Capítulo IX: Electrizante

1562 Words
Ángela despertó muy temprano, casi no había dormido, lo acontecido la noche anterior la tenía trastornada. Era domingo y por fin podía tener un día libre, iría a casa, necesitaba ver a su madre y a Oriana, creyó que quizás su madre estaría por los cafetales, a veces doblaba turnos, pero no la encontró ahí. Estaba por irse, cuando se encontró con Donald —¡No podía creer que fuera cierto! Y lo es, mírate aquí, dulzura, ¿Así que de verdad trabajas en la mansión de los Kareman? Ángela lo miró con desagrado, le volteó la vista —¡Qué te importa! Déjame en paz, no estoy de buen humor. —¿Por qué no me sorprende? En realidad, me sorprendería si estuvieras de buen humor. Ella intentó irse, pero el hombre cerró el camino, atravesándose —Vamos, lindura, no seas tan cruel, además, debo decirte, me voy, no te veré en mucho tiempo. Ella alzó las cejas con sarcasmo, luego bostezó, como si eso le hiciera saber que no le importaba, Donald empequeñeció los ojos, odiaba que fuera tan grosera —Por mi puedes irte y no volver, que ni de tu nombre me acordaría. —¿Sabes que iré a Glosk? Trabajaré y haré tanto dinero, que cuando regrese, rezarás porque no sea yo quien haya olvidado tu nombre. Ángela rio a carcajadas, no creía nada de lo que ese hombre decía, él la miraba retador —¡Por favor! ¿Qué harás? Para conseguir una fortuna, un tipo como tú, solo podría hacerla robando, no sería algo difícil de creer —dijo Ángela irónica, Donald apretó sus labios, estaba rabioso, la miró fijamente —Un día, maldita malcriada, te tragarás todas tus palabras, te lo aseguro. —En tus sueños más salvajes, pero no ahora, que estás despierto, vete ya, no recuerdes el camino, nadie te quiere de regreso. —Ya verás, Angelita, cuando tenga mucho dinero y mi Roll Royce, mis anillos de oro, y todas las libras para lanzártelas en la cara, entonces, justo entonces, estarás ante mí, suplicando que te tomé entre mis brazos y te haga mi esposa, pero… no lo haré, solo te tomaré como lo que eres, una puta más. Ángela lanzó una sonora carcajada, sin saber que ese sonido alertó a alguien más —¿Escuchas las estupideces que salen de tu boca? Y dime, ¿Las ensayas o te salen de modo natural? Es tú don hacerte el imbécil. Porque yo ni en tus pesadillas sería tu esposa, ni siquiera en tus terribles anhelos sería una puta, y si lo fuera, ni siquiera podrías pagarme, eres tan miserable Donald, que incluso, me das lástima —replicó severa, ese hombre le causaba un odio profundo Notó como Donald enfureció, sus puños se apretaron con fuerza, y las venas de su cuello saltaron. Ángela sonrió, hizo un gesto de inocente y sarcástica, dio la vuelta para irse, pero el hombre la detuvo —¡No te irás! Me darás un abrazo de despedida. —¡Suéltame! Jamás lo haré. Donald apretó con fuerza su brazo —Me lo debes, por todas tus groserías —ella gritó que la soltara, pero Donald no lo hizo —¡¿Qué no escuchaste que la sueltes?! —sentenció la voz fuerte y grave de Ryan Kareman, Donald la soltó por instinto, ella estaba tan sorprendida —Señor Kareman… —dijo Donald abrumado —¿Acaso no habías renunciado y te marchabas del pueblo? —dijo Ryan con coraje, los ojos centellaban de ira, y Donald lo notó —Sí, señor, solo me despedía. Ryan agudizó la vista, su rostro estaba de piedra, con la rabia a punto de explotar, Donald supo que ese gesto rabioso era por Ángela, porque el señor la miraba de reojo, y su odio le demostraba que había puesto las manos encima de algo ajeno, algo que ese hombre rico ya consideraba muy suyo, una rabia también recorrió su esqueleto y esbozó una tenue sonrisa, enderezó su sombrero —Conozco a Angelita desde hace mucho, solo quería desearle buena suerte, pero ya me voy. Gracias por su apoyo laboral todo este tiempo, que tenga buena vida, señor Kareman, que nos volvamos a ver. Ryan asintió, nadie habló, y el hombre se fue dejándolos ahí «Ojalá que nunca nos volvamos a ver» pensó Ryan al verlo irse, luego miró a la chica, su mirada era reprobable, y ella eligió bajar la vista, Ryan notó en sus brazos, aun la marca de las manos de Donald sobre ella, eso lo enloqueció de furia —Debo ir a casa, con su permiso. —Tú no vas a ninguna parte sola, sígueme —espetó, no esperó a que ella