Capítulo 4: No puedo dejarte ir

811 Words
—¿Quieres el divorcio? ¡ni en tus sueños! —exclamó Emiliano, se acercó a ella, tomándola de las manos, acorralándola contra la mesa, queriendo besar sus labios, Lisa manoteaba, él era más fuerte, intentó alejarse, empujando su cuerpo atrás, él se acercaba más—. ¡Tú eres mía! ¡eres mi mujer! —¡Nunca he sido tu mujer! Nunca lo seré —replicó rabiosa —No te dejaré ir, Lisa, no lo haré… —¡Aléjate de mí, imbécil! —exclamó —¡No lo haré, eres mía! —¿Mami? ¡papi, no grites a mami! —exclamó Thiago con su vocecita infantil, mientras lloraba. Ambos se alejaron al instante en que escucharon su voz, el pequeño llevaba puesto un mameluco celeste, no llevaba zapatos, había cristales rotos en el suelo que podían lastimarlo. Lisa se apuró a ir por el niño y cargarlo en sus brazos. —Mami, ¿papito está enojado? —No, mi amor, papito no está enojado, solo estábamos platicando. Lisa de inmediato sintió la fiebre en la piel del niño, acercó su mejilla a la suya, tocó su frente. —¡Dios! ¡estás ardiendo en fiebre! —exclamó Lisa, miró a Emiliano—. ¡Llama al pediatra, ahora mismo! Lisa subió a la habitación de inmediato, mientras Thiago lloraba. Ella lo puso en la cama, le quitó la ropa, Emiliano entró. —¿Y el pediatra? —Viene en camino, ¿en qué te ayudó? —Prepara la bañera con agua tibia, por favor. Él asintió, de inmediato fue al cuarto de baño y comenzó a hacerlo. Lisa desnudó a Thiago, y lo cargó, mientras el bebé lloraba, cuando entró al cuarto de baño, Lisa tocó el agua, estaba tibia, casi caliente, intentó meterlo, pero el pequeño se aferró a su cuerpo. —¡No, mami, no! Tengo frío, no quiero baño, no baño, ¡No! —exclamó llorando. —Mi amor, es necesario, porque tienes fiebre, vamos, solo un poquito de agua, no quieres oler feo. Thiago sollozaba, su nariz estaba roja igual que sus mejillas por la fiebre que tenía, hacía pucheros, al final, por fin pudo meterlo en el agua, ella comenzó a mojar su cuerpecito que tiritaba de frío. Emiliano los miraba con angustia. —¡Papi, tengo frío…! —exclamó Thiago alzando las manos para que lo cargara, Emiliano sostuvo una toalla, y Lisa lo sacó del agua, mientras él lo envolvió y lo cargó para llevarlo a la cama. Lisa comenzó a vestirlo, y lo recostó, sin dejar que el pequeño se metiera en las frazadas, tomó la temperatura, tenía treinta y siete, punto cinco. Escucharon el timbre de la puerta y Emiliano bajó a abrir la puerta. El pediatra subió con rapidez y revisó al pequeño, revisó sus latidos, su presión, y su temperatura, revisó su garganta, no vio ningún síntoma aparente, decidió inyectar un antibiótico esperando que la fiebre no volviera. —¡No, mami, no! ¡piquete, no! —gritó Thiago sollozando Emiliano lo cargó. —Mírame, cariño, debes ser valiente, es solo un piquetito de abeja, pero no va a doler mucho, muerde a papi si duele. Thiago chilló, y le pusieron la inyección en el glúteo, no sintió tanto el pinchazo como el ardor del antibiótico. —¡Papi, duele! Emiliano lo miró con dolor, odiaba verlo sufrir, pero un segundo después desapareció el dolor. —Ya paso, mi amor. —¡Doctor malo! —Mira un caramelo de miel —dijo el doctor. Thiago sonrió feliz, Lisa le abrió la paleta y el pequeño la comenzó a probar. —¿Y ya no volverá la fiebre? —Ya no debe volver, de todos modos, llévelo en dos días que tengo libre la consulta para revisarlo. —Está bien. Emiliano salió con el doctor para pagar la consulta médica y lo despidió. Lisa llevó al niño a su habitación, para dormir con él. Emiliano entró, Thiago abrazó a su mamá, ella lo arrullaba en sus brazos. —Mami, canta —dijo el pequeño Lisa sonrió, lo sostenía en sus brazos como un pequeño bebé recién nacido, comenzó a mecerlo, y le cantó una suave canción de cuna, con una dulce voz, mientras Thiago la miraba, poco a poco comenzó a quedarse dormido. Emiliano estaba sentado en el sofá al fondo, los miraba con ternura. «No puedo dejarte ir, Lisa, no cuando te amo tanto, no, cuando mi hijo te adora, no cuando mi vida está en tus manos», pensó. Lisa fue a cambiarse al cuarto de baño y se desmaquilló, aprovechando que Thiago dormitaba, luego volvió y lo abrazó, recostada a su lado, pronto se quedó dormida abrazada a su hijo, no se dio cuenta cuando Emiliano se recostó a su lado, abrazándola, necesitaba sentirla cerca, oler su aroma, sentir un poco de calor para su corazón temeroso.
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