Era un acto de rebeldía.
Era la única manera que tenía de decirme a mi misma que no me había perdido por completo.
Qué él no me había destruido por completo.
Me aseguré que Azael y Ada estuvieran dormidos en sus camas, mientras el cuarto de Azael, mi pequeño hijo menor, era tan amplio como un departamento y estaba justo al lado de nuestra habitación de casados, la habitación de Ada, mi hermosa hija mayor estaba apartada, lejos de él como si quisiera olvidar que su primogénita era una mujer.
Tenía que recorrer pasillos enteros para llegar desde una habitación hasta la otra. La habitación de Ada era mucho más pequeña, no modesta, seguía siendo una linda habitación pero era notoria la preferencia de mi esposo.
Cuando miraba atrás en el tiempo me preguntaba como es que no vi las señales, el hombre oculto tras las sonrisas fáciles y el coqueteo astuto de Derek Walk. Me dejé enredar como una tonta, me dejé hundir y ahogar como una presa fácil, Derek me dijo lo que quería oír, hacía lo que esperaba de él y mucho más, antes de que me diera cuenta tenía un anillo en el dedo y un hijo en cada brazo.
Éramos la familia ideal, tan perfecta como podría llegar a ser siendo la esposa de un adinerado y poderoso hombre como él. Para el mundo era la perfecta Cenicienta, el cuento en la vida real, una chica sin nada que conquistó el corazón del hombre más poderoso del mundo.
No podía estar más alejado de la verdad.
Claro que tenía todo lo que el dinero pudiera comprar, tenía un bolso nuevo cada vez y un hematoma nuevo debajo de la ropa también. Nunca creí que sería una de esas mujeres que ocultaban el infierno bajo la ropa, que se aferran a las migajas del afecto.
Que le temen a su esposo.
Las palizas más duras habían sido en mis intentos de huida, cuando solo tenía a Ada y Derek me despreció por darle una hija y no un hijo, se enfureció, hizo que me quitaran a la niña y me golpeó tan fuerte que quedé inconsciente por días, no pude amamantar ni sostener a mi hija durante todo ese tiempo.
Desde entonces ella fue la amenaza, si no quería que él me la arrebatara no volvería a intentar huir.
Entonces llegó Azael que era la viva imagen de su padre, los mismos ojos, cabello y rostro, eran tan similares como Ada era similar a mi.
Entonces las cosas se calmaron, Derek de pronto era un esposo afectuoso otra vez, yo no era tan ingenua para creer que realmente estaría bien, que él había cambiado o que lo haría alguna vez.
No.
Pero tenía tanto miedo, un miedo paralizante que no pude hacer nada más que abrazar a mis hijos y rezar por un milagro.
Fue en esos días que Derek comenzó a reclutar nuevos hombres.
No tardé en descubrir que su dinero no estaba logrado con manos limpias y conciencia tranquila, pero ese ya era el menor de mis preocupaciones.
Entre sus nuevos reclutas estaba él: Héctor.
Era un hombre guapo, gracioso y cálido que empezó siendo tan solo un amigo, era tan fiel a mi esposo que Derek ni siquiera le dió una segunda mirada cuando lo vió pasar tiempo conmigo.
Y ese fue su error.
Me aferré a Héctor como un salvavidas. No esperaba que él me salvara, había dejado de creer en cuentos hace muchos años, pero cuando nuestra amistad se convirtió en algo más, encontré en él algo que Derek no podría alcanzar en mi. Podría golpearme todo lo que quisiera pero no podría obligar a mi corazón a amarlo.
Con cada caricia, con cada beso, con cada noche que pasaba al lado de Héctor más fuerte me sentía, sabía que esto podría traer consecuencias terribles para mi y para él pero eso no me detuvo.
Ni siquiera se si lo amaba, tal vez un poco, pero el placer de saber que estaba siéndole infiel a un hombre como Derek Walk y que él no podría hacer nada al respecto me llenaba de fuerza interior, me daba una secreta y perversa satisfacción.
Hasta que quedé embarazada.
Había tomado todas las malditas precauciones necesarias para evitarlo, así que se lo atribuí al destino, quizá este embarazo era el impulso que me hacía falta para finalmente tomar a mis hijos y huir.
Cuando se lo dije a Héctor y él mismo me pidió que huyera con él supe que era el momento.
