Capítulo IV: La verdad

1734 Words
Una sensación amargada en su boca va aumentando a medida que se acercan a su destino. Si no fuese el cojín del automóvil hecho de un material resistente, Annika tiene la certeza de que ya lo hubiese dañado, por estar pasando sus uñas en él. Un sentimiento impropio la ha estado invadiendo, presiente que algo está por suceder. El enfrentamiento con unos de sus hermanos es indicio de un mal presagio. Aunque ya podrá estar más tranquila, al momento de volver a París, en donde no tendrá que lidiar con el comportamiento egoísta de su hermano, quizás el tiempo separado le haga reflexionar sobre sus indiferencias, por lo que ella anhela un cambio radical. —Es un lugar muy hermoso —dice Kristine, sacándola de sus ensimismado—. Me encantaría vivir por este lugar, alejado del bullicio de la ciudad. ¿Qué opinas Ann? Sacude la cabeza porque no le ha prestado la mínima atención. Ni siquiera se había percatado que llegaron a su destino. Sólo observa al automóvil ingresar a través de un portón de verjas negras hasta estacionarse frente a una casa estilo campestre. Cuando baja del auto, todavía siente esa pesadumbre en el estómago. ¿Por qué ese sentimiento inoportuno? Kristine se adelanta, pero casi se cae en los escalones por andar brincando. Toca el timbre varias veces, riéndose como loca. Escucha una voz que proviene del interior de la casa, cuando repentinamente abren la puerta, una mujer de cabello rubio y ojos azules, los recibe con una cálida sonrisa. Es su madre. —¡Los estábamos esperando! —exclama, dejando ver el brillo en sus ojos—. ¡Feliz cumpleaños, cariño! Annika abraza a su mamá, dándole un beso en la mejilla. Su padre se asoma en la puerta. —Hola querida, feliz cumpleaños —habla, acercándose a ella para acariciar su cabello—. No puedo creer que mi niña, ya es toda una mujer. Recuerdo cuando te tenías en mis brazos y mírate ahora. Las mejillas de Annika se sonrojan. —¿Qué tal el viaje? —pregunta su madre. Kris finge una mueca de dolor, su mamá la intimida con la mirada. —Por lo menos llegamos completos —bromea, dándole un beso en la mejilla a su padre—. La próxima vez nos envían un jet privado. Su familia se miran los uno a los otros. —¡Ponte a trabajar si quieres comodidades! —reprocha su madre—. Hace un poco de frío aquí fuera, entremos a la casa. —Despeja la entrada—. La comida será servida. Dentro de la morada, la calefacción empieza a surtir efectos. La familia coloca los abrigos sobre los percheros en la entrada. —¿Snaps o cerveza? —sugiere el señor Kjaer, mostrando las bebidas. —Snaps —contestan a unisono. El hombre asiente, sacando varias copas para servir las bebidas. Un silencio invade la habitación, colocando el lugar como un sitio olvidado. Annika solo quiere que todo esto haya de terminar, no soporta el ambiente junto con su hermano, siente que le falta oxígeno. El señor Kjaer, los invita a pasar a la mesa. Así que Kristine aprovecha para decir unas palabras de aliento a su hermana, sacando una hoja arrugada de su bolsillo. —Antes que nada, tomaré la palabra para expresar algo sobre mi hermana —generaliza—. Gracias Ann, por ser parte especial de nuestra vida, por compartir con nosotros y espero que disfrutes mucho. Te adoramos hermana. Y ella se tarda unos minutos, dando su sermón. También lo hace Henrik, menos Harald. Éste se siente incómodo, porque no deja de removerse en la silla. Sin embargo, alguien toca el timbre. La familia se sorprende. —¿Quién podrá ser? —inquiere la señora Kjaer—. ¿Alguien ha invitado a otras personas? Niegan con la cabeza. Ella camina hasta la puerta, cuando lentamente la abre. Observando a un hombre mayor, vestido elegantemente y lleva un maletín. —Buenas noches, señora —saluda el hombre, acomodándose el abrigo—. ¿Aquí vive la señorita Annika? La mujer frunce el ceño, tragando saliva. —Buenas noches —responde ella, secamente—. ¿Quién es usted? ¿Y para qué está buscando a mi hija? —Soy el Dylan Magnus, abogado de la señora Kuznetsova —se presenta—. Su tía me ha enviado a hablar con la señorita. Un escalofrío recorre por la columna vertebral de la señora, sabe que es el momento. Ella lo invita a pasar, sin dejarle otra opción. Avanzan por el pasillo hasta la cocina. Todos se miran de forma extraña al invitado que acaba de llegar. Camina en dirección hacia a ella sin despejar la vista, los latidos de su corazón se intensifica, un nudo de forma en la garganta. ¿Quién es este hombre? ¿Qué lo trajo a su casa? Son muchas de las preguntas que invaden su mente. —Buenas noches, señorita Annika tenemos que hablar —rompe el incómodo silencio—. Es momento que sepa la verdad. Annika mira hacia todos lados. —¿Quién es usted? ¿De qué verdad