Capítulo IV: Tres pruebas para Ángela

1706 Words
Ángela trabajaba en los cafetales, su madre y hermana estaban en algún lugar cercano, habían aclarado las cosas, pero eso no significaba que su madre confiara en ella. Donald se acercó a Ángela —Supe que te quisieron lastimar, mi dulce, ojalá hubiese estado contigo. Por eso te lo digo, escucha, cásate conmigo, yo te cuidaré. Ángela le volteó los ojos —¡¿Acaso te escuchas?! Ayer me ofreciste dinero por una noche y ahora quieres ser mi esposo, ¿Acaso enloqueciste? —Ángela no le dijo nada, dio la vuelta y lo dejó ahí. Ella caminó, alejándose, siguió recolectando cerezas de café, trabajando arduo, hasta que sintió una mirada clavada en ella, observó para encontrar un azul de cielo en esos ojos, era Ryan Kareman, quien la miraba, estaba un poco lejos, pero lo suficiente para admirarla, sintió nervios, y hundió la mirada. Ryan recorría los campos al lado del capataz, cuando observó a la joven, bajo la luz del sol, parecía adorable, su figura grácil, llevaba un pañuelo rosa en su cabello, pero pudo admirar su rostro, una sensación extraña de exaltación recorrió el cuerpo de Ryan, —¿Seguimos, señor? —dijo el capataz, Ryan asintió, distraído, caminó unos pasos, pero volvió la mirada a Ángela, entonces, por descuido, tropezó, y cayó al suelo, se levantó de inmediato, se sintió como un tonto, su rostro blanco enrojeció. El capataz se asombró, lo ayudó a levantarse, Ryan sacudió sus rodillas. Aunque Ángela se asustó al principio, después no pudo evitar que una risita escapara de sus labios. Ryan no volvió la vista, y caminó con la humillación en su honor. Cuando la jornada terminó y estaban por irse, Ángela y su madre fueron informadas que las necesitaban en la casa de los dueños —¿Qué pasó? —dijo Sara preocupada. Ángela en cambio, tuvo el presentimiento de que algo iría bien. Llegaron a la casa, Sara y Oriana se mostraron abrumadas ante la belleza, Se sentaron en un salón con cómodos sillones, Emma apareció ahí, Ángela la saludó efusiva y ella correspondió, a pesar de que Sara desaprobó, tomaron asiento. Sara agradeció el apoyo brindado a su hija —Seré breve, señora Sara, busco a una niñera para mis hijas, creo que Ángela sería perfecta, quiere estudiar educación y es inteligente —Ángela y Oriana se pusieron felices, pero Sara estaba recelosa —Mi hija no tiene experiencia. —Puede aprender, sé que aprenderá fácil. Además, es una gran oportunidad, ganará un buen sueldo, y podrá ahorrar para la universidad, y para apoyarle a usted. —¡Sí! lo haré, mamita, di que sí —dijo Ángela con súplica, Sara no pudo negarse, Emma era una de esas personas, que, por su dulzura, era imposible decirles que no Sara aceptó, no con gusto, no le agradó la idea de que Ángela viviera en la mansión Kareman, y solo fuera el domingo a casa, pero al final no pudo interponerse al deseo de su hija. Emma miraba a Ryan, caminar de un lado a otro con el rostro fruncido, estaba molesto, estaban en desacuerdo. Ryan no quería a esa chiquilla en casa, ni siquiera él mismo podía explicar el por qué. —¿Ya tienes una razón viable por la que no quieras a Ángela? —la cálida voz de Emma lo sacó del trance —Emma.… es que, no confío en ella, no sabemos quién es, y quieres fiarle lo más importante que tenemos; nuestras hijas y nuestro hogar. —Por favor, Ryan, es solo una pobre chica, solo quiere estudiar y trabajar, démosle una oportunidad. Ryan no quería, no se convencía, ¿Qué odiaba de esa chica? lo pensó con cuidado, ¿Fueron sus palabras déspotas aquel día en el pueblo? No, tuvo que reconocer que era algo más, recordó el contacto con su suave piel, y eso le dio escalofríos, observó la mirada dudosa de Emma. —¿Ryan? —Bien. Pero, estará a prueba. Emma sonrió satisfecha. Ryan salió de ahí. Mientras observó perplejo como Effie le asignaba una recámara a Ángela, al lado de la de sus hijas, muy cerca de la de él, quiso volver y revertir su acuerdo con Emma, pero supo que estaría perdido. Decidió salir a dar un paseo antes del anochecer. Ángela estaba feliz, esperó paciente la salida de las gemelas, que solo estaban en una habitación en el ala derecha, dedicada a sus estudios, cuando vinieron ella había preparado pastel de chocolate y reservó la sala de televisión. La señorita Keira las llevó hasta ahí, se quedó perpleja al observarla —¿Qué crees que haces? —Buenas tardes, niñas, ¿Quieren ver una película conmigo? Brisa y Mar dijeron que sí con emoción, ella les indicó que se sentaran, y les prometió servirles una rebanada de pastel —¿Qué crees que haces, señorita? —espetó Keira con mala saña —Solo estamos divirtiéndonos. —Ellas tienen prohibida la televisión, las volverás tontas, además, esos dulces arruinaran sus dientes y su