Capítulo VII: La mujer indicada

1811 Words
Emma había alegado estar cansada lo suficiente para no acompañar a Ángela a comprar los útiles escolares y los uniformes de las gemelas, quienes pronto acudirían a la escuela local. No mentía, se sentía débil, cada día el dolor la consumía, sin embargo, hubiera podido luchar para acudir, no quiso y se las ingenió para convencer a Ryan de que fuera con Ángela y las niñas. Aunque su esposo se mostró reacio, bastó que le hablara con una súplica dulce para que él cediera. Ryan no estaba del todo de acuerdo en que las gemelas fueran a la escuela, que era la única de pie en ese pequeño pueblo Roshyn Du, sin embargo, no podrían conseguir una nueva institutriz con los cursos escolares iniciados, había sido difícil conseguir a Keira, y no quería experimentar un dilema de esos otra vez, odió recordar la voz de esa mujer y sus últimas palabras, decidió olvidarlas. Iban a bordo de la camioneta, las gemelas iban en sus sillas para niños. Ángela de copiloto, el silencio era casi sepulcral, las niñas veían una película animada —¿Le gusta Wallyford? —preguntó Ryan rompiendo el silencio —Sí, pero pocas veces venimos aquí. Luego del breve intercambio de palabras bajaron en el centro comercial. Caminaron por la tienda, comprando la lista de útiles, llevando a las pequeñas en los carritos, era divertido para ellas, Ángela disfrutaba comprarles sus accesorios escolares, escogió las mochilas de distintos estilos —Podrían ser dos iguales —dijo Ryan —Bueno, sí, pero ¿Por qué no dejarles que decidan?, que sigan su estilo, si siempre son iguales no podrán distinguirse, ni siquiera, entre ellas mismas. Ryan la observó impresionado, le parecía inteligente, pensaba similar, pero Emma adoraba a sus niñas idénticas. Asintió despacio, mientras cada niña elegía una mochila de estilo igual, pero color distinto. Luego fueron a la zapatería, ya llevaban los uniformes. Ryan iba a probarle unos zapatos a Mar —¡Espere! Señor Ryan, debe ponerle calcetas— Ángela sacó unas calcetas de su cartera—. Si no coloca las calcetas, luego podrían quedarles muy chicos los zapatos. Ryan no lo sabía, sonrió —¿Dónde aprendiste esto? —¿Eh? —Eres muy joven. —Bueno, cuando mi padre murió, tenía diez años, mamá tuvo que trabajar en los cafetales y yo, tuve que cuidar a Oriana, ella tenía seis años y yo la llevé a la escuela por primera vez. Ryan asintió, la miró bien, había veces que le parecía que hablaba como si no hubiera una barrera de edad entre ellos, y otras le parecía solo una pequeña niña, pero, no, Ángela debía tener por lo menos dieciocho años y él casi treinta y tres, respiró profundo cuando lo recordó. Terminaron las compras, iban a irse, pero las gemelas los detuvieron —¡Papi, tengo hambre! —exclamó Mar Ryan miró a Ángela consciente de que el mejor restaurante estaba por lo menos a media hora —¿Por qué no comemos en el área de comidas del centro comercial? Ryan alzó las cejas, nunca había comido en esos lugares, fue algo raro, pero las niñas se entusiasmaron lo suficiente para hacerlo aceptar. Se sentaron en una mesa al centro, cerca de los juegos infantiles de alberca rellena de pelotas y toboganes. Las gemelas comieron una hamburguesa de McDonald’s, y ellos pollo frito, Ryan disfrutó su comida con gusto, y al terminar, al pasar casi quince minutos las gemelas corrieron a jugar. Ángela observaba a las niñas, cuidándolas —Nunca había comido tan delicioso —dijo Ryan con sinceridad, ella sonrió —Se ha perdido de comidas deliciosas, señor Ryan. Ryan sonrió. Después de un rato pagaron la cuenta, condujeron de vuelta a la casa, a medio camino tuvieron que detenerse, un neumático se había averiado y Ryan tuvo que cambiarlo, se estacionó justo en los lagos de Musselburgh, hacía calor y Ángela bajó con las niñas, mientras Ryan trabajaba cambiando la llanta pinchada. Mar y Brisa corrieron por el pasto verde, luego se sentaron para mojar sus pies en el agua fresca, reían y jugaban, Ángela estaba muy cerca. Una vez que Ryan terminó se acercó, se lavó las manos con un poco de agua del lago, había sudado por cambiar la llanta, y se deshizo de la chaqueta, quedándose con una playera de algodón que, hacía notar sus brazos fuertes, Ángela lo observó bien, era el hombre más elegante y apuesto que había conocido antes «Algún día, cuando me toque la hora de enamorarme, voy a escoger a un hombre tan atractivo como él, como seré una gran maestra y soy guapa, seguro de que lo conseguiré» sonrió para sus adentros, muy segura. —Escocia es el lugar más tranquilo del mundo, ¿No lo crees? —dijo Ryan —Lo es, casi aburrido, pero Roshyn Du se lleva el gran premio, es el lugar de la paz absoluta, pero ya lo sabe, los humanos pueden acostumbrarse a todo, menos a cien años de completa felicidad. Ryan la observó intrigado —¿Parece que te gusta el caos? —Prefiero la vida normal, señor, lo real; donde hay días buenos, malos, regulares, así como el clima, un día caluroso y muchos de invierno gélido, pero tarde o temprano puede volver la