Las maletas de mis hijos estaban listas, Derek no volvería hasta la mañana y Héctor me esperaba al final de la calle.
—Cariño, despierta— llamé a mi pequeña hija que abrió los ojos con trabajo.
—¿Mamá, qué ocurre?
Sus hermosos ojos azules se encontraron con los míos y supe que jamás la dejaría aquí, jamás dejaría que creciera con un padre como Derek Walk, era tan pequeña y ya la consideraba inferior.
—Vamos cariño, daremos un paseo.
Mi hija parecía confundida, pero era tan dolorosamente perspicaz que supe de inmediato que ella pudo leer más allá, que no entendía lo que estaba pasando pero que tomaría mi mano y me seguiría a donde yo le dijera.
Y eso hizo.
Silenciosamente fuimos a la habitación de su hermano al otro lado de la casa. Abrí la puerta que no hizo ningún ruido al abrirse, sosteniendo la manita de mi hija con una mano entré.
Y mi mundo se hizo pedazos.
Mi pequeño hijo seguía durmiendo tranquilamente en su cama, ajeno a todo lo que ocurría al rededor. Sentado en la cama junto a él estaba mi esposo. Acariciaba la cabeza de mi hijo como si acariciara un precioso premio.
Todo lo que esperaba de mi era ese niño en la cama, no me necesitaba para nada más y yo lo sabía.
—¿Vas a algún lado?— me preguntó.
Pensar, pensar rápido, pensar tan rápido como pudiera era todo lo que tenía en ese momento.
Mandé a Ada a mis espaldas para darle tiempo a huir si algo salía mal.
—Te estaba esperando— respondió con más convicción de la que esperaba. Derek detuvo la mano que acariciaba el cabello de Azael.
—¿A mi?— preguntó incrédulo. Era un hombre astuto, creó su imperio con solo su cerebro y su incapacidad de sentir empatía. Yo no lo engañaría, pero siempre podía ganar tiempo.
Tiempo para que el pequeño que llevaba en mi vientre naciera.
—Estoy embarazada. Quería estar con los niños cuando te lo dijera.
No me creería, claro que no, pero por ahora Derek solo registraría la posibilidad de otro posible heredero, otro robot que moldear a su gusto.
La posibilidad de otro varón.
Una sonrisa tan escalofriante como él creció en su rostro mientas se levantaba de la cama y caminaba hacía mi. La pequeña Ada se apretó a mi.
Tan pequeña y ya sabía que su padre no era alguien en quien pudiera confiar.
Derek me puso una mano en la mejilla, la mejilla que había golpeado con tanta fuerza en el pasado, me acarició con afectó, afecto por lo que llevaba en mi vientre, por lo que le ofrecía, no por mi.
—Bien hecho.
Tragué saliva ante el extraño cumplido. Se inclinó y me besó en la frente.
Fue el beso de la muerte.
Derek hizo un el gesto del salir del cuarto pero se detuvo de espaldas a mi. Yo estaba congelada y solo pude escucharlo sin lograr moverme para girarme hacía él.
—Te pondré un par de guardias para que te acompañen a dónde sea que vayas, sabes que me preocupo por ti, así que te asistirán durante todo tu embarazo. Ve ahora a tu habitación a descansar, los niños necesitan dormir.
Pude escuchar las palabras de fondo tras esa declaración.
“Se que ibas a escapar, se que querías llevarte a mis hijos contigo. No irás a ningún lado, no con un heredero en tu vientre”
Mientras él pensara que el hijo en mi vientre era suyo estaría a salvo.
Nueve meses.
Tenía nueve meses para escapar.
Nota de la autora: Personitas bellas muchas gracias por todo su cariño y apoyo a esta saga, tendremos un par de capítulos introductorios más antes de ir con los extras de nuestros personajes principales que ya se que esperan. Debo decir que escribir esto desde el punto de vista de Diana es realmente duro, tengo mujeres muy cercanas a mi que sufrieron este tipo de violencia y es realmente desgarrador, por favor no se queden calladas si ustedes o alguien que conocen pasa por violencia familiar de cualquier tipo.
Me gusta escribir esta versión del pasado para ver la otra cara de la moneda, lo que ocurre cuando el príncipe azul no lo es realmente, cuando el amor no lo cambia, lo que en la vida real ocurre la mayoría de las veces.
Pronto tendremos capítulos más felices pero primero debemos sacar todo este pasado oscuro del camino.
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