respondiera y caminó, Ángela quiso desobedecer, pero respiró y lo siguió. Emma los miraba desde su ventana, con la mirada anhelante, entre la tristeza y la esperanza. Ryan la obligó a subir a su camioneta, Ángela no iba cómoda, estaba todo silencio, ella miraba el paisaje, se detuvieron en la esquina de la calle rumbo a casa, ella iba a descender y él la detuvo —Dime, ¿Por qué te molestaba Donald? ¿Acaso había algo entre ustedes? —Ángela abrió los ojos enormes, negó de prisa —¡¿Qué intenta decirme?! —exclamó ofendida —Lo escuché reclamándote, parecía sentir un derecho sobre ti, y esa forma de mirarte, ¡No me engañes! ¿Qué hay entre ustedes? —exclamó aseverando su agarre, ella enrojeció, no podía creer que ese hombre siempre fuera tan injusto y cruel —¡No tengo que responder! ¡Déjeme en paz! —gritó molesta, intentó desafanarse, se soltó y casi bajaba, pero Ryan inclinó su cuerpo hacia adelante, para alcanzar la puerta y cerrarla, esta acción permitió que se acercara demasiado a Ángela, quedaron demasiado cerca—. Dímelo, ¿Eras su amante? Ella estaba conmocionada, negó de prisa —¡No! ¿Por qué piensa eso de mí? ¿Qué clase de persona cree que soy? —¡Una muy interesada! Dime de una vez por todas ¿Cuánto dinero te daba ese tipo para que fueras suya? Ángela manoteó casi directo a su rostro, pero Ryan lo impidió, sujetó sus manos, y luego tomó su rostro, poniendo su frente contra la suya, ella no pudo apartarse, sintió una corriente eléctrica que corría por su cuerpo haciéndola sentir temblorosa, Ryan respiraba muy rápido, sintió como todas sus ganas estaban ahí necesitando cruzar la maldita barrera que estaba en su imaginación, no soportaba la necesidad imperiosa de rendirse ante ella, su cuerpo estaba encendido, era presa de la pasión, del placer y el deseo que solo con tocarla lo estremecía, moría por besar sus labios, estaba a punto, aspiraba su aroma, Ángela tenía miedo, uno atroz, también sentía esas ganas, pero su temor era mayor, cuando sintió que no resistirían, el pánico la consumió —¡No! —exclamó alejándose, Ryan fue sorprendido, no soltó sus manos, pero se alejó—. ¡Déjeme ir! Piense en su familia… Esas palabras fueron una estocada, la soltó de forma automática, ella respiró, sus ojos se miraron casi con decepción y Ángela salió despavorida, como si un demonio la persiguiera. Ryan tocó su cara con desespero, no podía creer que le pasara algo así, justo ahora. Humedeció sus labios, secos por tanto deseo. Encendió el auto para volver a casa. Ángela caminó a casa, su cuerpo estaba tembloroso, débil al contacto de Ryan «¿Qué me sucede? No debo permitir que ese hombre me trate así, yo debo ser respetada, ¡¿Qué clase de juego es este?! ¡No seré la amante de nadie! Valgo demasiado, yo seré alguien en la vida, y no permitiré que me humillen de esa manera» pensó con fervor, mientras arreglaba bien su cabello, para fingir estar bien y no levantar alguna inseguridad en su madre, estaba por entrar a casa, cuando observó un auto detenerse en la calle, la ventanilla bajó, y una mujer anciana se asomó, era una mujer fina, se notaba, le sonrió sutil —¡Ángela! Entra de inmediato —la voz de Sara obligándola a entrar hizo eco, Ángela obedeció, ahí dentro estaba Oriana, su madre cerró la puerta —¿Qué pasa? —preguntó a Oriana —Creo que es la abuela —Ángela estuvo por salir —¡No lo hagas! Por favor, no pelees más con mamá. Ángela sintió compasión por Oriana, que siempre terminaba entre sus peleas —Está bien —dijo, pero se asomó por ventana, para ver que sucedía. Sara estaba de pie, frente a la ventanilla trasera del auto, la mujer tenía la cara asomada por ahí —¡Ya se lo he dicho, usted, no tiene nietas! Abandonó a su hijo a su suerte, pues ahora él está muerto, no tiene nada más de él, váyase de Roshyn Du y no regrese. —¡Eres cruel y orgullosa, mujer! Ahora mismo dejarías las penurias y esas niñas tendrían lo que merecen. —Nunca quiso darle nada a su hijo, ¿Qué cambió? —Tú querías todo para ti, siempre fuiste una oportunista, una arribista y estafadora, no lograste nada, pero ella es todo lo que tengo de Derek. —Pues no, no hay nada para usted, ahora recibirá su merecido, se quedará sola y vacía —espetó con rencor.
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