—Estas loca.
—Lo se.
Todas sus carpetas acomodadas en orden alfabético se derrumbaron en el suelo junto a mi cuando Dante me sentó en su escritorio sin ningún cuidado. Para ser un hombre tan ordenado habíamos destruido su oficina con sorprendente rapidez y él no parecía en absoluto afectado.
Veríamos cuando se le bajara la erección.
Me levantó y abrió las piernas de la forma más obscena posible.
—No llevas ropa interior— él prácticamente babeó.
Fingí sorpresa mientras el admiraba mi v****a abierta como si fuera una obra de arte para él.
—¿En verdad? Qué despistada soy, debo haberlo olvidado.
El bufó como si fuera hilarante, se arrodilló entonces entre mis piernas y no pude evitar mojarme y contraerme solo con ese gesto.
—Dante…
—Sigue gimiendo mi nombre así y no voy a lograr terminar los juegos previos, te giraré sobre tu estomago y te follaré hasta que alguno de los dos se desmayé.
Carajo, amaba cuando hablaba así.
Estaba lista para discutir pero su boca atrapó mi clítoris en un movimiento estudiado y aprendido, estaba segura que a estas alturas él ya sabía más sobre la anatomía de mi v****a que yo misma.
Dios, su lengua era tan…
Mierda.
No pude pensar correctamente cuando nos de sus dedos se unieron a la fiesta.
—Gime mi nombre o me detendré.— dijo haciendo justo eso. Moví inconscientemente mi pelvis buscando su contacto sin lograrlo.
—Dante…— gemí con fuerza y fue real.
Él dió una lamida apenas, recompensándome.
—Otra vez— me exigió.
Amaba cuando se comportaba mandón en la cama.
Solo en la cama. En otras circunstancias ya estaríamos discutiendo.
—Dante…— gemí tan obscenamente fuerte que no me sorprendería si todos los oficiales fuera de la oficina lo hubiesen escuchado.
Mi obediencia fue recompensada con una succión de clítoris tan perfecta que vi estrellas en un instante.
El problema fue que él no se detuvo… nunca lo hacía.
—Espera, no puedo más— intenté cerrar las piernas sin éxito.
Sus brazos se ensancharon en mis rodillas empujándolas hacía mi pecho impidiéndome escapar de su boca.
—¡Dante, me vine, detente por favor!
No lo hizo, claro que no lo haría.
Me agarré al escritorio buscando algo a lo que aferrarme buscando no enloquecer.
—¡Basta, no puedo más!
No me escuchó, no se detuvo y un nuevo orgasmo me alcanzó despiadadamente mandándome por el abismo de placer más doloroso y delicioso en partes iguales.
No se cuanto tiempo pasé antes de volver a la tierra pero Dante ya se había introducido en mi y estaba moviéndose.
Debe estar loco.
—Espera, estoy muy sensible…— pero el calló mis quejas con su boca sobre la mía sin dejar de penetrarme, cada vez más fuerte y más fuerte hasta que inevitablemente otro orgasmo comenzó a formarse en mi, lentamente y luego como una ola inesperada me atrapó y me arrastró sin remedio.
Si él no se detenía ahora iba a morir.
Finalmente lo sentí derramarse en mi y luego retirarse lentamente.
—Loco, psicópata, despiadado— me quejé mientras él repartía besos castos sobre mi rostro y peinaba mi cabello hacía atrás después de un se pegara en mi cara con sudor en mi cara
—Estas tan hermosa después de un orgasmo— me dijo con ese tono dulzón y esa voz profunda que me ablandó de inmediato.
—Te amo— le susurré.
Él besó mi frente como respuesta y yo me aferré a él conforme la excitación bajaba y yo necesitaba cariño posterior. Él lo sabía y me abrazó son fuerza balanceándose a un lado y al otro tarareando alguna tonada desconocida.
—“Detective tiene visitas”— dijo una voz masculina en Coreano al otro lado de la puerta.
¡Benditos sean los seguros!
Dante se levantó de encima del escritorio y tiro de mi con él.
—Un segundo— respondió con una voz tan tranquila que nadie sospecharía que tuvo sexo hace dos segundos.
Excepto por TODO el ruido que hicimos.
—¿Tienes visitas?— pregunté con recelo mientras lo veía levantar sus carpetas de investigación sentada en el escritorio.
Desde que huimos a Corea del Sur realmente no habíamos hecho relaciones significativas, habíamos mantenido la distancia con todos a fin de evitar problemas, problemas como aquellos de los que habíamos huido.
—No me imagino quien puede ser— dijo honestamente.
Más le valía.
Me tendió una mano para ayudarme a bajar del escritorio y lo acepté bajándome el vestido hasta las rodillas de nuevo.
—No me encanta la idea de que pases en medio de esos oficiales sin ropa interior.
Sonreí y me acerqué a él poniéndome de puntitas para besarlo.
—Solo tu lo sabrás.
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Vi a varios oficiales cubrirse los oídos mientras me abalanzaba sobre mi hermana de sangre y mejor amiga de alma.
Nicol me abrazó de vuelta y por un instante era de nuevo una adolescente, un par de adolescente que no tenían ni idea del mundo aterrador y también emocionante que les esperaba en el futuro.
Mi esposo y el suyo esperaron “pacientemente” hasta que alguna de las dos decidió soltarse.
—¿Qué los trae por aquí?
—No te he visto en casi un año.— dijo Nicol claramente regañándome.— ni si quiera una sola llamada.
Se cruzó de brazos frente a mi. Podía ser una chica muy pequeña pero molesta era aterradora.
—Esa es mi culpa.— intervino mi esposo salvando el día como siempre.— tuvimos algunas complicaciones y tuvimos que mantener un perfil bajo un tiempo.
—Básicamente me secuestró junto a los niños— añadí.
Dante me miró ofendido y yo sonreí.
—¿Qué? ¿Es verdad? No es que me esté quejando.— me defendí y el pareció aceptarlo porque me abrazó desde atrás y besó mi cabello antes de responder.
—¿Por que no te vas con nuestros invitados mientras yo termino aquí? Seguro que los niños estarán felices de ver a sus tíos.
No pude evitar sonreír con sus palabras.
¿Quién habría creído que un día él hablaría de NUESTROS hijos, que lo elegiría como mi compañero?
Simplemente no me creería si alguien me lo hubiese dicho hace cinco años.
Pero fue una de las mejores decisiones de toda mi vida.
—Aún sigo sin ropa interior— le susurré antes de salir corriendo de la comisaria con Nicol a cuestas antes de que pudiera arrepentirse de dejarme ir.
—Te veré en la casa— gritó tras de mi y supe que era una amenaza.
Si, sin duda la mejor decisión de mi vida.