“Cuando juegas al amor, corres el riesgo de perder, pero aún así ganas”
A.K.M
—¿Estás bien? —preguntó visiblemente preocupado. Ella respondió quitando sus manos de encima.
—Déjame inepto, no ves por donde manejas.
—Déjame ayudarte —ella lo miró rodando los ojos, él la tomó de la cintura y Zoe tuvo que sujetarse de su cuello para poder levantarse.
Cuando quiso asentar la pierna se resintió.
—¡Auch! Joder, que vas a hacer que me echen de mi trabajo.
—No te preocupes, yo p**o el pedido que debías entregar. Fue mi culpa, venía distraido. Pero ¿Qué hacías por aquí, cerca de mi casa?
—¿Acaso piensa que sólo entrego pedidos para usted? Arrogante. —espetó.
—Cuanta demostración de amabilidad de tu parte.
—No le he pedido que lo sea. Ahora déjeme debo sdguir trabajando —Zoe intentó levantar la moto, mas cuando dio el primer paso volvió a quejarse, le dolía la rodilla, llevaba el pantalón rasgado.
—Deja la inmadurez, no estás bien y es mi culpa. —la levantó entre sus brazos fuertes y musculosos.— Te llevaré a un hospital.
Abrió la puerta de su auto y la llevó hasta su auto.
—Le dije que no es necesario, ¿no entiende el español? —esta vez, él la miró con enojo. Ella bajó un poco la guardia— Apenas fue un raspón.
—Entonces vamos a mi casa y te limpias un poco.
—¿Y mi moto?
—Yo vengo a buscarla, te dejo allá y vengo a buscarla. Lo importante es que puedas estar bien ¿no? —ella se encogió de hombros.
Marcos levantó la moto, la dejó a un lado de la calle, subió a su auto y en un par de minutos estaban frente a su mansión. Bajó, abrió la puerta y luego regresó para ayudarla a caminar, ella se sujetó de su hombro y fue junto a él. Zoe no podía evitar aquella rara sensación de querer besar sus labios nuevamente, sentir su lengua entrelazada a la suya y sus fuertes manos de él, presionándola contra su cuerpo.
—Vamos a mi habitación —dijo él. Ella lo miró con asombro.
—¿Y que dijiste? Listo la llevo a mi casa, y tengo asegurada la noche. —nuevamente él lanzó una mirada hostil.
—¿Por qué te crees tan importante? Sólo es para limpiarte la herida y ya. Mujeres tengo las que desee. Y no estás en mi lista. —respondió con firmeza. —ella sintió su rechazo y no pudo evitar sentirse afectada, aún así le respondió:
—Pues me alegra que así sea —dijo, disimulando su desconcierto.
Marcos, la tomó nuevamente entre sus brazos, subió las escaleras y la llevó hasta su habitación. Zoe estaba sorprendida de lo ostentoso de aquel lugar ¿Cómo siendo apenas un CEO, podía tener una casa como aquella? Él la recostó de su cama. Fue hasta el baño, buscó vendas, gasa, alcohol y una tijera. Regresó, se arrodilló frente a ella.
—Voy a limpiarte la herida. Debes ser fuerte, ok.
—¡Jajajaja! —ella rió a carcajadas— ¿Deberás piensa que soy débil?
—No, no he dicho eso. —Marcos sujetó la tela del pantalón con ambas manos y con fuerza extrema lo rasgó a tal punto que dejó expuesto parte de su muslos.
—Piensas desnudarme —preguntó ella enojada, él sonrió.
Era perfecto, aquel hombre, su sonrisa, era realmente perfecto.
—No, ya te dije que no eres mi tipo. —mojó la gasa con el alcohol y pasó delicadamente por su herida, ella apretó su hombro. —calma, debo limpiarte la herida. Con su otra mano, sostuvo su pierna. Zoe sintió el fuego que emanaba de su interior.
Él estaba siendo delicado y cuidadoso con ella.
—Gracias —finalmente dijo ella, Marcos la miró, sintió la proximidad de sus labios y la respiración agitada de la chica, quiso saborear sus labios nuevamente, pero no quería incomodarla y que ella terminara huyendo.
¿Qué rayos le pasaba? Se preguntó a sí mismo. Usualmente tomaba a la mujer que deseaba y sin pensarlo la hacía suya, pero con la chica del delivery algo diferente le estaba pasando
—No tienes que agradecerme, es mi culpa que estés así. —colocó la venda, se incorporó y le dijo— Voy a buscar tu moto. Ya regreso, descansa un poco.
Marcos salió de la habitación y Zoe comenzó a sonreír emocionada, aquel hombre era maravilloso.
