“La verdad es como uma manta que siempre te deja los pies fríos.”
Ethan Hawke
Zoe entró a su apartamento, no podía creer que la hubiesen despedido, apenas era su tercer día de trabajo. Aquello sonaba no sólo ilógico, si no irracional. Su jefe no supo darle un argumento de peso para haberla echado de su empresa. Nada tenía sentido para ella, nada excepto aquella sensación maravillosa que la envolvía, pero que en cierta forma le preocupaba. ¿Cómo podía sentirse así, luego de haberse entregado a aquel hombre desconocido? ¿Realmente era apenas el deseo d vengarse de su padre? ¿O Marcos comenzaba a meterse dentro de su corazón y su piel?
—¡Dios, es increíble! —dio vueltas en la cama emocionada, sonrió como una niña.
Comenzó a revivir aquel momento, las caricias de Marcos encendiendo su piel, sus labios quemando sus entrañas, su sexo dentro estremeciendo su interior. Aún no se recuperaba del éxtasis embriagador de sus besos, ni de los picos de serotonina que la mantenían en el aire.
Sonó su móvil, lo tomó y vio el mensaje “Transferencia de 150€ servicio de 3 días”. Rió con sarcasmo, aquello no era ni la cuarta parte que ella gastaba en una hora cuando usaba las tarjetas de crédito. Pero ella había cambiado, todo en su vida había cambiado en el momento que supo que su madre había muerto.
Dos años atrás
—Tu madre ha muerto —fueron las palabras de su padre Francesco.
Zoe sintió que le arrancaban el alma en ese momento, no podía entender por qué la vida le daba un revés como aquel. Miles de preguntas y dudas la invadieron, luego de que cremaran el cuerpo de su madre y le entregaran el cofre, ella regresó con su padre hasta la mansión. Subió a la habitación de su madre, revisó su guardarropas tomó una de sus batas de dormir preferida, aquella bata de seda blanca con hermosas flores rosadas que la hacían ver como una reina. Recordó las veces que iba hasta su dormitorio para darle un beso de buenas noches y preguntarle sobre su día.
A pesar de que Fiorella trabajaba durante todo el día en la empresa junto a Francesco, ella no dejaba de ir a verla antes de dormir y conversar con ella sobre sus cosas. Fiorella no sólo era su madre, era su única amiga. ¿Cómo no iba a extrañarla? ¿Quién ahora se preocuparía por ella? ¿Quién le brindaría todo su cariño? Las lágrimas se desbordaban sobre sus mejillas, se aferró a la bata como si fuese del regazo de su madre. Ese donde solía refugiarse cuando en la escuela o inclusive en la secundaria, escuchó a alguna de sus supuestas amigas, hablar mal de ella o tacharla como una niña insoportable, creída y caprichosa.
Zoe miiró cerca de la cama, la agenda de su madre, la hojeó sin buscar nada, sólo imaginando sus manos hacerlo, las lágrimas seguían cayendo sobre las hojas, desdibujando alguna palabra escrita en ella. Repentinamente encontró una tarjeta, ¿la tarjeta de un detective? ¿Qué significaba aquello? ¿Para qué su madre habría buscado los servicios de aquel hombre?
Recordó entonces, algunos instantes en que su madre se mostró preocupada y misteriosa, como la tarde que recibió una llamada en el Club y fue a atenderla lejos de ella o cuando la vio nerviosa antes de aquel trágico día. Fuera lo que fuera, Zoe debía saber la verdad, estaba segura de que su padre le ocultaba algo, lo sintió en sus palabras y en su mirada cuando le cedió el cofre.
—Consérvalo tú. Ella sólo pidió verte a ti, antes de morir.
Al comienzo le pareció un hermoso gesto de su padre, pero luego le pareció raro que su madre no hubiese preguntado por él, se amaban. Eso era lo que ella siempre creyó.
Salió de la habitación y fue hasta su cuarto. Tomó su laptop, comenzó a buscar información sobre el nombre escrito en la tarjeta. Ender Alvarez, aparecieron sus r************* en la búsqueda, comenzó a seguirlo. Era realmente reconocido y muy recomendado por su trabajo.
¿Qué era lo que su madre necesitaba descubrir, qué? Le envió un mensaje al privado y segundos después el hombre le aceptó la solicitud.
“Buen día, me interesan sus servicios, podemos reunirnos para almorzar” envío el mensaje y recibió respuesta inmediata.
“Sí, con gusto estoy a su disposición, dónde sería el encuentro y hora exacta”
“En una hora exacta, le envío la localización en GPS”
“Perfecto, allí estaré”
Minutos después Zoe, se arregló un poco para disimular las ojeras producto de las horas que llevaba sin dormir y sin dejar de llorar. Tomó sus lentes de sol Versace, su cartera y salió de la habitación. Cuando bajó las escaleras, se topó con la empleada.
—Señorita Zoe, usted tampoco va a almorzar.
—No, Benigna. ¿Mi padre salió?
—Sí, dijo que tenía que resolver algunos asuntos y me pidió que sacara las cosas de la Sra Fiorella —se persignó— Que descanse en paz.
—No toques nada del cuarto de mi madre, si no desea ver sus cosas que se mude al cuarto de huéspedes.
—Pero señorita. —Zoe la miró con hostilidad.
—Dije que no toques nada. Si mi padre pregunta, dile que yo te di la orden. ¿Entendido? —la mujer asintió.
Zoe salió de la lujosa mansión y subió a su Ferrari convertible. Minutos después, estaba estacionando su auto para entrar al restaurante. Entró y el detective ya la esperaba en una de las mesas de atrás, levantó su mano y ella se acercó a él.
—Mucho gusto —extendió su mano— Soy Zoe Romanutti. —el hombre la miró sorprendido.— ¿Le suena mi nombre?
