“Cuando el hombre o la mujer están enamorados, son terráqueos fuera de control.”
Walter Riso
Zoe llegó a su apartamento agotada, había hecho más de seis telentregas esa noche. Se desvistió y fue hasta el baño, necesitaba darse una ducha. Su cabello olía a fogón, a dióxido de carbono, a sudor. El agua se deslizó por su silueta, sintió la piel erizarse al sentir el agua fría.
—¡Joder! —cerró la llave y abrió la otra, estaba aún distraída, había errado al abrir la regadera.— A ver Zoe ¿Por qué no dejas de pensar en el patán ese? ¿Te has vuelto loca? —se increpó a sí misma.
Enojada, tomó el jabón y comenzó a pasarse por todo el cuerpo, luego se metió debajo de la ducha para enjuagarse, tomó la toalla y regresó a su habitación. Se recostó en su cama. De la nada, acarició sus propios labios imaginando los carnosos labios del patán que parecía no querer salir de su mente. Se estremeció tan sólo al recordar su cuerpo cerca, la dureza de su sexo comprimiendo el suyo. ¿Cómo era posible que deseara tanto a aquel hombre no sólo arrogante, sino engreído y muy pero muy seductor?
Zoe era una joven que siempre tuvo lo que quiso, nunca ningún hombre la había hecho sentir de aquella manera. Sus relaciones solían ser pasajeras y poco intensas. Mateo, su primer novio en el colegio, era tan tímido como nerd, pero para ella era perfecto, pues en realidad no quería ser como el resto de sus amigas, extrovertidas y sexualmente activas. Ella era de esas chicas que creían en el amor verdadero, en un amor de esos de las novelas que leía en su app.
Aún a sus veinte años era virgen, en Madrid la capital de la lujuria y las chicas liberales, se conservaba virgen, eso la convertía en una especie de mujer en extinción. Más aún mantendría su posición luego de descubrir que su padre había estado engañando a su madre durante muchos años. A pesar de ello, se puso de pie, tomó la chaqueta y sacó la tarjeta que horas atrás el hombre arrogante le había entregado.
—Marcos S. Farré Chief Executive Officer. Franquicia Roma&Nuzzo —leyó en voz alta su nombre.— ¿Qué me pasa contigo, imbécil? Me has hecho mojar las bragas, tan sólo de pensarte. —hasta ese momento no cayó en cuenta que aquel hombre no sólo era insoportablemente atractivo, sino que trabajaba para su padre.
Una idea vino a su mente de forma repentina. ¿Era ese el momento de perder la virginidad que tanto había conservado? ¿Era aquel el hombre ideal? Asintió mientras mordía su labio inferior. Era la oportunidad perfecta no sólo de vengarse de aquel hombre, sino de su propio padre.
—A ver que piensas, querido padre, cuando te enteres de que estuve con el CEO de tu empresa. Quizás entiendas el dolor que sintió mi madre cuando supo que la traicionaste con tu asistente.
Apretó la tarjeta con fuerza, recordar aquello le generaba rabia, ira y dolor, mas no era momento de perder la cordura, debía planificar su venganza. Colocó la tarjeta sobre la mesa de noche y pasó su mano intentando estirarla lo suficiente para anotar el número que aparecía registrado en la tarjeta, lo grabó en su móvil. Inmediatamente apareció la foto de perfil de él.
Abrió con sus dedos la imagen, era tan atractivo, dibujó sus labios con sus dedos y sintió como su v****a se contraía una y otra vez. Quiso escribirle, pero se contuvo, tampoco quería demostrar lo vulnerable que era frente a él. Cerró los ojos para quedarse dormida, ya pronto sería la 1:00 de la madrugada. Pero el rostro de Marcos aparecía frente a ella como un holograma, tan real como imaginario.
Marcos, al igual que ella no para de pensar, de recordar aquel instante. Si tan sólo supiera su nombre o ¿dónde trabajaba? Recordó el nombre de la empresa grabado en la chaqueta del uniforme de la chica, tomó su móvil y googleó, finalmente lo había encontrado. Si ella estuvo en su casa esa noche, debía trabajar en el horario nocturno, era lo lógico. Se relajó con aquel avance, cerró sus ojos y se quedó profundamente dormido.
Al despertar esa mañana se sentía renovado, saber que volvería a ver a la chica del delivery, lo había llenado de una energía diferente. Fue hasta la empresa, entró a su oficina y trabajó incesantemente, sólo deseaba que el tiempo pasara indeteniblemente y llegara ese momento tan deseado.
Cuando se hicieron las 5:00 de la tarde, cerró la oficina, y fue hasta el estacionamiento subterráneo, subió a su mustang Mach-E rojo escarlata y condujo hasta la empresa. Veinte minutos después estaba frente aquel lugar, ansioso por ver llegar a la hermosa mujer que se había apoderado de sus pensamientos días atrás. Uno a uno, los empleados iban llegando a su horario nocturno y marcando tarjeta de llegada, todos excepto ella. No quiso impacientarse, aprovechó de hacer aquella llamada que tanto le incomodaba hacer. Sacó el móvil, sin quitar la vista de su objetivo.
—Hola, ¿Cómo estás? ¿Cuándo regresas? —hizo pregunta tras preguntas.
—Bien mi amor, por fin te dignas a llamarme.
—¡Joder Martina!, no comiences con lo mismo de siempre. Yo estoy trabajando, lo sabes.
—Sí, lo sé, pero no creo que te quite mucho tiempo hacerlo. Justo como lo haces ahora. —dijo en tono sarcástico.
