La divisé a punto de subirse en el ascensor, apresuré mi paso y puse mi mano frente a la firme puerta de acero haciendo que se vuelva a abrir.
Me miró con ojos venenosos, me metí dentro y dejé que la puerta se cerrara. No dije nada y ella tampoco lo hizo, llegamos a la planta baja y sin siquiera mirarme, salió por la puerta principal, la seguí hasta fuera del edificio y vi cómo levantaba su brazo como señal para tomarse un taxi, me acerqué a ella.
- Vamos, ¿estás enojada? – Le pregunté.
- Déjame en paz – Contestó a la defensiva sin mirarme.
Tomé su brazo con cuidado e hice que me mirara.
- ¿Qué es lo que te molesta?
- Que mi madre se comporte de esa manera – Respondió nerviosa – Y que personas como tú le sigan el jueguito idiota. Ya no tiene diecisiete años, creo que es una mujer
