Adriano Di Marco
Los preparativos se llevan a cabo más pronto de lo previsto tal y como esperaba de mis hombres de confianza y de mi mano derecha, Nial.
Rebuscó entre los papeles hasta dar con el indicado, lo guardo en un cajón diferente antes que la puerta sea tocada dos veces.
—Entra —ordenó, volviendo con el papeleo inicial.
Maldigo para mis adentros, cuando la fecha de la boda cada día está más cerca. No sé qué pretextos inventarle a mi madre para que me dé prórroga.
El Consigliere entra a la habitación está vez con aire inquieto, pero acentuando esa mirada perspicaz.
—Tenemos un problema jefe —anuncia de pie frente al escritorio.
—¿Ahora de qué se trata? —inquiero, apretando los puños—. Espero que sea algo bueno. No estoy de humor para estupideces.
—El encargado de transportar la mercancía fue detenido por la policía conduciendo en estado de ebriedad y en exceso de velocidad.
Frunzo el entrecejo rompiendo de una vez el bolígrafo en mis manos. Nial da un paso atrás pero no atreve a mirar la puerta.
¡Lo que me faltaba! La gente no puede hacer un simple trabajo, sin estar cagando las cosas.
—Mátalo, qué sirva de ejemplo —dictamino.
—Si, jefe.
—Y habla con Alonso qué encuentre la manera de devolvernos la mercancía —vuelvo al papeleo, no obstante no escucho los pasos de salida de Nial por lo que espero a que se digne a abrir la boca y soltar lo que tanto le está rondando la cabeza
Mi paciencia empieza a acabarse, y estoy dispuesto a lanzarle el pisa papeles cuando habla.
—¿Has pensado sobre tú futura esposa?
Lo miro incrédulo con la advertencia en mis ojos.
—La Señora empieza a impacientarse Adriano, y nadie quiere estar bajo su mira.
—Lo he hecho —afirmo convencido
No, no lo hecho por una simple razón.
El solo pensar en esa mujer, me produce jaqueca. Preferiría mil veces casarme con aquella joven que atropellé que la estúpida niñata hija de los Kiev.
—Entonces ve y pídele matrimonio de una vez, no tenemos tiempo.
Ruedo los ojos, soltando un suspiro de exasperación.
Cierro el portátil de un golpe, colocando los codos sobre el escritorio.
Mis negocios casi se van a la mierda por culpa de un alcohólico, y me hierve la sangre cuando Nial suelta semejante estupidez.
—Lárgate, Giorgio —ladro furioso, no duda un segundo antes de verlo desaparecer por la puerta cerrando está en un portazo sonoro.
Frustrado me levanto caminando hasta el pequeño mini bar tomando una copa de ron escoses.
¡Qué carajos voy a hacer!
Esta noche tendré una cena, nuestra familia serán los anfitriones para recibir a los Kiev y empezar con los preparativos de la boda. O en su defecto dar por seguro el compromiso, siguiendo las tradiciones.
Trago de golpe el contenido de la bebida sintiendo el escozor quemando mi garganta hasta el esófago.
Tomo el saco del perchero saliendo del lugar, con un único plan en mente
Situaciones desesperadas requieren de medidas a su igual.
Abajo me esperan mis hombres, Franchesco, Anton, Toledo y Misha. Me monto en mi auto viendo cómo ellos se suben en el auto n***o de atrás.
(Esa noche en la cena)
Los empleados se movían de un lado a otro, la gran mesa ya estaba predispuesta a los proximos invitados que no tardarían en llegar.
"Bien"
Pensé cerciorandome de la hora por enésima vez.
Contaba las horas que quedaban antes de la cena de compromiso llevaba a cabo por mi madre, La señora, dónde mientras más alejado me mantuviera de su vista se crearía la brecha ideal para lo que estaba a punto de acontecer.
