Advertencia: Este capítulo contiene referencias a la violación, uso de sustancias y depresión severa.
Derek lo descubrió.
No tenía idea de como pero lo hizo, no sabía quien era el padre pero sin duda sabia que Caín no era suyo.
Cuando un varón nació Derek no hizo preguntas, tomó al niño en brazos y fue un padre feliz. Afortunadamente Caín era tan parecido a mi como lo era Ada así que Derek no sospechó, no con un varón en sus brazos, un heredero alternativo en caso de que Azael fallara.
Pero lo descubrió.
Un día simplemente llegó con la prueba de paternidad en sus manos.
Tal vez fue un cruel juego del destino porque justo ese día Héctor y yo habíamos decidió fugarnos, todos estaba planeado todo era perfecto.
El problema es que realmente no lo era.
No era perfecto.
Nunca lo fue.
Esa fue la última paliza que Derek Walk me dió, también fue la última vez que vi a mis hijos, la última vez en muchos años que vi el brillo de la luna, que saboree el aire fresco, que sentí lo que era una efímera libertad.
Ese día Derek destruyó lo que quedaba de mi dignidad.
Ese día me destruyó por completo.
Podía escuchar los gritos de mis hijos, sus llantos.
Ellos vieron.
Carajo ¡Ellos vieron!
Caín también me fue arrebatado de los brazos cuando no era más que un bebe de meses.
No me recordaría, ni siquiera sabría quien era yo.
El rostro de mis hijos llorando, intentando llegar a mi mientras los guardias de mi esposo los alejaba por última vez y para siempre de mis brazos fue la última imagen que vi desde el suelo mientras Derek Walk me molía a golpes y acababa conmigo para siempre.
Cuando recobré la conciencia estaba en un lugar frío y mal oliente.
Lloré tan solo por intentar enderezarme, estaba segura que más de un hueso estaba roto, respirar era una tortura.
—No me sirve.— dijo una voz femenina, rasposa, una voz de fumadora.— esta demasiado golpeada, ¿ya le viste el rostro? Nadie va a quererla.
—Son órdenes de Derek Walk, ademas lo que importa es lo que tiene entre las piernas, ¿qué importa su cara?
—Importa— corrigió al mujer con desdén— créeme importa.
La voces venían desde a fuera, podía ver una pequeña luz colándose por la rendija de la puerta hacía la habitación húmeda y libre de muebles en la que estaba.
—La mujer es bonita, créeme, solo necesita desinflamar las heridas.
—¿Y qué? ¿Esperas que yo pagué los gastos médicos también?
—Si tienes algún problema puedes resolverlo con Derek Walk.
Esas palabras fueron la sentencia que hizo un largo silencio. Nadie se metía con Derek Walk.
—Bien.— respondió cansada— me encargaré de ella pero espero que me den lo que me prometieron.
—Tendrás tu dinero mujer, solo asegúrate de hacer lo que se ordenó.
La puerta se abrió y la luz me cegó un momento antes de que pudiera ver correctamente.
Una mujer en silla de ruedas, que probablemente se veía más vieja de lo que era realmente, entró arrastrando su silla a la que claramente le faltaba aceitar las ruedas.
—Ay pobre mujer miserable— dijo sin hablarme realmente, como si fuera un objeto sin vida— realmente no quisiera estar en tus zapatos.
—¿D… dónde estoy?— intenté hablar pero mi rostro dolía, dolía tanto…
—En el infierno, muñeca— se inclinó sobre su silla y alcanzó mi rostro haciéndome soltar un grito de dolor pero sus manos huesudas se mantuvieron firmes sobre mi cara.— si, es verdad, eres bonita, veré que puedo hacer contigo.
—Mis hijos…— intenté de nuevo luchando por levantarme, las lagrimas salieron de mis ojos involuntariamente por el dolor pero no me detuve.
Un destello de sorpresa cruzó su rostro con mis palabras.
Incluso quizá… ¿simpatía?
—¿Tienes hijos?
Asentí desesperadamente.
Ella me miró con tanta lastima que mi corazón se rompió.
Era el fin ¿no es así?
—Yo también tenía hijos.— fue su única respuesta antes de salir y volverme a hundir en la oscuridad.
Una oscuridad que duraría veinte años.
Quince años dónde fui tocada sin mí consentimiento, violada y humillada de tantas maneras que mi mente simplemente se desconectó. Primero fueron los sedantes, algo para el dolor, después las otras chicas en el burdel consiguieron drogas lo suficientemente fuertes para que los encuentros con esos hombres no fueran tan doloroso, tan desgarradores.
