Después de que el médico diese la orden de alta, no dudé ni un segundo en cambiarme rápido. Quería dejar ese repugnante lugar, lo antes posible, necesitaba volver a mi hogar.
Tomamos un taxi hasta la casa. Durante el largo trayecto no podía dejar de pensar en aquel hombre, que había sido el culpable de aquel acontecimiento, pero no puedo negar que fue todo un caballero conmigo. Deseando volverlo a ver.
Cuando llegamos a casa, me apresuré a entrar con prisa, el clima en Copenhague no era muy agradable. El frío azota mis huesos.
Kristine, mi hermana, se apresuró recibirme con los brazos abiertos y sus ojos llorosos. Me abrazó tan fuerte que casi me lastima.
—¡Ann! —murmuró, limpiándose las lágrimas con las mangas de su suéter—. Te hemos echado de menos, aparte nos tenías preocupados. No sabíamos de ti, desde que ese hombre llegó a arruinar tu cumpleaños.
—Lo importante es que estoy en perfecto estado de salud, y me encuentro en casa —comenté, acariciándole la espalda.
—Te tengo una sorpresa —dice, sonriendo—. He preparado tu comida favorita. Pero antes debes darte un baño, hueles a antisépticos. —Arrugó la cara, cubriendo su nariz.
Asentí subiendo a mi habitación. Sin embargo, ni siquiera el baño me hizo quitarme los recuerdos ni la huella de ese hombre. Cada segundo lo tenía presente en mis pensamientos. Una sensación extraña que no había sentido con nadie más, algo inexplicable que lo hacía diferente a los otros hombres.
Después de la ducha, bajé hasta la cocina en donde mi hermana había preparado un filete de anguila acompañado de varios aperitivos y vino. También me percaté de un pastel de manzana en el horno.
Mi estómago se sintió demasiado satisfecho, que mi familia se quedó perpleja por el insaciable apetito que tenía, no podía negar que el delicioso aroma a comida recién preparada había traspasado mis sentido.
Me sentía tan cansada, que solo quería irme a descansar. Después de la cena, retorné a la habitación, me dispuse a leer un rato y en menos de lo que esperaba me quedé dormida encima del libro.
***
A la mañana siguiente, me costó bastante levantarme. El cielo resplandece oscuro, anunciando que habrá una nevada. Pues al asomarme al enorme ventanal que da una vista a los canales de Copenhague, los cuales lucen congelados en comparación con los días de primavera o verano, en donde se alfombran con un saludo espléndido verde, que me gusta disfrutar en compañía de Henrik.
Me cambio la ropa a la velocidad de un rayo, bajando a desayunar.
Cuando entro a la cocina, mi hermano Henrik prepara el desayuno. Solo están Kristine y él, por lo que Harold debe haberse ido a trabajar con mi padre, y mi madre debe estar haciendo las compras.
Suspiró, al anhelar el delicioso aroma a café recién hecho, porque le da a la habitación un sentimiento de calidez y hogareño. A diferencia de Kristine, a todos nos gusta el café, es como una adición que no puedes dejar.
Mis hermanos me saludaron con unas cálidas sonrisas. Y en menos de lo que esperaba, un desayuno repleto está frente a mis ojos.
—Ann... Mi madre me ha dicho que después del desayuno vayas a la biblioteca. — Henrik rompe el incómodo silencio.
Asiento, saboreando el primer bocado.
Luego del desayuno, me despido de mis hermanos, salgo de la cocina y camino hacia la biblioteca, preguntándome qué quería hablar conmigo mi madre.
Cuando llego a la puerta de la estancia, doy golpes leves con mi puño. Me permiten entrar y allí está mi mamá sentada en su escritorio y frente a ella, se encuentra el abogado que estuvo en mi cumpleaños. ¿Qué hace ese hombre aquí?
Ambos desviaron su mirada hacia mí, cuando me aclaro la garganta. El jurista se levanta del asiento, estrechando su mano.
—Buenos días, señorita Kjaer —me saluda, le devuelvo el gesto con una falsa sonrisa.
