Capítulo V: Entre buenas y malas

1387 Words
(Antes del accidente) Su pulso cardíaco estaba acelerado, no sabía a dónde se dirigía. Solo sabía que debía alejarse lo más posible. —¡Annika! ¡Espera! —gritaba Henrik, tratando de detenerla. Corrió con más velocidad. Sin mirar hacia atrás ni tampoco detenerse. Su cabeza le dolía, tantas palabras y frases que se repetían como una película, no la dejaban pensar con claridad. Anhelaba que esto fuese una pesadilla, de la cual despertaría pronto. No se percataba de los automóviles que con sus molestas cornetas le afectaban el tímpano. Sólo quería alejarse lo más lejos posible de su realidad. Sus ojos se aguaron, haciendo que su vista se nublara a medida que transitaba por las calles. Podía escuchar las voces de las personas que se convertían en un cuchicheo. Estaba en un completo limbo. Cuando se disponía a cruzar la próxima calle, con el corazón hecho añicos, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Sintió un mareo y todo pareció ocurrir en cámara lenta. No se percató de la presencia de un vehículo que veía con más velocidad de la permitida. No le vio la cara al conductor. Sólo escuchó un grito desesperado. Su cuerpo fue arrojado a varios metros a causa del golpe. Pronto escucho como bajaba del vehículo en dos zancadas, tomando su pulso. Todo le daba vueltas, el mundo no dejaba de girar haciendo que cierre los ojos. —¿Qué? —murmuro apenas audible. Algunos curiosos se acercaron para observar aquel incidente. —¡Qué alguien llame a una ambulancia! —exigió, mirando a su alrededor—. Estarás bien, sólo resiste un poco más. Esto no podía estar pasándole a ella. ¿Acaso era una psicópata para atravesarse en el tráfico? ¿Quién era este hombre que tomaba su mano entre la suya con suavidad, transmitiendo calma y confort al mismo tiempo y por último y no menos importante ¿Por qué se quedaba con ella hablándole y preguntándole sobre la razón del porque había cruzado la calle tan imprudentemente? Pero ahí estaba él escuchando. Decidió quedarse con ella hasta que la ambulancia viniese a recogerla, incluso pensó en acompañarla hasta el hospital, y estar pendiente de ella. Sin saber la verdad sobre ella. A los pocos minutos, una ambulancia llegó, y los paramédicos la trasladarían hasta el hospital más cercano. La estabilizaron en una camilla. Aunque seguía consciente, no quería soltar a aquel hombre. Pero él le prometió acompañarla; se quedó con ella incluso cuando la llevaban en la ambulancia, su tacto amable seguía entrelazado con sus dedos. Y luego lo escuchó, en una súplica distante de una promesa. —Ann, tienes que soltarme —le susurró bajito en lo que supongo era el pasillo del hospital. Había escuchado sobre hacerle una radiografía, era urgente, podía percibir el aroma de su propia sangre. El metió los dedos entre los suyos y no pude evitar aún a un latido de la inconciencia fruncir el entrecejo. “No, por favor no me sueltes” Pero las sombras de los dedos de su conciencia la atrapan perdiendo la batalla y con ello el contacto que la mantenía en tierra. (Después del accidente) Abre los ojos repentinamente encontrándose desorientada al visualizar una habitación pintada de blanco, con varias máquinas pegadas a su cuerpo que emiten pitidos. Se percata que lleva puesta una bata de color azul, la vía intravenosa en el brazo izquierdo, un yeso que le cubría el brazo derecho, una venda en la cabeza y varias suturas alrededor de su cuerpo. “¿Qué ha sucedido?” Se pregunta mentalmente. De repente se abre la puerta, entrando por ella una mujer de baja estatura vestida con un uniforme blanco, por lo que supuso que se ha trata de una enfermera que lleva una carpeta en sus manos. —Señorita Kjaer, ¿Cómo se siente? —pregunta, dedicándome una dulce sonrisa. La observa con suspicacia, Annika luce aturdida. —¿En dónde estoy? ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué estoy aquí? —demanda saber— ¿Dónde están mis padres? Ella quería huir de ese hospital, marcharse a algún lugar donde no pudiese ser encontrada. Disfrutando de la libertad plena, sin preocupaciones. Llevando la vida que siempre ha querido, cumpliendo sus sueños. No vivir con miedo, ni tampoco ser parte de algo que es una total perdición. Pero todo eso está lejos de la realidad. —No te preocupes, todo está bien —susurra, acomodando la sábana—. Por suerte, el señor Di Marco se ha encargado de ti, y no pasó a daños mayores. Sólo tienes una fractura en el brazo y algunos golpes. Por lo que se practicó un estudio para determinar cualquier daño cerebral. Cierra los ojos, tratando de recordar lo que había sucedido hace unas horas atrás, pero una punzada en su cabeza, le advierte que no se encuentra en condiciones para hacerlo. Sólo recuerda la visita del abogado, la charla que tuvieron, la huida y después… Sacude la cabeza, buscando las palabras adecuadas para preguntar sobre qué había pasado realmente; sin embargo, la puerta de la habitación se abre nuevamente, entrando sus padres. La señora Kjaer tiene la mirada decaída, sus ojos lucen exhaustos con grandes ojeras que ni siquiera se preocupa por ocultar, parece como si no ha dormido en meses. Ambos caminaron hasta ella, con semblantes de preocupación. —¡Oh, cariño! —exclama la señora, rompiendo en llanto—. Nos tenías sumamente preocupados. La abraza, mientras Annika coloca la cabeza cerca de su cuello, haciendo que el perfume de la señora Kjaer, le diese cosquillas en su nariz, por lo que le da alergias. —Lo importante es que has despertado —intervino el señor—. Lamentamos no haberte dicho la verdad a tiempo. Hemos sido unos malos padres. Su padre la sujeta por la mano. Annika debería estar molesta, por el secreto que le han ocultado, sin tener presente las consecuencias que le traerían a ella. Sin embargo, no puede apartar la calidez de sus brazos ni tampoco los sentimientos y sacrificios que han hecho, por lo que lo considera incensario. Su madre suspira, buscando las palabras adecuadas para explicarle a su hija lo que realmente había pasado. Siente que le debe mucho por explicar. —Tuviste un accidente —murmura, limpiándose las lágrimas—, un vehículo te atropelló. Le contaron que el conductor se había hecho cargo de ella, estando atento en cuanto despertarse. Por suerte, una amiga de Kristine trabaja en el hospital, de enfermera, por lo que logró a identificar cuando llegó a la sala de urgencias, por lo que comunicó con su hermana mayor. —Pensamos que te perderíamos —comenta su madre—. Después de esa visita y la conversación durante tú cumpleaños. No sabíamos que hacer ni en qué pensar durante estos cuatro días. —¿Cuatro días? —repite, quedándose perpleja. Llevaba varios días inconciente en el hospital. —Quizás, sí te hubiésemos dicho la verdad todo esto no hubiese terminado así —dice su padre, bajando la mirada—. Pero ahora lo que importa es que te estás recuperando y podrás volver a tu vida normal. “¿Vida normal?” Se dice mentalmente, eso ni siquiera existe para mí, tengo decisiones que tomar. —No recuerdo absolutamente nada de lo que pasó. —Su mente se encuentra en una niebla. —No hagas esfuerzo, mi niña —Su madre intenta consolarla— En cualquier momento recordarás todo, no te precipites. Lo importante es tu salud. Esperamos por los estudios, así que luego podremos volver a casa. Asiente, esperando con ansias los resultados para regresar a su morada. No quería seguir un momento más en ese incómodo lugar. Tenía tantas dudas que merecían ser contestadas. Aunque una pregunta en específico se remueve en su mente. ¿Quién la había salvado? ¿Por qué no estaba con ella? Por más que hace el esfuerzo por recordar, sus esperanzas se quedan a medias. Lo único que siente es una extraña conexión, algo inexplicable dentro de sí misma. ¿Desde cuándo sentía eso? ¿Acaso sería un hombre? Suspira, anhelando que los siguientes días empiece a recordar lo vivido durante ese accidente, pero las cosas buenas. Incluyendo el rostro de esa persona. Se le escapan de las manos haciendo imposible recordar.
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