Ryan revisaba el auto, estaba convencido de que era un problema en el motor, él sabía poco de mecánica, llamó a la aseguradora, irían a apoyarlo y podrían prestarle un nuevo auto, pero advirtieron que demorarían, eso lo irritó, Ryan peleaba con la aseguradora, gritaba y hacia aspavientos. Ángela bajó del auto, mirando su rostro frunció. Se acercó, intentó hablar, Ryan pidió un minuto para escucharla
—¿Qué dices?
—Bien, diles que vengan por el auto, deja las llaves en una de las llantas, y vámonos.
—¿Pero, lo pueden robar?
—Es cierto, pero las niñas llegarán tarde, ¡Que importa! No creo que lo roben, además, puede llamar a un empleado que venga por él.
—Se tardará una hora en llegar aquí.
—Entonces, deje las llaves escondidas, y hagamos autoestop
—¡Estás loca! —exclamó asustado
Pero
