Capítulo VI: Injuriosa maldad

1710 Words
Ángela caminaba de un lado a otro, pensaba en golpear la puerta e ingresar, pero sentía miedo, llevaba entre sus manos aquel teléfono móvil. Siempre era una persona valiente, pocas cosas le causaban temor, ansiedad o nerviosismo, pero era raro, ese hombre le causaba las tres cosas en un instante. Suspiró y se armó de valor, golpeó solo una vez, y una clara voz dijo «adelante» ella obedeció. Ryan Kareman estaba frente a su laptop, era una junta en videollamada, hablaba en un francés fluido, cuando alzó la vista y observó la silueta de la mujer, su rostro se consternó. Dijo unas cuantas palabras más y terminó abrupto la llamada, luego clavó sus ojos azules en los ojos pardos de Ángela —¿Qué necesitas? —Yo… —ella odió su titubeo, desvió la mirada, pero se sorprendió al mirar los libros de aquella biblioteca, como movida por un impulso incontenible caminó a ellos, era algo casi mágico, había cientos de libros, eran perfectos, todos los que quiso leer antes. Ryan la miraba estupefacto, no había dicho nada, pero ella se atrevía a mirar sus libros. —¿Señorita Ángela? Acaba de interrumpir una junta laboral, espero que lo que la haya traído aquí sea en verdad importante. Ángela volvió al ahora —Oh, sí, señor, lo siento, adoro leer y son tan excelentes libros… Ryan la miró bien, le gustaba como sus ojos se emocionaban al ver los libros, casi liberaba una sonrisa, pero regresó al gesto frío y descortés —¿Entonces? —espetó con firmeza. Ángela bajó la mirada, había perdido el valor, debía recuperarlo, levantó la vista y asintió determinada —Mire esto —ella le mostró el video que se reproducía a través de la pantalla del móvil. El video no tenía sonido, la escena vista desde esa perspectiva era reveladora, y no determinante, no podía evidenciarse que Ryan la hubiese rechazado, podría parecer la escena de una pelea de amantes —¿¡Como demonios conseguiste esto?! —exclamó con furia —Yo… ayer bajé al jardín, necesitaba aire, luego vi a la señorita Keira dejar su móvil, y tomé el móvil, y escuché todo… —¿Tú…? —Yo vi como ella lo acosó, y usted, la rechazó. Ryan abrió los ojos impactados. —Pero, ¿Cómo es que tienes el móvil? —Lo robé, sé que es una conducta reprobable, pero pensé que ella quería enseñárselo a la señora Emma, y no me equivoqué, esta mañana la señorita Keira supo que yo tenía el teléfono, me dijo que, lo chantajearía, incluso me pidió que me uniera a ella, me negué, por eso estoy aquí… —¿Por qué? Pudiste hacerte su cómplice y sacarme mucho dinero, ¿Por qué no lo hiciste, Ángela? Ella le miró confusa, no esperaba semejante pregunta —Yo… no soy así, además, no haría algo para dañar a las niñas, ni tampoco a la señora Emma, ella es buena conmigo. Ryan la miró bien, de pronto ante sus ojos parecía un verdadero ángel, esa bondad que exhibía era la perdición de cualquier hombre, Ryan negó con la cabeza, suplicando que sus pensamientos dejaran de fastidiarlo. Era preferible creer que era falsa —No lo sé, no me convences, Ángela, es demasiado bueno para ser real. Ella arrugó el ceño —Pero, ¿Qué dice? —Solo, que, podrías hacer esto para ganar nuestra confianza y quien sabe… —¿Y quién sabe? ¿Quién cree que soy? ¿Por qué actúa de esa forma conmigo? ¡Siempre lanzando su desconfianza y frustración en mi contra! No es justo, piense lo que quiera, tampoco me importa, yo he sido honesta, he tenido una buena acción, y no lo hago por usted, sino por su familia Ryan la miraba impactado, tenía un temple de acero para mirar sus ojos y enfrentarlo, sin que le importara que fuera su jefe, que fuera quien pagaba su sueldo, sonrió al pensarlo, era tan atrevida, rebelde y malcriada, algo de eso le gustó, era inútil resistirse, la mirada de Ryan se volvió intensa, admirando cada facción de su rostro, eso la puso nerviosa, lo odió de veras, —Cuando vuelvas a hablarme así, debes recordar, Ángela, que soy el hombre que paga tu sueldo, y también el de tu familia. El rostro de Ángela estaba rojo, bajó la mirada, quiso gritarle, pero no pudo. —Lo tengo bien presente, solo una cosa, señor Kareman, le recuerdo que mi familia y yo nos ganamos cada libra con esfuerzo y sudor —le miró con desagrado, dio la vuelta y se fue. La mente de Ryan era un tormento, no le gustaba actuar así, tratarla de esa forma, no era el mismo Ryan Kareman de siempre, el señor amable, generoso y entusiasta, pero Ryan decidió que era lo mejor, de pronto parecía que Ángela era radioactiva, y debía conservar la distancia si no quería salir lastimado. Ángela esperó a que llegará la tarde, las niñas volvieron de sus clases y les dio la comida, Emma había dicho que se sentía enferma que prefería descansar y eso avivó sus sospechas, respecto a lo que escuchó decir a Keira, que Emma estaba