Luego las jeringas, el polvo, más pastillas…
Después me perdí, mi mente se rompió. Los rostros de mis hijos se desdibujaron, me perdí a mi misma.
Solo era una muñeca que era arrastrada dentro y fuera de las habitaciones, que era tomada como un mero juguete s****l.
Moriría, moriría sin volver a ver a mis hijos, moriría y no había nada que pudiera hacer al respecto.
Pero no sucedió.
Un día fui llevaba con un nuevo hombre, alguien al parecer tan importante como para hacerme ducharme y vestirme con un vestido decente.
Tal vez fue un pequeño susurro del cielo, alguna misericordia de algún ser divino que se compadeció de mi, pero ese día no consumí nada, estaba limpia y lucida, o tan lucida como podía estar mi cerebro jodido.
Entones lo vi, ese chico extraño, tatuado hasta el cuello, sus ojos mostraba un alma tan rota como la mía, por su apariencia fácilmente podría tener la edad de mi hija Ada.
¿Qué edad tendría mi hija ahora, en realidad?
Había perdido toda noción del tiempo.
—Diana Walk.
Ese nombre…
Era solo un recuerdo, un susurro del pasado, el inicio de mi miseria.
—¿Quien eres?— me atreví a preguntar.
¿Derek había enviado a otro de sus hombres para lastimarme más en su nombre? ¿Había enviado a este chico tan joven?
Eso era nuevo.
—Soy Masón.— se presentó de forma sorprendentemente educada.
—¿Qué quieres de mi Masón?— pregunté. Mi voz dolorosamente débil.
Derrotada.
Destruida.
¿Quien soy? ¿Qué queda de mi? No soy más que un fantasma esperando a morir.
—Ada, tu hija, te necesita.
Seis palabras, una simple oración y como un interruptor mi vida comenzó a correr de nuevo. En medio de la neblina logre mirar un rayo de razón.
Este chico claramente no estaba aquí para obtener mis servicios.
—¿Ada?— el hombre de mi preciosa hija me supo extraño en mi boca reseca. Mis labios antes carnosos y suaves ahora destruidos y delgados.
—Si, Ada— insistió como si se diera cuenta de mi letargo— Esta embarazada… yo… yo la embaracé.— admitió.
Parpadeé una vez.
Dos…
Y el lindo rostro del chico joven se transformó en el rostro de mi verdugo.
El chico no me vió venir hasta que mis manos estaban al rededor de su cuello, pero yo era débil y él era sorprendentemente grande.
Me apartó con facilidad pero no antes de que pudiera hacerle daño. Yo caí al suelo mientras él recuperaba el aire.
Mis uñas ahora marcaban su cuello bronceado sobre su tatuaje de dragón.
—¡Aléjate de mi hija!
—Mierda…— dijo él notando la sangre bajando por su cuello.—¡Quiero ayudarla! ¡Quiero ayudarte! ¡Su padre le arrebatará al niño cuando nazca! ¡Solo quiere otro maldito heredero! ¡Ayúdame a salvarla!— me rogó.
El chico fuerte lloraba frente a mi.
—Yo le hice esto, yo la embaracé. Debo salvarla, debo salvar a mi hijo de Derek Walk o los destruirá a ambos.
Con esas palabras la neblina que aun reinaba en mi mente se disipó por completo. Todo ese aturdimiento de años, todo ese miedo, toda la resignación se fue transformando lentamente en odio, en rencor, en ira.
Quería venganza.
La necesitaba como el aire para respirar.
—Sácame de aquí.— le ordené.— sácame de aquí y déjame salvar a mi hija.
El chico asintió desesperadamente mientras se inclinaba para levantarme del suelo. Lo deje hacerlo pero mi mente ya estaba más allá de ese cuarto, mucho más allá.
No confiaba en este chico, no confiaba en ningún hombre, pero me aferre a él ya que era la única mano extendida hacia mi en este momento.
Como una película todo volvió a mi, todo lo que me llevó a este preciso momento.
“Voy a destruirte” prometí al cielo, al infierno, al pasado y al futuro. Lo prometí por mis hijos, por mi misma.
Voy a destruirte Derek Walk
Nota de la autora: uff.
Este es uno de los extras mas fuertes sin duda, todo esto muestra como Diana toca fondo, como se convierte en la mujer que leímos en la saga principal, específicamente en el libro de Ada Walk y porque actuó como actuó. Con esto terminaríamos el camino de Diana y Derek. Muchas gracias por todo su apoyo y cariño, nos vemos en el siguiente extra.