“Las promesas son tan fuertes como la persona que las da.” Stephen Richards Macarena entró a su casa, no soportaba estar en aquel lugar donde se sintió nuevamente humillada, todo lo que había hecho durante toda su vida era luchar por lo que quería: un hogar para su hijo y estabilidad financiera. Sirvió una copa de vino, se sentó en el sillón para despejarse un poco; pero como en una ráfaga, los recuerdos la invadieron. Recuerdos abrumadores que la retrocedían al pasado como una máquina del tiempo, revolviendo su dolor; todo el tiempo de su vida desperdiciado y cada uno de los errores que había vivido eran aún insuficientes. No podia aceptar que después de quince años, su hijo Marcos continuara siendo despreciado, tal y como fue despreciado desde el día que fue depositado en su vientre.