Capítulo 13: Recompensa.

1851 Words
—Lo siento. Se disculpó Gavin. Raymond venía saliendo del cuarto de baño con una toalla color verde limón enredada en la cintura. Se sonrojó, ¿En serio él había tenido ese tipo de gustos en su juventud? Su madre les dijo que todo lo que estaba en su habitación estaba tal cual lo había dejado antes de marcharse a la ciudad. —Tu madre es una persona decidida. Contestó Ray sin mirarlo, eso le dolió. Se mordió el labio mientras lo miraba hurgar en su maleta. Hoy había sido un gran día. Primero el viaje en jet. El helicóptero. La gran fiesta que había organizado sus padres para que conociera a toda la familia. No recordaría los nombres de tantos tíos, tías, primos. Eran demasiados. Era fácil para cualquiera distinguir que Raymond estuvo incómodo casi todo el tiempo y para colmo. Su madre no los dejo marchar a la posada donde habían hecho reservaciones. Por esa razón ahora se encontraban ahí, en su antigua habitación. Su madre le había dicho que la habían conservado tal cual como la había dejado… Era obvio. Tan solo al entrar se dio cuenta de que seguía siendo la habitación de un adolescente, era vergonzoso. Los posters de grupos de Rock y Vin Diesel, decoraban toda la mitad de una pared. Por lo menos habían cambiado su cama individual por una matrimonial y su madre había colocado sabanas nuevas. Debió también cambiar las tollas, esos colores se veían raros en un hombre como Raymond>> —Escucha. Dijo él sentándose en el borde de la cama. >>—Si de verdad estás incómodo, podemos irnos a la posada de inmediato, hablaré con mis Padres y… —No importa. Lo cortó él. Arrojó unos pantalones de pijama sobre la cama y se giró hacia él. >>—Si hacemos eso estaré de por vida en la lista negra de tu familia, ya les caigo suficientemente mal. Él se cruzó de brazos y le dedico una mirada irónica. —No es verdad. Alegó, pero al final tuvo que admitir que él tenía razón. Era obvio que a sus hermanos no les agradaba, esperaba limar esas asperezas. Raymond era su prometido, y quería que estuviera bien con su familia. No recordaba nada, y la razón del porqué le había ocultado su relación a su familia lo perturbaba. Quería por lo menos cambiar eso ahora. >>—Solamente no quiero que estés incómodo, hablaré con ellos. —Nos quedaremos aquí, solo espero que al rato no me reclamen nada. Ray sonrió. Gavin enarcó una ceja. —¿Qué quieres decir? Ray rápidamente llego a la cama, tiro de sus piernas hasta que quedo recostado, no pudo evitar gritar de asombro. —Bebé… No eres precisamente silencioso. Movió simultáneamente las cejas y Gavin se sonrojó ante la insinuación. >>—Y no por estar en casa de tus padres, renunciaré a tu lindo culito. Raymond comenzó a arrancarle la ropa, sus pantalones de pijama fueron lo primero en salir volando por la habitación. Su camiseta fue lo siguiente, no llevaba ropa interior. Así que en un instante estaba desnudo y vulnerable, mostrándose ante Ray. El cual en un solo movimiento se deshizo de la toalla, rodaron por el colchón hecho un revoltijo, por donde le tocaba, iba dejando estelas de fuego, el olor limpio y natural de su piel se convirtió de inmediato en un embriagador afrodisíaco para Gavin. —Me vuelves loco. Plantó una mano en su pecho y a continuación empezó a comerle el pezón. Gritó al sentir aquel calor abrasador y el azote de su lengua, notando cómo se tensaba con cada suave lametón. Deslizaba sus codiciosas manos por su piel húmeda, ya que acababa de ducharse, no se había secado por completo. No pudo parar de acariciarlo y apretarlo. Buscando los puntos que le hacían aullar y gemir. Quería volverlo loco y necesitado como él lo hacía sentir. Entrelazo sus piernas con las suyas para intentar darle la vuelta, pero pesaba demasiado y era muy fuerte, Raymond levanto la cabeza y le sonrió. >>—No bebé, te quedaras quieto y me dejaras jugar, es lo mínimo que merezco después de que una de tus tantas tías me puso a picar verdura. Gavin no pudo contener una carcajada. Había visto a Raymond cocinarle en su apartamento. Pero simplemente en la cocina de su madre rodeada de mujeres se había visto… fuera de lugar, aun así, había aguantado lo mejor posible. —No les importo que fueras gay, has logrado conquistarlas a todas. Todas quedaron encantadas con su hombre. —Es mi encanto natural, bebé. Gavin podría no recordar nada de su pasado. Pero en ese momento podía asegurar que lo que sentía por él. Viendo aquella sonrisa y aquel fuego en sus ojos. Era tan intenso que dolía. Sin duda podría asegurar que lo amaba, no podía recordarlo, sin embargo, su corazón le aseguraba que él estaba loco de amor por ese hombre. —Raymond… No sabía que más decir, no creía que confesarle amor en ese instante fuera lo correcto. Lo bueno fue que no hubo necesidad de hablar más. Raymond lo besó profundamente, lamiéndole la boca de aquella forma tan abrazadora y posesiva que pensó que podría conseguir que se corriera con un simple beso. Todo en él lo excitaba. Desde cómo le veía y lo sentía bajo sus manos hasta la forma en que lo miraba y lo tocaba. Lo que codiciosa y calladamente exigía de su cuerpo, la intensidad con que le daba placer y obtenía el suyo a cambio, lo volvía loco. Pasó las manos por su sedoso pelo húmedo, el vello