—Hey Zoe! ¿Qué te ocurre, joder? Es parte de tu venganza, no te piensas envolver con este creído. —se increpó a sí misma.
Realmente ella debía entregar un pedido en sentido contrario a la casa de él, pero pasó cerca de su casa para ver si lo veía de lejos. Aquello que parecía ser un juego de su parte, se convertía en algo peligroso para ella.
Minutos después oyó la puerta, sintió sus pasos, se arregló el cabello y abrió un poco la chaqueta para dejar ver un insinuante escote. Marcos entró y la miró fijamente, Zoe era chica hermosa, diferente al resto, con carácter y muy segura de sí misma, pero a la vez con una mirada inocente y capaz de hacerlo arder como nadie antes lo hizo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó y se acercó a ella.
—Bien, creo que ya puedo irme. —intentó levantarse, él la tomó de la cintura para ayudarla por segunda vez, sus cuerpos estaban tan cerca el uno del otro, sus rostros apenas a escasos centímetros.
—Eres una mujer hermosa —dijo él sin dejar de mirarla, ella se concentró en sus labios, aquellos labios carnosos y exquisitos.
—¡Gracias! Me sueltas —le dijo y él la acicaló a su cuerpo aún más.
—¿Deberás quieres irte? —su mirada esta vez fue suplicante, aunque ella tampoco quería irse de allí, de sus brazos, de la tibieza de su piel.
Zoe no contestó nada, cerró sus ojos y él la besó apasionadamente, sus labios se unieron en un beso intenso que parecía abrir las compuertas del deseo retenido en ambos. Marcos comenzó a acariciar su espalda, mientras ella prendida a su cuello, entrelazaba sus dedos con su cabello. Él la presionó contra su pelvis y ella volvió a sentir su dureza. ¿Qué haces Zoe? Se pregunta a sí misma, pero su mente no quiere controlar aquello, su cuerpo lo desea, desea experimentar esas sensaciones.
Marcos la recuesta sobre la cama y deja caer su cuerpo sobre él de ella, la joven abre sus piernas para sentir la tibieza de su falo a punto de traspasar la tela de su pantalón. Ella gimió cuando él comenzó a besar su cuello y fue bajando por su pecho.
—¡Ahhh! —exclamó— No está bien —dejó escapar aquella frase entre gemidos.
—¿Quieres que paré? —preguntó él y sin pensarlo ella movió su cabeza de lado a lado. Él sonrió y volvió a besarla, sus labios ardían y encendían las ganas, las caricias eran cada vez más intensas e incontenibles.
Él se levantó, comenzó a desabotonarse la camisa, ella contempló sus pectorales grandes y fuertes. Marcos se sorprendió al ver que ella no se desvestía, aquello era incomún. Se quitó la camisa, se acercó a ella, bajó el zíper de la chaqueta, dejando la camiseta blanca, sin brasier que mostraba sus pezones erguidos. Ella dejó que él se encargará de quitársela. Se abalanzó sobre ella, y la besó por tercera vez esa noche, era algo adictivo sentir sus labios su humedad y el jugueteo de sus lenguas.
Sus manos apretaron sus senos, besó su cuello, mientras ella se contoneaba bajo el peso de su cuerpo incrementando el roce de sus sexos. Él deslizó sus labios por su pecho, tomó uno de sus senos y con su lengua dibujó el contorno de sus pezones. Zoe estaba dispuesta a todo, no había marcha atrás, si la venganza tiene un sabor dulce, aquella era la más exquisita de las venganzas.
Marcos se mueve cadenciosamente sobre ella, desea poseerla , sentir su sexo. Zoe abre sus piernas hasta sentir su cadera, la de él, encajar perfectamente. Él se incorpora, se arrodilla sobre el colchón y termina de rasgar completo el pantalón de ella, hasta ver su pantie blanca de blonda transparente. Ella se cubre com las manos, pero él la domina con sólo mirarla, quita con sutileza sus manos, se inclina para acariciar y besar su abdomen plano, ella enarca la espalda al sentirlo, sus dedos entrelazan en sus cabellos, Marcos se aventura a seguir bajando hasta el acantilado de su entrepierna, él besa su vientre y un caudal parece emanar dentro de su v****a, corre a un lado su pantie y su lengua habilidosa se cuela entre sus pliegues rosados, saborea el néctar de su sexo, entre los gemidos de Zoe y la humedad de su caverna que arde como lava volcánica.