—Acabo de salir de la empresa, el tráfico está fatal y por eso te he llamado.
—Para el fin de semana debo estar de vuelta. Espero no hayas vuelto a meter a alguna de tus amiguitas a mi casa.
—No me toques los cojones, joder. Ya de decir eso.
—Vamos Marcos, que tú y yo sabemos que eres un hombre insaciable, que te mola coger. No tienes por qué disimularlo ante mí.
—Debo colgar y la verdad es que mi paciencia se ha ido a ido de farra y no piensa volver por ahora.
Cortó la llamada y se ocupó en lo único que por ahora capturada toda su atención.
Observó su reloj un par de veces, finalmente creyó ver a una joven similar a la chica del delivery. Bajó de su auto y se acercó a ella, la tocó del hombro, la chica volteó.
—¡Disculpe creo que la confundí! —se regresó a su auto y se increpó a sí mismo por su extraño comportamiento— ¡Joder! ¿Qué estás haciendo? Que te mole esa chica no quiere decir que hagas el papel de sicópata. —abrió la puerta subió a su auto y condujo de regreso hasta su casa.
En el momento que él se fue, ella salió del local, ese día había trabajado en el segundo turno. Selló su tarjeta de salida y subió a su moto.
Marcos llegó a la mansión, entró, dejó el maletín sobre el sofá, fue hasta la vinera, tomó una botella y se sirvió una copa. La necesidad de ver a aquella mujer, no lo dejaba tranquilo. Se sentó en el sofá, encendió la TV, cruzó las piernas sobre la mesa de centro. Cambió uno a uno los canales, tratando de encontrar algo que lo mantuviera entretenido.
Recordó entonces, la discusión con Martina, bebió de un sólo sorbo la copa. Se levantó, dejó la copa sobre la mesa y subió hasta su habitación, no quería pensar en nada. Si pensaba en Martina, se llenaba de rabia, si pensaba en la chica del delivery, se sentía ansioso y frustrado. No haber dado con ella, resquebrajaba su ánimo.
Se desnudó y fue hasta la bañera, se metió, colocó el hidromasaje y se relajó, “eso era lo que necesitaba, eso y coger” pensó. Minutos después regresó a su dormitorio, tomó el móvil y llamó a la agencia de escort. Escogió a una chica con características iguales a las de aquella mujer, alta, delgada, cabello oscuro y tez blanca.
—¿Puede enviarla ahora mismo? —preguntó ansioso.
—En minutos estará llegando Mr Farré.
Sonó el timbre, bajó y abrió la puerta, frente a él estaba la hermosa chica. La hizo pasar hasta la sala. Mientras contemplaba sus curvas. Exhaló un suspiro, de alguna manera tenía que sacarse de la mente a la repartidora.
La hermosa morena clara, se acercó a él, comenzó a besarlo, sus labios se unieron a los de él, pero aquel beso no era como el de ella, su cabello tampoco olía igual, y su piel aunque era suave no ardía como la de ella.
—¿Me brindas una copa? —dijo la chica al ver la copa vacía sobre la mesa.
—¡Sí! Por supuesto. —caminó hasta el bar, tomó una copa y le sirvió un trago.
Bebió con la exhuberante mujer algunas copas, por primera vez necesitaba tomar para poder estar con una mujer. Pronto, el deseo se apoderó de la mujer, comenzó a besarlo efusivamente. Aunque Marcos se dejó llevar al comienzo, terminó separándose de ella de forma repentina y brusca.
—¡Lo siento! No puedo —se frotó el rostro con ambas manos.
—¿Que me le pasó mijito? ¿Acaso no le gusto?
—No morena, no eres tú, soy yo.
—Sabe qué, págueme el tiempo que llevo aquí y no ha pasado nada. Mire que aburrido, tan papacito que se veía.
Marcos se sintió confundido, por una extraña razón había cambiado su forma de ser y sentir. Se disculpó nuevamente, sacó de su billetera el p**o por el servicio completo.
—Ten, no fue mi intención. No sé de verdad que me pasa.
—Pero esto es mucho —dijo la mujer al ver el monto.
—Es lo que pagaría por un excelente servicio Gold.
—Pero ni cogimos, papacito. —ella guardó el dinero en su bolsa, se arregló la minifalda y se dispuso a salir, a pesar de todo aquel hombre le generaba compasión.— Sabes qué, voy a quedarme contigo. Me cuenta lo que le está pasando y así nos conocemos mejor, que es que usted está como demasiado rico para dejarlo así. —dejó la cartera a un lado y volvió a sentarse junto a él.
Marcos se levantó, destapó la tercera botella de vino, sirvió las copas y comenzó a contarle la historia de la chica del delivery.
—Oigame papacito, por lo que usted me está contando, yo creo que usted se enamoró de esa parcerita. —Él rió con el comentario.
—¿Enamorado yo? No, para nada. Los hombres como yo no se enamoran, disfrutan del momento y ya.
—Le digo yo que soy mujer que usted está enamorado. ¿Por qué no la busca? Así se le quita ese mal de amor que trae.
—Ya lo hice pero no la encontré —dijo con profundo pesar.
¿Acaso ella tenía razón y él se había enamorado? ¿O era que estaba obsesionándose con aquella chica y por ello se sentía de aquel modo? Observó a su acompañante, había algo en la escort que la hacía muy diferente a la chica del delivery a pesar del parecido físico. Ella no tenía su mirada inocente, ni la actitud desafiante. Marcos no se había topado antes con ninguna otra mujer como ella; eso, parecía tenerlo hipnotizado.