Al día siguiente tras la cena, Ángela fue a su habitación, adoraba ese lugar, era casi tan grande como la mitad de su casa, además, era hermoso, acogedor, con una cama cómoda, iluminación apropiada y un clima perfecto. Observó su guardarropa, satisfecha, le encantaba la ropa que Emma le había regalado, eran vestidos elegantes y bellos. Abrió la ventana de su balcón, y observó el paisaje natural, cuando sus ojos vieron los jardines, encontró al señor Kareman de pie, admirando el lugar y pensativo, Ángela le miró curiosa, tratando de entender porque un hombre como él parecía siempre tan preocupado
«¿Qué puede atormentar a un hombre millonario? ¿Qué puede padecer o necesitar? ¡Todo lo tiene!» exclamó confusa
Ángela estaba ensimismada, hasta que vio a la señorita Keira, quien caminaba con dirección al señor Kareman, de pronto Keira colocó su teléfono móvil empotrándolo sobre un tronco con habilidad, parecía como si estuviese grabando algo, eso la intrigó, lo suficiente para salir de su habitación e ir hasta ahí. Ángela fue rápido, sigilosa, iban a dar las diez de la noche, todo el mundo ya dormía, salió por una de las puertas laterales de cristal que iban al jardín, se acercó despacio. Escuchando y observando con atención
Ryan estaba concentrado en ver la noche estrellada, se sentía cansado, no quería pensar, no quería ser atormentado, cuando desvió la mirada se encontró con esa mujer
—Señorita Keira ¿Qué hace aquí? —preguntó dudoso de verla
—Señor Kareman, lo vi aquí, solo, y quise hacerle compañía, parece que la necesita —ese tono de voz lo incomodó, Ryan se mantuvo alerta, Keira era una mujer de casi treinta años, atractiva, pero no lo suficiente para tentarlo—. Tal vez si me lo permite, puedo hacerlo descansar —dijo y sin encontrar impedimento tomó la mano del hombre, acariciándola sin pudor.
Ryan estaba sorprendido, no entendía que pasaba por la cabeza de la mujer para hacer algo así, solo dejó que pasara, quería saber hasta dónde llegaría
—Con una esposa enferma… usted, necesita ser atendido por una mujer, que lo complazca como merece —Keira se acercó eliminando la distancia, estaba a punto de besarlo, Ryan la miraba entre el estupor y el coraje
Ángela estaba detrás de una enorme columna de piedra que adornaba el jardín, se quedó perpleja al escuchar que la señora Emma estaba enferma
«¡No puede ser! Parece tan sana» pensó aturdida
—¡Aléjese, señorita Keira! —exclamó Ryan haciéndola retroceder—. ¡¿Qué cree que hace?! Ofreciéndose como si fuera una cualquiera, yo no necesito el consuelo de nadie, es aberrante ver a una mujer de su clase comportándose así, aléjese de mí o le juro que le pesará —espetó con furia, Keira casi lloraba, dio la vuelta y se fue pisando fuerte, rápido, pero su mala suerte fue tal, que cuando buscó el teléfono sostenido en aquel tronco, se quedó pasmada, pues ahí no había nada.
Ángela corrió a la habitación de las gemelas, cuidó de no despertarlas, colocó el teléfono apagado en uno de los cajones de las niñas, respiró recuperando el aliento perdido. Luego se escabulló a su recámara sin ser vista, pensó mucho en lo que había pasado, no sabía que hacer o que decir, decidió que mañana tendría alguna respuesta.
A la mañana siguiente durante el desayuno el ambiente parecía pasivo. Por un lado, Ryan no exhibía mucho apetito, las niñas desayunaron tranquilas y Keira apareció al terminar, para llevarlas a la clase, fue notable la incomodidad en la cara del señor Kareman, quien mostró un rostro de piedra y ni siquiera observó a la mujer, Ángela observaba con atención, sin saber que ella misma estaba siendo bien observada por Emma. Al terminar de comer, pidió ir a su recámara, ahí encontró a Keira, que tenía las manos en su cintura
—¡Devuélveme mi teléfono, miserable arribista!