estómago. —¡Son unas niñas! Ver caricaturas, comer un dulce, es algo natural, señorita, no me diga que hacer en mi trabajo, ya terminó el suyo, ahora váyase —espetó con enojo, plantándole cara, Keira enfureció el rostro, era una mujer bella, alta y pulcra, pero tenía el rostro amargado, y Ángela juró que cuando fuera anciana su rostro estaría lleno de arrugas. La puerta se abrió y Ryan ingresó. Keira sintió felicidad, iba a delatarla, las niñas corrieron al lado de su padre —¡Papi! ¡Papi! Veremos una película con Ángela y comeremos pastel de chocolate —las niñas estaban emocionadas, Ryan les sonrió —Ah, ¿Sí? —Ya le dije a esta señorita, que no es algo sano para las niñas, pero no entiende, señor. Ryan fijó sus ojos en Ángela, quien lanzó un suspiro de tranquilidad, Ryan cargó a Mar —Señor, son solo niñas, es solo un momento de ocio, todos necesitamos un momento de relajación. Es sano para las niñas. Ryan estuvo a punto de negarse, pero las gemelas que eran muy listas, intuyeron que debían suplicar, al unísono le pidieron a su padre que se quedara con ellas, Ryan rio con gusto, era imposible que se negara a sus adorables hijas —Bien, me quedaré con ustedes. Gracias, señorita Keira, puede ir a descansar. Keira se quedó abrumada, sin que Ryan viera le lanzó una mirada asesina a Ángela, y se fue. Keira centellaba de odio, le dolía que Ryan Kareman hubiese cedido ante esa chiquilla, ella llevaba conociéndolo seis meses y nunca había ganado su atención, y siempre intentaba mostrarse tentadora para él, Ryan le gustaba mucho, además era millonario, sabía que su esposa estaba enferma, y no lo satisfacía, solo esperaba un momento vulnerable, para atacar al hombre en sus bajos instintos. Effie observó a Keira salir molesta. La ama de llaves corrió a observar por la rendija de la habitación, entreabrió la puerta con suavidad, ahí estaban; el señor Kareman al lado de sus hijas, y al otro extremo estaba Ángela, era una escena rara, incluso emotiva, veían «La cenicienta» las niñas reían, maravilladas de la historia, comían pastel, y Ryan también reía, se le veía a gusto, tranquilo, nunca tenía un momento de paz, su vida era el trabajo y esa casa, pero esta vez parecía disfrutar, comía el pastel, sorprendido del sabor —¿Lo hizo Effie? —preguntó refiriéndose al pastel —No, fui yo. Espero que le guste, no soy muy buena. —Sabe bien —dijo con cierta sutileza. —¡Sabe muy rico, Ángela! Mañana nos darás más, por favor. Rieron al escuchar a Brisa, y siguieron disfrutando la película Effie caminó a la recámara de la señora, observó como sacaba ropa de su clóset y la colocaba en una maleta —Déjeme ayudarla, señora, no se canse. —No te preocupes, estoy bien. ¿Dónde están las niñas? —Ellas están… —Effie dudó, provocando la intriga en Emma—. Están en la sala de televisión, ven una película con esa señorita Ángela, y el señor Ryan está ahí. Los ojos de Emma se abrieron impresionados, no dijo nada, pero asintió con resignación —Eso es bueno, es muy bueno. —Señora, no lo tome a mal, pero esa niña, esa mujer, quiero decir, es bonita, le esta dando demasiadas libertades, y puede lamentarlo. —¿Lamentarlo? —Emma lanzó una carcajada, Effie la observó aturdida, sin entender —Señora Emma, hablo en serio, ella es una tentación para su marido, nunca diré algo mal del señor Kareman, está claro que las mujeres llegan hasta donde el hombre quiere, pero, es peligro para él, el hombre es hombre. —El hombre es hombre… —Emma dijo sonriente—. No, no lo creo, ni el hombre llega hasta donde la mujer quiere, ni el hombre es tan frágil para caer en una trampa. Pero, en este caso, Effie, no debes preocuparte por nada. —¿Qué pretende señora? ¿A quién donará esta ropa? —Se la daré a Ángela. Effie le miró con incredulidad, casi con furia —¿Por qué está haciendo esto señora? Emma le miró fijamente y sonrió casi irónica —¿Por qué crees que lo hago? —Señora, usted, es una maravillosa esposa, esta enfermedad pasará, su hogar, su marido, están aquí, le pertenecen. Los ojos de Emma se volvieron llorosos —Dejemos de fingir, Effie, voy a morir, y no hablo de algún día, hablo de pronto. Sabes bien lo que estoy haciendo, por eso la traje aquí, ella es la señal que Dios me mando para poder irme en paz. —¡Señora! Es imposible… —Estoy segura. —Pero, no se da cuenta de que esa pequeña malcriada solo es una embustera y ambiciosa, en el pueblo hablan de su vanidad y egoísmo, ella no es buena. —Lo es, lo veo en su mirada, no harás que cambie de opinión, pero, aún si me equivoco, podré probarlo. —¿Cómo? —preguntó Effie confusa —Tres pruebas, Effie, le pondré tres pruebas a Ángela, y tú, me ayudarás —dijo con los ojos brillantes y la sonrisa suave.
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