—No, imagino sea coincidencia. Siéntese por favor. Yo soy Ender Álvarez.
—Sí, lo sé. Estuve investigando sobre usted antes de contactarlo.
—Vaya es usted bastante precavida y perspicaz.
—Digamos que curiosa, más que perspicaz. No voy a andar con rodeos, mi madre la Sra Fiorella Nuzzo contrató sus servicios, quiero saber para qué?
—Lo siento, no puedo facilitar esa información, es personal y estrictamente confidencial.
—Sabe que mi madre está muerta —el hombre la miró con asombro.
—No puede ser, ayer...
—Sí, ayer habló con ella, por eso necesito que me diga qué fue lo que le dijo.
—Entienda que es poco ético de mi parte hacer eso.
—Bien, tiene dos opciones, la primera de ellas, decirme todo y recibir un buen p**o y la segunda, que muestre a la policía las llamadas que le hizo y pida sea investigado ¡Ustez escoge! —dijo con firmeza.
—Está bien señorita Romanutti. Le contaré todo. Su madre me contrató para saber sobre su padre, el Sr Francesco Romanutti.
—¿Sobre mi padre? —preguntó sorprendida. Ahora todo comenzaba a tener sentido para ella.— ¿Qué pasó con mi padre?
—Su padre —hizo una pausa— tiene una amante.
—No, no usted debe estar equivocado.
—No, Srta Romanutti, llevó tres meses investigando a su padre. Su madre sospechaba de su traición, sólo necesitaba confirmar sus sospechas y eso hice.
—Dígame ¿Quién es la amante de mi padre? —dijo apretando el puño con fuerza evitando que las lágrimas se escaparan nuevamente.
—Su asistente, la Sra Macarena Sánchez.
—¿Macarena, su empleada?
—Sí, señorita. Sé que es difícil de aceptarlo. No tengo las fotografías a la mano, pero puedo mostrarle en mi móvil las pruebas. —el detective le entregó el móvil y Zoe comenzó a revisar y detallar cada una de las imágenes, no podía creer lo que veían sus ojos. Su padre era un farsante.
—¿Puede enviarme este archivo a mi móvil? Por favor.
—Sí, por supuesto. Pero antes debe pagar por ellas.
—No se preocupe por el maldito dinero. —Sacó de su cartera un fajo de billetes.— ¿Suficiente o necesita más? —preguntó enardecida. El hombre un tanto apenado, asintió.
Le envío el archivo de las fotografías y el informe que le había entregado a Fiorella.
—Un placer, trabajar para usted, señorita.
—Ahora necesito que me averigüe todo sobre esa mujer y su familia. Quiero saberlo todo. Viajaré a Italia y regresaré pronto. Debo cumplir el deseo de mi madre.
—Por supuesto, pronto tendrá noticias mías. —Zoe lo dejó con la mano estirada y salió de aquel lugar.
Las ganas de almorzar se habían esfumado por completo, sólo deseaba encontrarse frente a su padre y desenmascararlo de una vez y por todas.
Subió a su auto y condujo hasta la empresa de su padre. Cuando venía entrando se tropezó con un hombre que venia saliendo del ascensor.
—Disculpe señorita —dijo en un tono amable, pero ella estaba ciega de la ira, apenas lo miró con repulsión.
Llegó hasta la oficina de su padre. Una de las asistentes, le informó que aún no había regresado a la empresa.
—Entraré a esperarlo a su oficina, en algún momento debe llegar.
—Pero señorita, el señor no deja que nadie entre a su oficina.
—Soy su hija ¿Desea que la despida ahora mismo?
—No, no señorita. —se mostró nerviosa.
Zoe fue hasta la oficina de su padre, entró y vio el sobre encima del escritorio. Lo tomó y vio las fotos, aquello confirmaba la más dura de sus hipótesis, esa era la razón por la cual su madre había muerto. Su padre era el culpable.
Cuando Francesco entró a su oficina, se sorprendió de ver a su hija allí. Ella nunca iba a la empresa, nunca se involucró en aquellos asuntos.
—¡Hija! ¿Qué haces aquí? —Zoe se levantó de la silla, cuando el se acercó para saludarla, ella lo recibió con una bofetada.
—Eres un farsante. —Francesco la tomó del brazo con fuerza.
—¿Cómo te atreves a tocar mi rostro? —los ojos de Francesco parecían lanzar llamas.
—Por tu culpa mi madre está muerta. Lo sé todo. Y sabes que papá, nunca volverás a saber de mi. ¡Te odio con toda mi alma!
A pesar de todo, Zoe tenía razon. Francesco la soltó, ella salió de su oficina. Se pasó la mano por el rostro. No podía creer que su hija se hubiese atrevido a tanto. Una mezcla de emociones lo invadió, por un lado, se sentía culpable de la muerte de Fiorella pero por el otro se sentía ofendido por la reacción de su hija.
—¡Veamos que tanto tiempo estarás lejos, sin lujos y sin dinero! Te vas a arrepentir Zoe. ¡Te lo juro!
Para Zoe, las palabras de su padre quedaron taladradas no sólo en su cabeza, sino en su corazón dejando en ella un profundo dolor y deseo de venganza. Aquel dolor aún permanecía dentro de ella, muy a pesar de que el tiempo que había pasado.
Esa verdad dolorosa, la volvía a situar en la única razón que lograba mantenerla viva; ella debía cumplir con la promesa que le hizo a su madre mientras esparcía las cenizas al mar:
"Te prometo que Macarena Sánchez, se arrepentirá de todo el daño que te hizo, mamá. ¡Te juro! que ella y toda su familia sufrirá por cada lágrima que derramaste, por cada una de las lágrimas que me deja tu partida"