enferma. Las gemelas tomaron su siesta de la tarde, y Effie le informó que el señor Ryan la necesitaba, cuando bajó la escalera observó a la señorita Keira entrar a la biblioteca, Effie le pidió entonces que esperara afuera. Ángela decidió caminar al salón principal, tomó el teléfono fijo y llamó a casa, quería hablar con su madre. Ryan observó con desprecio a Keira, ante él esa mujer no valía nada, menos después de lo que hizo —Señorita Keira, mi esposa y yo le dimos trabajo, confiando en su buen actuar, en sus estudios y su decencia, por desgracia nos equivocamos con usted —la mujer abrió los ojos con estupor, el enojo estaba marcando sus facciones—. Lo de ayer, fue inconcebible, pero que todavía lo grabara para chantajearme, es lo más ruin que he visto en mi vida —dijo Ryan mostrándole el video en el móvil, la mujer estaba perpleja, estaba perdida, lo sabía —Señor Kareman… —balbuceó dudosa —Omítalo, señorita, no hablaré más con usted, no perderé mi tiempo. La quiero lejos de mi casa y de mis hijas, está despedida, pero no soy tan cruel, le daré lo que le corresponde por su trabajo, una carta de recomendación, pero no pida más. Estamos siendo generosos y es solo porque no queremos alimentar ningún escándalo. —¿Se lo dijo Ángela? ¡No le crea! Es una víbora, ¿Acaso no lo puede ver? Ella estaba de acuerdo conmigo, íbamos a chantajearlo juntas, pero veo que, cambió de opinión, al final la pequeña malcriada resultó más lista de lo que creí —espetó con los ojos rabiosos, Keira pensaba, «Si me iré al infierno, por lo menos no lo haré sola» Los ojos de Ryan se volvieron temerosos de sus palabras —Es mentira, ella me lo contó, usted se atrevió a ofrecerle algo tan siniestro, pero ella se negó. —Ella lo hizo solo para quedar bien, veo que quiere el premio mayor, así que, está pensando en grande, tenga cuidado, señor Kareman —Ryan dio la vuelta y tocó un botón debajo de su escritorio, era el timbre del mayordomo—. Cuando menos lo piense esa bruja estará devorando su cerebro, y recostada en su cama. Ryan la miró con furia, si no hubiese sido porque el señor Elroy entró, quien sabe que hubiera hecho el hombre, cuyas manos temblaban de furia —Elroy, encárgate de esta mujer, está despedida, no quiero verla por mis tierras jamás, dale su dinero, su carta de recomendación, pero no quiero ver su cara otra vez —en todos sus años, Elroy no había visto a su amo tan molesto, tomó la mano de la mujer, quien gritaba ofuscada, furiosa. Effie la miró de lejos, aturdida, sin saber que pasaba, y subió a informar a la señora Emma. Keira sentía la ira calentando su cuerpo, iba de salida cuando divisó la figura de Ángela de pie, a fuera de la casa, la rabia la controló, fue contra ella, se abalanzó golpeándola con fuerza. Ángela gritó, intentó detener sus fuertes manotazos que iban contra su rostro y cuerpo. Cuando pudo erguirse, le dio tremenda bofetada que la intimidó, Keira sostenía su mejilla roja casi chillando del dolor provocado, el señor Elroy la sostuvo para evitar que siguiera lastimando a Ángela. Ryan corrió hasta ahí —¡Maldita! Te odio, te maldigo, ojalá que te vaya mal en la vida —exclamaba Keira llorando, con rabia y dolor —¡Cállate! Loca, ve y lanza tus injurias al viento, porque nadie cree en ti. Keira sonrió irónica —Sueña, no llegarás a ningún lado, maldecida, tal vez, solo a las cavernas de los cafetaleros, porque naciste para ser una puta barata… Keira no siguió su discurso porque Ángela se fue encima, casi le arrancaba los cabellos, no quería eso, nunca había sido una chica violenta, pero odiaba que todas las personas intentaran convencerla de que su belleza solo la llevaría a la prostitución. Las manos de Ryan sostuvieron a Ángela, quien enloquecida quería golpear a Keira, la llevó adentro, tomando su cintura con fuerza, casi arrastras, porque el frenesí no pasaba, Ángela intentó escabullirse varias veces, pues los insultos de Keira seguían mortificándolos, pero Ryan la giró a él, obligando a que le mirara bien —¡Cálmate! —dijo mirándola, estaba temblorosa, rabiosa como una fiera herida, la tomó de los hombros, quería que se tranquilizara —. No permitas que su maldad gane, respira. Ángela respiró, como hipnotizada por esa orden. Su rostro que fue indómito, se volvió cálido, Ryan sintió que una corriente eléctrica lo hacía estremecer, clavó la mirada en sus labios, en su rostro, estuvo a punto de reconocer que su hombría estaba despertando, y que ella ni siquiera lo notaba. Pero, Emma estaba ahí, de pie, en la barandilla de las escaleras, observando la escena, había algo de fervor en su cara, y tristeza en su corazón, sonrió con lentitud —Muy bien, Effie, comencemos con la primera prueba —dijo con voz baja.
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