Capítulo 8: Inseguridades

1420 Words
Gavin contemplaba su guardarropa. La idea previa había sido tomar un baño, pero al buscar entre su ropa se quedó pensativo. Infinidad de elegantes trajes se extendían a todo lo largo, era fácil distinguir cuáles eran los de él y los de Raymond. ¿Cómo podía confundirse si sus ropas estaban a lados opuestos de la pared? Derecha para Raymond, izquierda para él. Adivino cuál era su lado. No solo por la talla, sino porque además en algunos estantes había vaqueros y camisetas. Sabía sin duda alguna que ese era más su estilo que trajes a medidas. Sabía por intuición que con eso se sentiría más cómodo. Pero al contemplar su guardarropa le había ayudado a comprender muchas cosas. La diferencia entre ambos hombres era demasiada. Tal vez por esa razón, Raymond se molestó al verlo en su despacho. Era la única respuesta que podía darle a su actitud. —Gavin… Lo siento, de verdad. Sorprendido, Gavin se volvió al escuchar la voz de Raymond. —Creo que yo soy el que debe disculparse, evidentemente, tú y yo vivimos vidas separadas, ¿Aunque no sé por qué? Así que tendrás que perdonarme mientras intento acostumbrarme. Afirmó sin ninguna emoción. —No, ¿Por qué dices eso? Tú y yo somos pareja, lo que sucedió… —Es la suposición a la cual he podido llegar. No me puedes culpar por eso. Ni siquiera estamos compartiendo la misma habitación. Señaló alrededor del vestidor. >>—Tenemos divisiones entre nuestras ropas. La habitación en la que estoy no la siento como mía. Nada en este departamento siento como mío… ¿Has visto la silla que está junto a la chimenea falsa?, sé que pondría unas almohadas de colores ahí. En el gran salón me he imaginado horas leyendo en las noches frías. Así que una manta doblada en alguno de los respaldos sería, perfecto. Te ha molestado que entre a tu despacho. Gavin tomó una profunda respiración. >>—No he podido encontrar ni una sola foto de ambos justos. No mencionaría la caja secreta, por ahora guardaría esa información para sí mismo. >>— ¿Por qué vas a casarte conmigo, Raymond? ¿Es verdad o solo dijiste por evitar que Andrew tomara más decisiones? —Ven aquí. Dijo él entonces. Y antes de que Gavin pudiera protestar, lo guio hacia la habitación. Ambos tomaron asiento en el borde de la cama. —Quiero pedirte perdón por lo de antes, he sido un grosero y no tengo ningún derecho a serlo. —No creo que la palabra “grosero” sea lo bastante fuerte. Dijo Gavin. >>—Más bien te has portado como un imbécil. No supo Gavin de donde había salido el valor para enfrentarse a Ray. —Sí, es verdad. Asintió él, sorprendido por esa réplica. >>—Y por eso te pido perdón. No tengo ninguna excusa. He estado muy ocupado entre el trabajo y solucionar lo del viaje… Y he pagado mis frustraciones contigo, es imperdonable, pero te pido que me perdones de todas formas. La mirada de Raymond parecía sincera. —Acepto tus disculpas. —Y en cuanto a lo demás… Raymond empezó a acariciar su pelo. >>—No vivimos vidas separadas, Gavin. Yo me estoy quedando en la otra habitación en consideración a tu estado, no me parecía justo esperar que durmieras con un hombre que es un extraño para ti. No quería presionarte. —Yo pensé… —Puedo imaginar lo que pensaste, ya lo has dejado claro. Gavin agacho la cabeza. Él le había señalado las cosas que le resultaban extrañas. Pero no le dijo a la conclusión a la que había llegado. —Pensaba que no me querías. Dijo prácticamente en un susurro, dudaba siquiera que Raymond lo hubiera escuchado. Él tomó su cara entre las manos para mirarlo a los ojos. Después inclinó un poco la cabeza. Gavin se quedó sin aliento. Esperando sin saber bien qué… Pero sintiendo un anhelo desconocido, cuando sus labios se encontraron por fin. Fue como una descarga eléctrica. Un cosquilleo que se extendió por todo su cuerpo como un incendio. Instintivamente, se arqueó hacia él para estar más cerca y al sentir el roce