Capítulo III: Impulsos violentos

1671 Words
El amanecer se posó sobre Roshyn Du. Ángela se había bañado en aquella tina de cerámica, con agua caliente, era algo delicioso, en su casa nunca soñaría con aguas tan cálidas, ni tanta comodidad, luego se puso el vestido, era de una tela suave, era hermoso, le quedaba a la medida, peinó su pelo oscuro, y se miró al espejo, era consciente de su gran belleza, sonrió furtiva, se sintió ansiosa de estar en ese lugar, recordó el pasado y sintió miedo, pero al mismo tiempo creyó que todo tenía una razón de ser, estaba ahí y si eso significaba una buena oportunidad, estuvo segura de que no la desaprovecharía. La puerta se abrió y escuchó una voz dulce decir su nombre, salió para encontrarse con Emma. —Me alegra verte mejor —dijo mientras admiraba su vestido en esa silueta joven—. Te ves hermosa, realmente —Gracias, señora. —Ven conmigo, Ángela, debes tener hambre, vamos a desayunar. Ángela se quedó confusa, pero siguió a la mujer, fueron por un pasillo y miró la casa con asombro, era tan grande, espectacular. Se encontraron de frente con dos pequeñas niñas idénticas, eran preciosas con cabellos rizados y rubios, ojos azules, supo que eran hijas de Emma, ella las cargó y las despidió, tenían algunos cinco años —¡Pórtense bien, vayan a su clase! Pero, antes, saluden a Ángela. Ángela sonrió, besó las mejillas de las niñas —Estudien mucho y serán muy inteligentes —dijo Ángela, mientras las niñas sonrientes decían que sí Emma admiró la escena con cierta melancolía. Luego con un ademán, señaló a la institutriz para que las llevara a estudiar su clase —¿Por qué no van a la escuela? Bueno, hay una escuela aquí, no es tan reconocida, pero seguro de que socializarán con otros niños, y les hará bien —dijo Ángela —Antes iban a un buen colegio de Londres, pero, nos mudamos y trajimos a una institutriz —dijo Emma —Yo adoro enseñar, algún día quiero ser una gran maestra. Para mí, no hay algo mejor que educar; es como una llave para abrir mundos llenos de conocimientos a otras personas. Ángela tenía los ojos soñadores, Emma sonrió al verla —Tener una meta es bueno, Brisa y Mar deberían tener a una maestra como tú. —Ojalá, pero aún no he podido reunir el dinero suficiente para ir a la universidad, pero lo haré, iré a la Universidad de Edimburgo, y seré una gran maestra. No hubo titubeos en su voz, Emma asintió, la admiró, supo que Ángela era una chica diferente, segura, obstinada, y hasta ambiciosa, le gustó que lo fuera, le gustó saber que era una mujer fuerte —Lo harás, lo creo. Vamos a desayunar. Llegaron al comedor, era un salón con ventanales que permitían la vista del amanecer y los jardines. Los ojos deslumbrados de Ángela provocaron recelo en Effie, podía intuir que esa señorita era muy pobre, ante la mejor oferta de su vida, además Effie pensó que era preciosa, una amenaza para la seguridad del matrimonio Kareman. Emma le pidió a Ángela que se sentará justo en una silla frente a ella, Ryan llegó hasta ahí, ni siquiera había notado la presencia de la chica, besó la frente de su mujer con dulzura, deseando buenos días —Buen día, querido, deséale buen día a Ángela. Ryan se quedó perplejo, se sentó en la silla principal, la miró con extrañeza, ella dio buenos días, sonriente —Buenos días, señorita, me alegra verla mejor. —Gracias por su ayuda, me salvó la vida, no tengo como pagarle —dijo con voz suave y rostro dulce, Ryan asintió con evidente incomodidad, no quería mirar a la chica, era palpable que no se sentía relajado. Emma lo notó, pero decidió pasarlo por alto Effie sirvió el desayuno, la comida era tan rica, aunque Angela quería probar todo, se contuvo, quería demostrar algo de buenos modales, era hija de un humilde pescador y una cafetalera, pero aun sí, tenía su dignidad, su padre le había enseñado a comer bien. Hizo lo mejor que pudo, claro estuvo que no fue suficiente —¿Querido, hablaste con la familia de Ángela? —Sí, su madre y hermana la buscaban, pero se quedaron tranquilas sabiendo que cuidaste de ella con generosidad —dijo y sostuvo su mano para besarla, Emma sonrió. Ángela observó el gesto, sonrió tierna, le gustaba el amor, y le daba alegría ver un buen amor. En su mente tenía la idea de que sí se hacía amiga de Emma, si lograba su favor, ir a la universidad sería algo sencillo, su sueño sería realizado, era obvio que ellos tenían mucho dinero, y podían ayudarla —Qué bien, Ángela, ¿Tú también trabajas aquí? —Sí, señora, trabajo en los cafetales, mientras reúno dinero para la universidad. Ryan frunció el gesto —¿Universidad? —Sí, querido, Ángela quiere estudiar para maestra, quiere ir a la