crespo de su pecho le atormentaba los pezones erectos, y el contacto de su cuerpo, duro como una piedra, con el suyo bastaba para ponerlo tan duro y necesitado. —Me encanta tu cuerpo. Susurró, desplazando sus labios desde sus mejillas hasta la garganta. Con una mano le acarició el torso desde el pecho a la cadera. >>— No me sacio de él. Mordisqueando y lamiéndole el hombro, descendió hasta cogerle el otro pezón entre los dientes, tiró de él, y el pequeño ramalazo de dolor hizo que se arqueara emitiendo un pequeño grito. —Por favor —Todavía no. Murmuró, deslizándose hacia abajo. Rodeándole el ombligo con su lengua. >>— Quiero atormentarte, tanto como tú has hecho conmigo. ¿Cuántos pretendientes de la escuela abrazaste? Tembló al sentir una de sus manos ascender por sus piernas y su aliento abanicar junto a su polla dura. —¡¿Qué?! ¡Oh, Dios!… Raymond lo cogió de las muñecas y las sujetó contra el colchón. —¿Cuántos de esos hombres fueron más que simples pretendientes? —No tengo memoria, ¿Cómo voy a saberlo? Se defendió, era algo retorcido utilizar su falta de memoria, pero con él tocándolo de esa forma no podía pensar. —No bebé, no los conoces, pero ellos a ti sí, vi en sus miradas deseo por ti. —No es verdad. —Sí que lo es… pero eres mío, solo mío. Sintió un violento estremecimiento de excitación, ¿Por qué su posesividad lo excitaba tanto? Entonces volvió a deslizarse hacia abajo y se tensó. —Espera… Pero no lo hizo, rápidamente tragó por completo su polla. Un jadeo quedó atorado en su garganta. Se lamió los labios resecos. Su habida boca lo estaba volviendo loco, con largos lametones. Se agarró a las sábanas, con tanta fuerza que los nudillos se pusieron blancos —Siii. Lámeme así. Escuchó la risa por parte de él amortiguada por su m*****o en la boca. Separo más sus piernas y sintió una de sus manos hurgar en su agujero, se estremeció. >>—¡Oh Dios! Siguió con la tortura, cuando sintió dos dedos, violar su agujero y rozar ese punto sensible en su interior. Gavin se retorció con las sacudidas del orgasmo, tensándose en lo más íntimo, temblando. Raymond no paro, siguió atormentado su polla, sus bolas y su culo con su lengua y manos mientras se convulsionaba, estremeciéndose con aquella penetración superficial. Un gemido de sorpresa se le escapó al sentir cómo le introducía tres dedos en su canal, los cuales retorcía y le acariciaban. >>—Para… Estaba tan sensible que no tardó mucho en volver a ponerse duro, sus caderas cobraron vida, moviéndose a ritmo de su mano. >>—No puedo… Raymond. Cuando succionó sus pelotas en su boca volvió a correrse, gritando con voz ronca. Gavin se derrumbó contra la cama, jadeaba pesadamente, vagamente fue consciente, de que Raymond se levantaba. Fueron solo segundos. Pronto estaba de regreso. Girándolo para que quedara boca abajo sobre la cama y colocando unas almohadas debajo de sus caderas para levantarle el culo. —No podré… Me has matado. Su voz fue amortiguada por las sábanas, ni siquiera tenía la fuerza para levantar la cabeza, le ardía y le cosquilleaba cada centímetro de su piel. >>—Has acabado conmigo. —Una vez más Le engatusó con ronca voz sexi. >>—Te follaré ahora. —No podré… —Sí que podrás. Gimió al sentir nuevamente sus dedos húmedos en su estirado canal. >>— Tranquilo bebé, conozco tu cuerpo… Eres un pequeño hombre lascivo. Sopló cerca de su oído, lanzándole una lenta corriente de aire en un punto sensible detrás de su oreja, aquel pequeño acto volvió a despertar sus sensibles terminaciones nerviosas. >>— Me encanta ver cómo te corres, bebé… Me encanta oír los ruidos que haces, cómo se estremece tu cuerpo… —Fóllame. Le ordenó, moviendo insinuantemente la cadera. —Gavin… Soltó su nombre al embestirlo, hundiéndose hasta el fondo en una única y feroz arremetida, dio un grito ahogado. Su polla era enorme y dura como una piedra. La conexión era asombrosamente intensa. Emocionalmente, Raymond lo poseía por completo, se apretó a él. Gozando de la sensación de tenerle dentro, llenándolo, —¡Dios!… ¡Qué sensación tan increíble! Gruño agarrándolo con más fuerza. Empezó a follarlo. Clavándole contra las almohadas con unas embestidas feroces. De nuevo lo inundó una oleada de placer que aumentaba con cada vez que lo penetraba con fuerza. Sintió cómo hundía su cara entre su cuello, le sujeto con firmeza. Hundiéndose rápidamente y con fuerza, mientras decía con la voz entrecortada, crudas y explicitas palabras de sexo que lo volvían loco de deseo. Le deseaba desesperadamente, sintió sus manos en sus caderas, lo sujetaba con tanta fuerza que estaba seguro de que por la mañana tendría cardenales en su piel pálida. Se encontraban empapados de sudor, la piel caliente y pegajosa, respirando trabajosamente. >>—Córrete bebé, córrete ahora. Raymond metió una mano por debajo de la cadera, tomando su polla con fuerza. Fue todo lo que necesito, alcanzó el clímax como un torrente que lo dejó sollozando su nombre, hachando la cabeza hacia atrás, estremeciéndose. >>—¡Ah, Gavin! Gruño mientras lo estrechaba con tanta fuerza que apenas podía respirar, subiendo y bajando las caderas mientras se vaciaba todo él. —¡Guau! Logró decir antes de que todo se volviera n***o.
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