primavera. Ryan asintió —A mi madre le gustaba mucho Roshyn Du, vivía tranquila, pero mi padre debía viajar, es que mi abuelo crio solo a mi padre desde niño, mi abuela murió y mi padre se fue a estudiar al Eton, luego cuando volvió era un hombre de negocios ya no vendió la producción, ahora vendía el producto, así nació el café Kareman —Ángela le miraba atenta, adoraba las historias, cualquiera que fuera—. Luego nací yo, y cuando tenía como diez años, mis padres hicieron un viaje a Londres, yo quería ir, pero había un mal temporal, estaba enfurecido porque no me llevaron, recuerdo que no me despedí, me encerré en mi recámara, rabioso porque se iban sin mí, lloré hasta dormir, al despertar, supe que habían muerto, el avión se cayó… —Lo siento mucho —exclamó consternada, compasiva—. Debe extrañarlos mucho. —Bueno, la realidad, señorita Ángela, es que, cuando uno esta tan molesto, no extraña y… de alguna forma ese enojo contra ellos, me hizo que fuera fácil, dolió un poco menos, supongo. Pero, ese no es el punto. Yo fui a estudiar a Eton, luego me gradué en finanzas, me casé con Emma, y su padre tenía el banco Huldrey, y cuando murió decidí hacerme cargo de él, mi padrino se hace cargo de Café Kareman, yo jamás quise volver aquí, creo que nunca podré amar a Roshyn Du, como lo hizo mi madre. —Al final uno siempre vuelve al sitio donde amo la vida. Ryan abrió ojos enormes, sorprendió —¿De dónde salió eso? —Es la canción de las simples cosas, de César Isella y Armando Tejada, es hermosa, realmente, ¿Nunca la ha escuchado? Ryan negó —Un día se la voy a dejar escuchar. —¿Cómo es que la conoces? —Mi padre tenía una madre argentina, pero ella no nos quiso mucho a mi hermana y a mí. Mi padre me dejaba leer y escuchar música que valiera la pena, así que, así es como he escuchado las mejores melodías y he leído buenos libros. Sus miradas cruzaron penetrantes, había un brillo raro, Ángela sintió que su corazón latía fuerte sin previo aviso, las gemelas estaban jugando, caminaron justo alrededor de ellos, peleaban juguetonas, hicieron que Ángela tambaleara, perdiera el piso y cayera al lago, cuando Ryan quiso impedirlo, cayó justo con ella. Brisa y Mar se echaron a reír, mientras Ryan levantó a Ángela, la sostuvo con fuerza a su pecho para que no volviera a caer, pero la cercanía volvió a domarlos, Ryan sintió que se quedaba sin respiración al mirar ese rostro mojado y bello, era imposible que se negara el deseo que experimentaba, era vulnerable, Ángela por primera vez sintió la fuerza de la atracción, su cuerpo tembló de temor y pudo reaccionar alejándose. Durante la cena había mucho silencio, Emma hacía preguntas al respecto, ella sabía que habían regresado mojados, Effie averiguó con las gemelas sobre el accidente, que había enfurecido a su papá. Ryan se levantó antes de que terminaran de cenar, lo que era raro, dio un beso cálido a Emma y le dijo que debía revisar algo en la biblioteca, apenas se fue, ella dirigió la mirada a Effie —¿Mi pedido fue realizado, Effie? —Sí, mi señora, tal cual lo pidió —Ángela sintió la mirada severa de Effie sobre ella, y eso le extrañó —Ángela, me enteré de que adoras leer —ella asintió de prisa—. Siéntete con la libertad de tomar los libros que hay en la biblioteca y leerlos, puedes hacerlo durante la noche, sé que mañana es domingo, tu día de descanso, puedes desvelarte. Además, hay una serie de libros de lecciones de francés, me enteré de que quieres aprender a hablarlo, puedes leerlo y practicar conmigo. —¡Sería genial! —Emma sonrió, aunque era una sonrisa breve —Bueno, ve a arreglar a las niñas para que duerman, y nos vemos después. Ángela asintió, y se retiró. Emma tocó su estómago, un dolor la quemaba por dentro. Effie fue a socorrerla, a como pudo fue a su habitación, se recostó y Effie le inyectó la medicina, el dolor era terrible, pero lo soportaba —¡Ángela no debe saber que estoy tan enferma! ¡Aún no! —exclamó preocupada y Effie le prometió que no pasaría así. —Señora, lo que está haciendo es una locura. —No. ¡No soy estúpida, Effie! ¿Crees que no lo sé? Todo el desagrado de Ryan hacia ella, lo sabemos bien, es una atracción, ella le gusta, la desea, pero no solo quiero la deseé, quiero que la amé, tanto o más que a mí —los ojos de Emma lloraron, mientras apretaba su abdomen que dolía —¡Eso nunca pasará, mi señora! Cómo, usted, ninguna. —Ángela es única, ella se lo demostrará, ella será la única dueña de su mente, de su alma y su cuerpo. La amará tanto que el dolor de mi partida, será solo una anécdota pasajera en su vida, eso quiero, es mi voluntad. —Mi señora… —Vete, y obsérvalo todo, dímelo todo, sin omitir nada, no quiero que Ryan ame a una mujer cualquiera, quiero a una mujer digna, valiente, honesta y hermosa para él. Debe ser ella, debe ser Ángela —Emma tocó su corazón, con el rostro triste pero esperanzado—; Lo creo en mi corazón, que Ángela es la indicada. —Esta bien, señora, esperemos que pase la primera prueba.
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