Capítulo 9: Donde hubo fuego...

790 Words
Raymond tenía que centrarse y controlarse, estaba perdiendo de vista el objetivo… Pero sentía la furia en sus venas, él quería causarles daño, destruirlos… deseaba… Se levantó rápidamente de la cama y fue en busca de su presa. El hombre que tanto lo alteraba se encontraba en la cocina. Estaba tan concentrado en lo que estaba haciendo. Que no lo había escuchado todavía. Cuando Raymond entró, él estuvo a punto de decirle algo. Pero el suspiro profundo de Gavin lo detuvo. Aprovecho que estaba inconsciente de su presencia, se acercó silenciosamente hacia él. Gavin se inclinaba sobre el mostrador de la cocina, intentando conseguir algo que estaba fuera de alcance. Sus piernas estaban extendidas, los dedos de un pie posados en el suelo, el otro pie levantado ligeramente del piso mientras se extendía. La postura en sí misma lo encendió. Para Raymond no fue nada complicado imaginarlo desnudo en aquella posición, su polla hurgando en su caliente y apretado culito, decidió que era lo que necesitaba. Él demostraría que Gavin era suyo. Él podría haberle estado robando y engañando con Russell, pero para nada por muy buen actor que fuese. Él pudo fingir también la pasión y la lujuria en el dormitorio. Sigilosamente, se acercó a él, se apretó contra su cuerpo, manteniéndolo prisionero contra el mostrador. Sus manos se detuvieron para descansar ligeramente sobre sus caderas, él chilló sorprendido y tropezó mientras intentaba darse vuelta sobre su pie. Raymond lo cogió, su trasero se ha embutido contra su frente, mientras él encontraba su equilibrio. — ¡Raymond! ¡Oh me asustaste! Gavin se rio de su propia reacción, agarró sus antebrazos que se abrigaron alrededor de su cintura. Inconscientemente soltando una marea de deseo hacia Raymond. Todo su olor lo rodeaba, no ayudo a su autocontrol, que su pene entrara en contacto directo con el culo de él. No podía hablar al principio. La lujuria lo dominaba. Raymond cerró sus ojos, bajando su cabeza en una tentativa de aclarar su mente. Tenía que controlarse. No quería hacer algo de lo cual se arrepentiría más tarde. Pero su nariz vino a descansar sobre su pelo, y cuando él inhaló profundamente. Se sintió como aceite echándose sobre una llama viva. Raymond no mostró ningún signo de querer liberarlo. Sus brazos se apretaron a su alrededor. El corazón de Gavin comenzó a correr, pero no porque quisiera escapar, su propio pene llenándose y poniéndose duro. Él deseaba desesperadamente hacer el amor con Raymond, necesitaba ese contacto y esa conexión. —¿Raymond? Él preguntó en un susurro. Raymond se distanció ligeramente y casi gimoteó en la frustración. — Déjame entrar, Bebé. Susurró Raymond en su oído mientras su mano rodaba por su cadera en una caricia lenta, firme y sensual, él estaba pegado detrás de suyo. >>— Te necesito Gavin, por favor... >>— Te necesito Gavin, por favor. Él siguió mientras sus dedos rozaban por encima de la tela de su pijama. Él comenzó despacio, lentamente moviéndolo poco a poco por encima de su pierna a través de la suave tela de seda. Los dientes de Raymond con cuidado pellizcaron el lóbulo de su oreja, y el aliento de Gavin se enganchó en su garganta. — Yo… — Gavin… Me duele por ti bebé Él respiró directamente en su oído. El calor y la humedad de su aliento le provocaba deliciosos temblares. >>—Siente lo duro que estoy por ti. Lo sentía, claro que sí, era difícil no notar lo duro que estaba cuando su polla estaba completamente encajada entre sus muslos. — ¿Aunque no te recuerde? La voz de Gavin se quebró en un sollozo tranquilo de placer cuando, Raymond jaló un poco hacia abajo los pantalones de su pijama y su mano tocó la piel de su cadera. Él se movió convulsivamente. El toque pareció encender más a Raymond. Se inclinó completamente contra él. Tirando sus caderas hacia atrás mientras le doblaba las piernas y recostaba la longitud firme y dura de su virilidad entre la grieta de su culo. Lo sentía perfectamente a través de sus pantalones —¡Oh Dios! Gavin gritó, intentando sofocar el sonido. Pero incapaz de parar. Instintivamente, él se dobló hacia delante ligeramente, empujándose más firmemente contra su erección. La cabeza de Raymond se dobló y besó el lado del cuello de Gavin donde se juntaba su hombro. Su boca estaba abierta, mojada y caliente. Y con cuidado amamantó su piel antes de retenerla y dar al área una lenta lamida, él gruñó satisfecho de sí mismo al ser recompensado por un largo y bajo gemido de las profundidades de la garganta de Gavin. — No pienses, bebé. Solo siente, aunque tu mente no recuerde. Tu cuerpo no te engaña.
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