Ángela le esbozó una ligera sonrisa
—¿Disculpa? Controla tu vocabulario, señorita Keira, ¿Acaso no fuiste a la universidad?
—No te hagas la graciosa, sé que lo tienes tú.
—Entonces, debes saber que vi todo.
—¿Acaso crees que la señora Emma te creerá? Tú no eres nada frente a mí, ni siquiera has estudiado, y si te atreves a ir contra mí, acabaré contigo. ¿Quién va creer a la hija de una cafetalera?
Ángela sintió la furia, despreciaba con rabia a esa mujer, empequeñeció los ojos, afilando su odio contra ella
—A mi tal vez no, pero ¿Dudará de una grabación? Y no cualquiera, un video donde una mujerzuela se ofrece a su marido. ¿Yo no creo que dude? ¿Y tú?
Los ojos de Keira la miraron furiosos
—¿Quién te crees que eres mocosa insolente? Ryan me defenderá.
—Seguro, te defenderá tan bien, como te rechazó ayer.
El odio era abundante en Keira
—¿Crees que se fijaría en ti? No. Mírate solo eres una pequeña mujer a la que todos tienen lástima, porque no tiene una libra para comer.
Ángela sintió como la ira hervía en su sangre, sus manos eran un puño, quiso golpearla, pero debía calmarse, nunca se rebajaría a su nivel, alzó las cejas con cierta ironía y una sonrisa de placer
—Hay una diferencia, cariño, una clara entre tú y yo. Tú puedes tener un estudio y todo eso, pero, mírate, no tienes clase, tampoco eres tan bella, ni joven, sin contar que eres una ofrecida, sí, te ofreciste como una prostituta al señor Ryan Kareman, yo te oí. Y en cambio, yo jamás haría eso, yo sí, soy hermosa, pero mi belleza no viene de mi físico, no, viene de mi inteligencia, así que puedes insultarme, porque solo insultan los perdedores y, tú, estás completamente perdida —dijo con una sonrisa brillante que hizo sentir temor a Keira, supo que no ganaba nada contra Ángela, era demasiado fuerte para doblegarla
—¡Escucha! Si me das ese teléfono, yo voy a chantajear al señor Kareman, piensa en todo el dinero que me dará para que ese video no llegue a los ojos de la señora Emma, me dará millones de libras, todo lo que quiera, y entonces, si me ayudas, yo te daré el dinero que quieras, así podrás estudiar, ¿Acaso no es lo que quieres?
Ángela se quedó perpleja, no esperaba semejante propuesta
—Yo… —titubeó y Keira supo que la había hecho dudar, sonrió
—No me respondas ahora, después de la clase de las niñas, piénsalo, es una oportunidad irrepetible.
Keira salió de la recámara, dejando a Ángela con los pensamientos envenenados. Por un lado, pensaba en lo fácil que sería, no tendría que seguir de niñera, ni soportando el recelo del señor Kareman, cumpliría su sueño de ir a la Universidad de Edimburgo en menor tiempo. Todos sabrían de su triunfo, podría arrojárselos en la cara, llena de orgullo. Pero, entonces, pensó en Emma, en Brisa y Mar, sus caras inocentes golpearon su conciencia, ¿Cómo podría arruinar a una familia feliz? Su padre siempre le dijo que debía ambicionar grandes cosas, hacerlas realidad, pero nunca acosta de su dignidad y humanidad. Los ojos se le nublaron, Ángela sabía ser fría, cruel, egoísta, pero no pisaría a los demás para subir a lo alto, no tenía esa maldad, en realidad, era más buena de lo que su propia conciencia le dejaba admitir. Y supo que estaba destinada a decir toda la verdad.