del duro torso masculino dejó escapar un gemido de satisfacción. Mientras lo besaba experimentó una sensación de paz. De bienestar que no había experimentado desde que despertó en el hospital sin saber quién era. —Tu cuerpo me recuerda, bebé. Aseguró él, sonaba satisfecho, casi arrogante. Pero eso le dio confianza, parecía contento con la idea de que lo recordase. —Si te pidiera que te tumbaras conmigo un rato, ¿lo harías? Se sonrojó ante la mirada inquisitiva del hombre. >>—Me duele un poco la cabeza, pero quiero sentirte cerca de mí, ¿Es mucho pedir? Raymond le sonrió, después lo ayudo a subir a la cama. No llevaba saco, pero se aflojó el botón superior de la camisa antes de quitarse los zapatos. En cuando él se recostó a un lado. Gavin se apretó contra el hombre, con la cabeza sobre su pecho, su mano enyesada a través de su cintura y enredo sus piernas con las de él. Suspiró satisfecho, se sentía tan bien. Escucho la risa de Raymond. —Siempre has sido una cosita posesiva. Levantó el rostro hacia él. —¿Siempre hago esto? —¿Enredarte como un pretzel a mi alrededor? Preguntó en tono divertido. >>—Siempre te has adueñado de nuestra cama. —¿Te molesta eso? Raymond besó su frente. —No, siempre me cuesta trabajo alejar mis manos de ti. Él envolviendo sus brazos a su alrededor y atrayéndolo más contra su cuerpo. >>—Duerme bebé, yo velare tu sueño. Gavin automáticamente cerro los ojos. Sintió una gran paz al respirar el maravilloso aroma del hombre, y después de horas había encontrado por fin algo que, si le resultara familiar y maravilloso, el olor y la calidez de su hombre. Raymond no recordaba haberse quedado dormido. Se levantó de golpe al no sentir el cuerpo delgado y cálido de Gavin. La habitación estaba oscura. Por la ventana alcanzaba a ver las luces de la ciudad. ¿Qué hora era? ¿Dónde estaba Gavin? Escuchó un zumbido y supo lo que lo había despertado. Tomó su celular de la mesilla de noche. No miró la pantalla al momento de contestar. Se maldijo mentalmente al escuchar la voz de Russell. — Griffin —¿Qué quieres? Preguntó bruscamente. En un principio pensó que colgar sería una buena idea. Pero ese maldito solo insistiría. Había dejado infinidad de mensajes en la oficina. Su correo electrónico, su buzón de voz. —Quiero hablar con Gavin. —No. Dijo rotundamente. >>—El Médico dio instrucciones de que no deberíamos alterarlo demasiado, “Mi prometido” necesita descansar. Recalcó “Mi prometido” para que al idiota ese le quedara claro de una vez por todas que Gavin era suyo. Quería hacerle daño a Russell. Quería que sufriera. Lo mismo que Ray había sufrido por la traición de ambos. —Deja de decir esa mierda, ni tú mismo te lo crees. Raymond se tensó. >>—Aunque Gavin siempre pensara lo contrario yo sé que, para ti, él solo es otro culo que joder. —Atrévete a decirme eso a la cara. Raymond apretó los puños. —Eso no sería un problema, solo sal de tu escondite y enfréntame como los hombres. Raymond ya no podía soportarlo más. —Lo que te jode es que Gavin este conmigo. Al otro lado de la línea se hizo silencio. Aprovecho esa oportunidad para clavar más a fondo el puñal. >>—Él es mío, y tienes razón. Yo soy el que jode ese lindo culito todos los días, te ha salido mal el plan. ¿A qué sí?, pensabas robarme en la empresa y he frustrado tus malditos planes. Te ha salido el tiro por la culata y para colmo, yo soy el que tiene al hombre, no tú. —¿De qué rayos hablas? Lo único que tienes que me interesa es Gavin, ¡Y deja de hablar de él de esa manera! No es tu puta, ¡Malnacido hijo de perra! Raymond decidió que ya había dicho demasiado. Aunque se estaba divirtiendo en grande haciendo enojar a Russell. —Aléjate de Gavin, no te quiero cerca y si lo intentas, sabrás de una vez por todas quién es Raymond Griffin. De un golpe lanzo el teléfono sobre la cama exclamando una maldición.
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