Aquellas sensaciones son nuevas para ella, nunca sintió que su v****a se contrayera con tanta vehemencia, con tantas ganas de tener a su presa dentro. Al sentir aquellos movimientos presionando su lengua, Marcos se levantó rápidamente, bajó su cremallera, su falo estaba a punto de estallar, ella también deseaba saborearlo, pero las ganas de tenerlo dentro eran superiores. Él terminó de desvestirla y desvestirse con un afán terrible, colocó su falo en su hendidura y presionó su cuerpo, más no logró penetrarla como esperaba.
—¡Joder! Eres virgen —dijo sorprendido. Ella asintió.— ¿Deseas que sea yo, quien te haga mujer? —preguntó dudoso. No había tenido ese placer desde la vez que estuvo con su novia del college.
—¡Sí, quiero! —aquella voz de mando es imposible no obedecer, ser el héroe de aquella batalla campal y corporal era un deseo demasiado ambicioso para ser ignorado.
Marcos volvió a saborear su sexo, no quería penetrarla sin sentir suficiente lubricación en su v****a, ella se estremeció con cada movimiento de su lengua perversa; y su pelvis, la de ella, no paraba de moverse sísmicamente. Él regresó a sus labios horizontales y dejó que su falo con un pez Koi atravesara las puertas doradas. Serpentinamente sus cuerpos se unían y se entregaban a aquel deseo de contenerse el uno, en el otro.
Marcos evitó correrse dentro de ella, se tiró a un lado de la cama, mientras su pecho agitado volvía a relajarse, ella estaba volando aún, aquello era subreal. Él volteó a verla.
—Creo que ahora sí deberías decirme tu nombre. —sonrió, ella también. Entre respiración agitada dijo:
—Arantxa. Me llamo Arantxa.
Esa noche hicieron el amor un par de veces más, él no deseaba dejar de sentirse dentro de ella y ella no quería dejar de ser suya ni un instante. Finalmente se quedaron dormidos.
Marcos despertó antes que ella, se levantó, se duchó y bajó hasta la cocina. Zoe despertó minutos después, se colocó la camisa de él y bajó. El aroma de café la llevó hasta la cocina.
—Buen día señorita. Estoy preparando un desayuno para usted —dijo, mientras volteaba diestramente la tortilla española.
—Buen día —se acercó, lo abrazó desde atrás, y besó su espalda.
—Póngase cómoda, voy a servirle. —ella se sentó.
Ella probó el primer bocado, se quedó maravillada con lo exquisito de aquella comida.
—Wow! Es la mejor tortilla española que he probado.
—Es parte de mi receta secreta —dijo él sonriendo.— Luego de desayunar, te llevaré a tu casa.
—No te preocupes, me visto y salgo. Debo llevar la moto al trabajo. Lo que si necesitaré será un pantalón, un mono deportivo puede ser.
—Veré que te consigo.
Zoe sabía que debía volver a la realidad, aquella era lo noche más increíble que había vivido, pero tenía un objetivo claro y lo que menos deseaba era complicarse la vida con Marcos. Él era un donjuan, eso ella lo sabía.
Después de que ella se fuera, llegó la mujer de la limpieza, Marcos le encargó deshacerse de todo.
—Regina, necesito que limpies todo OK. La señora regresa hoy.
—Claro que sí, patrón. No se preocupe, yo dejaré la escena del crimen sin rastro —sonrió la sexagenaria que solía ser una especie de alcahueta de Marcos.
Marcos no dejaba de sonreír pensando en Arantxa, pero su sonrisa desapareció de isofacto cuando recibió el mensaje de su esposa, pidiéndole que la esperara en el aeropuerto a las 2:00 de la tarde. Su realidad era aplastante, pero no podía evitarla. Era el momento de regresar a la realidad.
Zoe fue hasta su apartamento, se duchó y arregló para ir a su turno. Llegó hasta la empresa, uno de los repartidores sonrió con malicia al verla.
—Nueva, el jefe dice que vayas a su oficina. —Zoe sonrió, no había nada que borrara de su rostro la felicidad que sentía, todo excepto las palabras de su jefe.
—¡Estás despedida!
—¿Qué dice? Si es por el pedido que no pude entregar, déjeme explicarle, me accidente y... —el hombre no la dejó terminar.
—No quiero explicaciones, entregue la chaqueta y la moto al encargado del depósito.
Zoe se llenó de rabia, no podía creer que estuviese siendo despedida de su empleo, aquello empeoraba su situación. Si algo no deseaba era tener que recurrir a su padre. Salió de la oficina de su jefe.
—¡Sí, acabo de despedirla! De verdad la vi muy triste.
—No te preocupes Sergio, yo me encargo de todo. Tarde o temprano, Zoe debe ocupar el puesto que le corresponde.