universidad de Edimburgo. —Es una universidad muy prestigiosa, entrar no es tarea fácil, tiene mucha historia, ojalá que lo logré —dijo con cierto desdén, sin mirarla y bebiendo su café. Ángela se sintió fuera de lugar, sus ilusiones no parecían hacer eco en ese hombre y eso la frustró —Así es, pero nada es imposible, además, uno debe confiar en su suerte y en su talento, estoy segura de que lo conseguiré. Ryan miró sus ojos verdes, que contrastaban con la luz del sol, volviéndolos de un color más vivo, eran preciosos, pero Ryan no iba admitirlo, ni tampoco le daría crédito a su seguridad, alzó las cejas en un gesto casi irónico que produjo un silencio sepulcral —Estaba pensando, necesitamos una ayudante para la institutriz… —No, claro que no. Keira hace buen trabajo, no necesitamos nada —espetó con frustración. Emma se quedó pasmada, nunca Ryan exhibía una conducta tan hostil. Sonrió para que Ángela no se diera cuenta. Pero era notorio el desprecio del señor Kareman, Ángela se sintió herida. Pero, siguió comiendo, no iba a demostrarlo, no iba dejar que nadie la humillara. Tras el desayuno, Emma se despidió de Ángela, debía irse a casa —Muchas gracias por su ayuda y hospitalidad, señora Emma —dijo, mientras Emma le abrazó —No tienes que agradecer, Ángela, ya sabes, aquí tienes a una amiga, puedes venir cuando quieras. Ángela se sintió feliz, pero dudó en tomar en serio su palabra, luego de la seriedad del señor Kareman —Bien, el chofer la llevará —dijo Ryan —No, querido, quiero que la lleves tú. Ryan se quedó perplejo —Tengo que revisar unos balances, querida. —Es importante, por favor —sentenció con ojos severos, Ryan no tenía valor para negarse a Emma, asintió Ángela se sentía incómoda, quiso decir que ella podría irse por su cuenta, pero no tuvo valor. Miró los ojos de Ryan para encontrarlos furiosos, y eso la atemorizó. Salieron de la casa y subieron a la camioneta del hombre. Encendió el motor y manejo, era un trayecto corto, eso era bueno. El silencio era frío, casi cruel —Espero que no vuelva a andar sola por las calles a esa hora de la noche, no tiente su suerte, señorita, no muchas veces habrá un caballero que la salve —dijo con voz clara, Ángela tuvo miedo, no quiso verlo—. Sea consciente, porque si vuelve a ser tan imprudente, provocará una tragedia. Ella arrugó el gesto, quería morderse los labios, pero no iba a hacerlo, Ángela no lo haría —¿Eso que significa? ¿Las mujeres no pueden andar libres por la vida, porque los hombres no pueden controlar sus impulsos animales? ¿Acaso insinúa que fue mi culpa lo que pasó? Ryan se quedó pensativo —Yo no dije eso, pero… Bueno, usted, debió considerar que a esa hora de la noche no debe salir una mujer decente. —¿Y que le hace pensar que una mujer decente no andaría a esas horas en la calle? ¿Y usted? —¿Yo? —Sí, las mujeres decentes no caminan por la noche, ¿Los caballeros sí? —Pero, ¿Qué dices niña? Haz lo que quieras, ándate por donde quieras, es tú problema, pero te advierto que no te cuidaré la siguiente vez —sentenció con crueldad, habían detenido el paso en un semáforo, esas palabras le dieron asco, Ángela se quitó el cinturón de seguridad, y abrió la puerta, Ryan se quedó impactado, detuvo el auto y salió para seguirla, ella estaba por irse, pero el sostuvo sus brazos con fuerza —¿Qué crees que haces? —Me voy sola. —¡Sube al maldito auto! —exclamó con furia —¡Suélteme! He escuchado suficiente. —¡Pequeña malcriada! ¡¿Quién te crees que eres?! —gritó con furia, mientras acortaba la distancia sintiendo la cercanía de su cuerpo, los ojos de Ángela le miraban asustados, los ojos azules de Ryan admiraban su rostro, con una mezcla de ferocidad y deseo, Ángela se sintió extraña, su cuerpo estaba tembloroso y los nervios latían en cada parte de su cuerpo, quería correr, huir, no pudo Ryan reaccionó a tiempo, al sentir todo su cuerpo estremecerse ante ella, «¿Qué demonios estoy haciendo?» pensó, soltó su agarre —¿Quieres irte? ¡Lárgate! Ella le miró con ojos llorosos —Gracias, señor Kareman, por salvarme, no fue mi culpa, yo… quería respirar aire, me sentía ahogada en mi casa, tenía problemas, solo quería pensar y… no pensé que sucedería algo tan malo… Ángela dio la vuelta y corrió, dejándolo atónito, Ryan no pudo reaccionar, o detenerla. Las palabras de Ángela taladraban en sus oídos, ¿Acaso él no había hecho lo mismo esa noche? Salir en busca de aire por sentirse absorto. Sus manos se hicieron un puño al recordar la suavidad de la piel de la chica entre sus manos, mientras controlaba todos sus malditos instintos que querían liberarse.
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