Mi madre me invita a sentarme, y el hombre vuelve a su puesto.
Mi mamá suelta un largo suspiro, mirándome de forma fija.
—El abogado y yo hemos estado hablando de un asunto serio —aclara, colocando los codos sobre el escritorio—. La Parca se encuentra en la ciudad, por lo que debe tener información sobre la heredera de la mafia rusa. Así que debemos ser precavidos, ese hombre no tardará en dar con tu paradero para hacerte daño.
Frunzo el ceño, mirándolo desconcertada. Nunca había visto a mi madre ser tan directa, sus palabras parecen tener gran peso, y por lo visto es algo serio.
—¿Quién carajos es La Parca? —pregunto, rascándome la nuca.
Tanto el abogado como mi mamá se miraron uno al otro.
—Cariño, ese hombre es jefe de la mafia italiana —acota—. Es tu mayor enemigo, por lo que no durará en causarte daño. Por lo que tú padre y yo hemos tomado una decisión.
—¡¿Qué?! —me quejo.
—Viajará a Rusia para empezar con tu entrenamiento, debes asumir lo que te corresponde —sentencia, dejándome con la palabra en la boca—. Tu tía Alessia te necesita, no se encuentra en buenas condiciones de salud, por lo que la responsabilidad recae sobre ti.
—¡Madre! —chillo, apretando los puños—. No creo que pueda manejarlo, es algo demasiado para mí. Siento que los defraudaré.
—No lo harás. —El abogado trata de calmarme—. Estoy segura que serás una gran líder, como lo fue tu padre.
—Pero...
Mi madre se levanta entregándole unos papeles al abogado.
—No toleraré excusas, ni peros —me interrumpe—. No podemos seguir arriesgándonos cuando el enemigo nos está pisando los talones.
Observo de un lado a otro, los rostros serios de ambos. Mis padres no darán su brazo a torcer.
Sabía que perdería todo, por culpa de quién mierdas sea ese hombre. ¿Por qué tuvo que aparecerse?
—Está bien, acepto —afirmo—. ¿Cuándo tengo que partir?
—En tres días viajaras a Moscú —rectifica mi madre—. Solo nos falta unos detalles que afinar.
Asiento, no muy segura con mi decisión. Deseando que apareciera otro heredero para ocupar ese puesto, mientras que yo obtenía mi plena libertad.
Regrese a la habitación, buscando mi portátil entre mis cosas, necesito distraer la mente de aquellos pensamientos que me tienen absorta. Me senté en la cama, mientras la encendía me coloco los auriculares, no hay nada como una música relajante para olvidar estos días pesados.
Quería saber sobre mi pasado. Sobre mi familia, y en especial esa señora Alessia, que es mi tía; así como ese hombre que se apoda “La Parca”, el cual me causaba mucha gracia.
Recuerdo las palabras de mi madre, diciéndome que era mi mayor enemigo. Me lo imagino siendo un señor mayor, pero con experiencia.
Mis manos conquillean por teclear en el buscador su nombre, la curiosidad innata por satisfacer mi deseo de búsqueda se hace más grande. No lo pensé varias veces, y busqué. Sin embargo, los resultados no me sorprende y no encuentro nada útil.
Quizás porque son mafiosos, no son estúpidos para dejarse al descubierto por la gente. Me reclama mi subconsciente.
Seguí indagando en internet, y el tiempo transcurrió rápidamente que cuando levanto la cabeza de la computadora, me doy cuenta que ya es mediodía. Mis investigaciones fueron sin éxito alguno, y no quería preguntarle a mi madre por esas personas, sabía que no se negaría, pero quería averiguarlo por mí misma.
Bajo hasta la cocina para prepararme un delicioso café, acompañado de un exquisitos bollos daneses que prepara Kristine.
Suspiro, porque sé que los voy a extrañar. Mi familia adoptiva me hará demasiada falta. Siento que se me hará difícil estar sin ellos. Aunque será lo mejor, porque estar cerca de mí es estar en una línea de fuego. Corren peligro. Y de ninguna manera dejaría que le sucediese algo malo.