Pero tampoco podía sacarme de la cabeza a...ella
La necesidad inmensa volvía a nacer con toda la fuerza derrumbando mis barreras, haciendo añicos todo lo que he construido para que nadie llegue a mi.
Había conseguido la información que necesitaba al haber hackeado el sistema del hospital y acceder a sus carpetas, una búsqueda aunque tediosa tuvo resultados fructíferos.
No obstante sentía que si comunicaba a alguien mi interés por ella, las cosas formarían un camino diferente.
Después de todo ella no pertenencia a mi mundo.
Con paso firme me adentre en la cocina encontrando un lío de gritos, los gemelos conversaban tranquilamente en una esquina pese al ruido, alguien lanzo un cuchillo que fue a parar a un lado de mi cabeza que había logrado esquivar, un segundo después Leopoldo había vuelto a gritarle a una de las chicas en consecuencia ella le gritó lanzandole en la cabeza un cacerola caliente.
Tomo el cuchillo a mi lado y lo lanzó en dirección contraria, se clava en la pared entre Leopoldo y Gia.
— Valentina —llamo a la mujer que me crío que observa la escena con una carcajada contenida —Acompañame.
Por alguna razón Valentina y Nial esperaban a mi orden, lo que sea que pida ellos sin duda lo cumplirán.
No existía la duda en sus miradas, en su lenguaje corporal, la lealtal era más fuerte que el miedo implícito creado por La señora.
Con una cosa en mente que reinaba sobre todas las demás, tomé la decisión que iría en contra de La señora por una vez en mi vida privada.
—Cancelen todo. Este compromiso no se llevará a cabo bajo ninguna circunstancia —sus rostros se felicidad y jubiló no tenían precio, me vi contagiado de este.
Ambos acataron mis órdenes sin dudarlo, y sabía de antemano que la familia Salvatore no se iba a aparecer sin importar cuánto mi madre esperara.
Me había encargado de eso personalmente.
Ajuste mi corbata, el saco n***o ocre sobre mi cuerpo, paso con suavidad las frías yemas de mis dedos por las hebras negras de mi cuidado cabello entonces procedí a sacar los guantes de cuero n***o de mi saco de vestir. Un rayo ilumino el cielo destellando sobre las gruesas nubes gris antes de que un trueno le anteceda cuando mis zapatos negros de vestir al fin tocaron la graba de la mansión Di Marco en esta cuidad donde el invierno gélido era capaz de aniquilar todo lo humano de tu ser.
La cuidad del eterno invierno Copenhague, la cumbre de los asesinos.
Sin mirar atrás mientras bajaba loa diez escalones, sabiendo que por aquella cortina de la habitación principal mi madre me observaba de forma minuciosa con ese brillo tenaz que buscaba enterrar sus emociones bajo tierra. Sin embargo una que otra escapaba de su cautiverio.
Mire por encima de mi hombro la última imagen de ella, mi madre, mi progenitora que en algún punto paso a volverse mi enemiga más fiel. Olvidando por un momento que yo era su último hijo.
El único que pudo proteger de las garras avariciosas de mi padre.
La tristeza se mostró en sus iris tan clara como nunca había estado, aunque por fuera usará una máscara de neutralidad, todo lo demás desmentía su teatro. Afianzaba con una mano de una perfecta manicura de uñas pintadas de n***o con cierta fuerza la cortina celeste de ese lugar que antes le perteneció a la verdadera heredera de esta familia. Sus labios estaban fruncidos entre si como si se detuviera así misma a decir o hacer algo.
Era una imagen de antaño que me provocaría dolor, ahora ni siquiera podía pensar en ese sentimiento. No sentía nada.
Una risa irónica quiso escapar, pues al final de todo me había convertido en lo que ella tanto había anhelado.
Volví a mirar al frente está vez adentrándome en el coche n***o pisando el acelerador al tope.
Mis cosas y papeleo se enviará de manera inmediata al día siguiente por la tarde.
Era momento de empezar de nuevo.