está hablando? —demanda saber, con lágrimas en sus atisbos—. ¿Qué está pasando? ¡Exijo una respuesta! ¡Mamá! ¡Papá! —Hija tranquilízate, por favor —interviene su madre—. El señor Magnus está aquí porque necesita hablar contigo. —¿Hablar de qué? —espeta, golpeando la mesa con los puños—. ¿Cuál es el misterio? ¿Por qué no hablan de una buena vez? La sangre le hierve, esperando saber el gran secreto. —¿Podemos hablarlo en privado? —sugiere el abogado—. Te aseguro que después de nuestra conversación, responderé todas tus interrogantes. Annika se queda sumida en un profundo silencio, reflexionando por hablar con él, pero la intriga carcome su cerebro por lo que decide aceptar la propuesta. —Está bien —afirma, encogiéndose de hombros. La señora Kjaer los conduce a un sitio visible, pero dándole la privacidad necesaria. Ambos se acomodan en sillones de terciopelo, dentro de una habitación pintada de rosa pálido. Mirándose de frente. —Primeramente, debes saber que esto no puede tomarse a la ligera, es un asunto delicado —aclara, colocando el maletín sobre su regazo—. Escucha detenidamente cada palabra, después harás todas las preguntas necesarias. Ella asiente, esperando que el hombre hable sobre el tema. Le explicó que sus padres no eran los señores Kjaer, sino los Kuznetsov. También que había nacido en Rusia, pero al fallecer sus padres, su tía decidió protegerla dándola en adopción a ellos. Su verdadero nombre es Ksenia Kuznetsova, y no Annika Kjaer. —¿Pero de quién me protegen? —pregunta ella, quedándose perpleja ante las respuestas. —De tus enemigos —responde. —¿Enemigos? —repite, parpadeando—. ¿A qué se refiere con eso? —Cariño, eres la hija de un reconocido criminal —susurra, mirando hacia todos lados—. Tu padre fue el líder de una mafia peligrosa, específicamente la Bratva. Sus enemigos acabaron con él y con tu familia, pero no saben que todavía hay una sobreviviente. —Espere, ¿Mafia? ¿Criminal? ¿Sobreviviente? —Se rasca la nuca—. ¿Usted está seguro de eso? ¿Acaso me está jugando una broma? Las facciones del hombre se tornan totalmente serias, Annika cree que no está hablando en serio, pero su expresión es lo contrario. —No estoy bromeando —rectifica, sacando unos papeles de su maletín—. Verifícalo por ti misma. Eres la heredera de la mafia rusa. La cual ha estado bajo la tutela de tu tía Alessa, desde la muerte de tu padre. Es momento de que tomes el poder. —Yo no puedo hacer esto —se niega—. No mato ni una mosca, mucho menos tengo la potestad de administrador un negocio tan grande. ¿Por qué no buscan a otra persona? —Lo siento, Annika. Pero esa fue la voluntad de tu padre —recalca, levantando los hombros—. Además, no estarás sola, y recibirás un entrenamiento para que todo salga bien. —No lo sé —responde dudosamente—. Yo quiero ser una persona normal con una vida. Quiero terminar mi carrera de medicina en la universidad, no quiero vivir oculta por el miedo a ser asesinada o cualquier cosa que se les ocurra. —Ya sé que no esperabas esto. —El hombre suspira con pesadumbre—. Tú tía me envió a buscarte, no podía seguir esperando más tiempo. —¿No hay más sobrevivientes? —demanda saber—. No creo ser la única de esa familia, deben haber más miembros. Niega varias veces. —No querida, solamente estás tú —puntualiza—. Tú hermana mayor murió junto con ellos en el atentado. Por lo que debes viajar a Moscú para encontrarte con tú tía. Annika se encuentra en una encrucijada, no sabe qué hacer ni cómo actuar. —Todo esto me parece absurdo —musita. —Entiendo, que todo esto te resulte extraño, pero es la realidad. —Sus palabras no le sirven de consuelo—. Debes tomar una decisión, no te vamos a presionar solo cuando estés lista. Te ayudaré. Disculpa, no quise arruinar tu cumpleaños —murmura él—. Pero, era muy importante que supieras la verdad. Annika se seca las lágrimas con rabia. —No se preocupe, es su deber —dice, levantándose del asiento—. Por lo que no tengo otra opción, aunque lo pensaré. Un sollozo se escapa de sus labios, mientras se aleja. Es difícil contener el dolor que siente al recibir una noticia que cambia el curso de su vida. Saber que todo ese tiempo ha estado viviendo bajo un mundo de mentiras. No sabe en quién confiar. Harald tenía razón, ella no pertenece a esa familia. ¿Qué hará ahora? No quiere aceptar la cruel realidad, no quiere ser parte de un mundo oscuro, en donde tiene que encargarse de negocios ilegales y muertes. Ella no es de esas personas. Creyó que solo eso pasaba en las películas, pero nunca se imaginó que sería realidad. —¿Por qué me tuvo que tocar esto a mí? —gimotea, con el corazón afligido—. Ahora mis sueños se han truncado.
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