo logro. En mi área estaban varias chicas y pocos chicos. Mi trabajo era observar que el fierro quedará bien macizo y listo para usarse cuando la plantilla estuviera lista. Estábamos armando una contratrabe cuando Anuel se acercó a mí. —Obed me dijo que viniera ayudarte. Su chaleco estaba manchado de cal. Había rastros de sudor en su rostro. —Ah. Bueno pues vas a necesitar un amarrador para poder trabajar aquí. Sus ojos estaban enfocados en mis ojos. —Si. Ya fui a buscar amarradores y se terminaron. Parece que todos están ocupados ya. —¿Sabes amarrar? ¡Claro! Cómo yo había aprendido a la primera ya me sentía todo un maestro. ¡Por favor! —Bueno yo te enseño. Mira, lo primero que vas a hacer… Mi explicación fue lo más detallada posible. De verdad quería que él aprendiera. Cuando fue su turno de amarrar, un poco de torpeza apareció en sus manos. —¡No me sale! —No te desesperes. Nadie nace aprendiendo. —¿Tú cómo aprendiste? —Obed me enseñó. Noté un pequeño gesto serio en su rostro. —¿Cuántos años tienes? La conversación estaba tomando un giro diferente. —Dieciséis. ¿Y tú? —Veintitrés. ¡Estás muy pequeño para estar en este taller! Su sonrisa tonta me desespero un poco. —¡Y tú estás muy viejo como para no poder amarrar el fierro! Ahora era yo quien se reía. —¡Esta bien! Te demostraré que yo también puedo. Tomó un trozo de alambre, lo doblo y comenzó a cruzarlo entre las varillas. No pudo. —Espera, déjame ayudarte. Sin dudarlo, metí mis manos con las suyas, corregí su amarré y entrelace formando la equiz perfecta. Sus dedos se rozaron con los míos. —Solo aprieta y estara listo. La clave está en qué no debes desesperarte. ¿Aún crees que soy muy chico para estar en este taller? —Retiro lo dicho. —Bien. Pues ahora échale ganas porque todavía tenemos que amarrar varias cadenas. Sonreí. Él me miraba con atención. *** —¿Y de dónde eres? —le pregunté. Anuel estaba masticando la cena. —Soy de Sonora. —¡Con razón tu asentó norteño! —dijo Zuri. Estábamos sentados en la misma mesa. —Y ¿llegaste hoy? —Si. Bueno, mi idea originalmente no era venir, pero mi papá estuvo en este campamento hace algunos años atrás, vio la convocatoria y me dijo que sería una buena manera para poder superar cierta situación complicada en mi vida. ¿Situación complicada? —¿Te rompieron el corazón? —le preguntó César. Todos dirigimos nuestra mirada a Anuel. Su mano sostenía el tenedor con un trozo de carne. Parecía pensar en algo. —Si. Me rompieron el corazón. —¡Lo lamento tanto! —dijo Zuri. ¡Corazón roto! ¿Cómo debía ser sentirse de esa forma? —Bueno brother, ahora tienes la oportunidad de construir un futuro sin ella. ¡Seguro se pierde de algo bueno! —Alfredo fue un poco insensible. Zuri le dio un golpe por debajo de la mesa. —Si. ¿Y ustedes por qué están aquí? —pregunto Anuel para cambiar el tema de conversación. Después de la cena fuimos a la cabaña. Eran las nueve de la noche y pensábamos hacer algo. Estábamos sentados frente al viejo televisor platicando sobre cómo nos había ido en este primer día de taller. —¡Yo creo que fue una mala idea inscribirnos en dos talleres! —le dije a Zuri. —¡Ya se! Yo creo que voy a renunciar a agricultura. Cómo que la construcción es padre y es muy cansada Reímos. Tocaron nuestra puerta. Me levanté y fui a abrir. Me sorprendió un poco, pero también me dio gusto verlo frente a mí está hora. —¡Hola Anuel! ¿Ya encontraste tu cabaña? Su mirada era serena. —Si. Esta es mi cabaña. Roger me asignó con ustedes. ¡Con nosotros! Mis pensamientos titubearon. —Pues pasa. ¡Bienvenido a nuestro jacal! Cerré la puerta. Él cargaba una maleta de color n***o, parecía que no traía muchas cosas. —¡Hey! Anuel también será nuestro compañero de cabaña. A los chicos pareció agradarles la idea. —¿Y que hacen? —preguntó el recién llegado. —Platicamos sobre cómo nos fue hoy en nuestro primer día de taller. ¿Quieres unirte a la conversación? Dejo caer su maleta al suelo. Comenzó a buscar por todos lados. —¿Solo hay dos camas? ¡Era verdad! ¿Y ahora? —Si, Solo tenemos dos camas, pero puedes estar tranquilo. ¡Dormirás con Dan! ¡Dormir con Anuel! Nunca había dormido con un chico. ¿Él lo había hecho antes? Mis emociones comenzaron a exaltarse un poco por esa idea. Sus ojos se enfocaron en mi, no pude verlo, desvíe si mirada. ¿De verdad estaba pasando? —Me parece bien. ¡Tomaré un baño! Se desabotono la camisa, su pecho fue lo primero que ví. Un pectoral bien definido y el abdomen cuadriculado. Dirigí mi atención a Zuri. ¡Zuri estaba aquí y este chico se estaba desnudando! Segundos después ingreso al baño. La bocina Bluetooth estaba encendida. —¡Supongo que es hora de irme! —dijo Zuri. —Esta bien. Nos vemos mañana. —Si chamacos. ¡Descansen! Mañana ahora sí vamos a comprar botanas. Alfredo la acompaño hasta la puerta. Yo comencé a preparar mis cosas para poder bañarme. Le escribí a mi hermana. Minutos después él salió del baño con la toalla rodeándole la cintura y cubriendo la mayor parte de sus piernas. —¿Hay agua caliente? —le pregunté. —Si. ¡Muy caliente! —Perfecto entonces. ¡Me encanta el agua caliente! Me encerré en el baño, puse un poco de música y disfrute mi momento. Mis pensamientos comenzaban a aclararse. Champú de aguacate y loción de cítricos. ¡Aroma chistoso! al salir del baño la luz estaba apagada. —¿Ya duermen chamacos! Nadie me respondió. Guarde mis cosas, camine con mucho cuidado y a final me metí a la cama. Alce las cobijas y entonces lo recordé. Compartiría la cama con un chico, mi corazón comenzó a latir muy rápido.
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