Capítulo 5: Tu cuerpo por tu libertad

1280 Words
A la mañana siguiente Cuando Lisa abrió los ojos, sintió unas manos abrazándola, el pequeño Thiago estaba a su lado dormido en posición fetal, sonrió al verlo, alzó su mano hasta su frente para sentir su temperatura, quedó tranquila al sentirlo tan fresco. Se giró a mirar y vio a Emiliano Beckman a su lado, se alejó tan rápido como pudo, observó su rostro. «¡No importa lo guapo que luzcas, eres detestable, mentiroso, traidor, manipulador, eres todo lo que odio en un solo hombre Emiliano Beckman, te aborrezco, nunca te amaré!», pensó Se levantó de la cama y fue hasta el armario, eligió la ropa y se metió a darse una ducha con agua tibia. Aún podía recordar los ecos de la gran pelea, se sentía tan agotada y triste. Emiliano despertó, llevó a Thiago a su habitación, pues no quería que fuera a caerse de la cama grande, lo dejó en su cama con barandales que impedían que se cayera. Él aún vestía el esmoquin arrugado, volvió a la habitación de Lisa, quería hablarle, se quitó el sacó y la corbata, entró al cuarto de baño sin llamar antes, sus propios deseos lo controlaban. Pudo verla ahí, detrás de la puerta de cristal de la ducha, nunca la vio desnuda, sus ojos se abrieron llenos de lujuria, era más hermosa de lo que siquiera imaginó, su figura grácil, turgentes pechos, piernas torneadas y cintura pequeña, humedeció los labios ante las ganas que le provocaba, sintiendo la erección latir con fuerzas, se quitó la camisa antes de poder razonar. Abrió la puerta de cristal y ella por fin notó su presencia, sus ojos azules casi salían de sus cuencas al verlo ahí. —¡¿Qué crees que haces?! ¡Sal ahora mismo de aquí! —sentenció con rabia, mientras con sus brazos y manos intentaba cubrir su desnudez del fuego que había en su mirada. Él no podía dejar de mirarla, tenía mucho tiempo sin tener sexo, eso no le importaba como todas las noches que la deseaba en silencio, respetándola. —Te amo, Lisa, déjame amarte, déjame demostrarte que podemos ser felices. Ella rio burlesca. —Nunca, ¿no lo has entendido? Después de tanto tiempo, ¿Aún conservas la esperanza de que te ame? —exclamó —. ¡Qué tierno! Me das lástima, y encima, eres un mentiroso, jamás perdonaré tus sucias mentiras, quiero el divorcio, es mi última palabra. —¿Por qué debes ser tan cruel? Solo te pido una última oportunidad para amarte, no te vas a arrepentir. —Ya estoy arrepentida de ti, todo el tiempo, Emiliano, no quieres ver la realidad, eres joven, tienes treinta años, búscate a otra mujer, a mí, déjame en paz, acepta que amo a otro hombre. —¿Aún? —Siempre amaré a Paúl Moctezuma y nunca te amaré a ti. Emiliano sintió una rabia arder en su corazón. —¿Qué pasa? Vete, ¿Qué? Mírame —dijo ella, alejando sus brazos de su piel para que la viera—. Deléitate la pupila, porque es lo único que verás de mí, nunca seré tuya, resígnate. —Nunca digas nunca, Lisa. Ella rodó sus ojos con fastidio, intentó irse, pero sintió como sus fuertes manos la sostuvieron, acercándola a él. Emiliano besó sus labios con ardor, Lisa quiso manotear, pero su beso era tan exigente, era codicioso, mientras su lengua se abría paso por su boca, acariciándola, se sintió abrumada por el calor que desprendía, él soltó sus manos, y estrechó su cintura, provocando que estuvieran piel contra piel, ella no pudo escapar, luego él detuvo el beso, sus labios recorrieron su cuello, la hizo estremecer. Lisa había escuchado historias de sus amigas de como eran dominadas por el instinto de placer, y se rendían a noches locas con otros hombres que no amaban, ella no quería eso, seguía siendo virgen, no quería estar con él, sin embargo, sentía como todo su cuerpo reaccionaba a sus caricias, estaba desconcertada. Emiliano la puso de espaldas contra él, sus manos seguían abrazadas a su cintura, ella temblaba, él hizo su cabello húmedo a un lado, y besó sus hombros, pudo sentir como su virilidad golpeaba en su trasero, sintió nervios incontenibles, su corazón latía rápido y su respiración era irregular, se negaba a aceptar lo que esas caricias provocaban en su piel. Él la devolvió a su rostro, y tomó posesión de sus labios, otra vez, Lisa entreabrió los ojos, tomó jabón liquido con sus manos y lo untó en los ojos de Emiliano, quien se alejó un instante, sintiendo como sus ojos comenzaban a arder. —¡Maldición, Lisa! Ella sonrió —¡Eso es para que aprendas lo que significa un no! ¡eres un cobarde! —sentenció Lisa salió muy rápido, tomó una toalla, y corrió a la habitación, se enredó en ella, estaba temerosa. Emiliano lavó rápido su rostro, y salió enfurecido, tomó su chaqueta y camisa, vio a Lisa ante él, cubierta por la toalla, alejada de él, mirándolo como si temiera. —Tienes quince minutos para vestirte, te veré en la mesa del jardín, vamos a arreglar de una maldita vez esta situación. —¿Qué? —Ya lo oíste, si no bajas, mandaré a traerte ante mí, incluso a arrastras. Ella le miró incrédula, se quedó callada por primera vez, porque Emiliano parecía tan furioso como no lo vio antes. Emiliano la esperaba en el jardín, miró el reloj, contaba los minutos, ella tardó el doble de lo que la esperaba, luego la miró salir de casa y caminar hacia él. Emiliano bebía, incluso si era muy de mañana, solo quería contener sus impulsos y su enojo. —¿Qué es lo que quieres? Habla ya, no quiero perder el tiempo escuchando tu voz. Él la miró severo. —He decidido que, como así lo quieres, te daré el divorcio. Lisa le miró estupefacta, ¿acaso hablaba en serio? —¿Qué? ¿estás de broma? —No —negó con toda tranquilidad—; puesto que estás muy decidida, y que según tú esto es un infierno, voy a dejarte ir. —¿De verdad? —Sí, estoy dispuesto a que negociemos, te daré una buena compensación por el divorcio, claro está, que no será lo suficiente para que te des la vida de reina que disfrutas ahora, pero creo que será suficiente, en lo que encuentras un trabajo, porque estamos claros que no te mantendré de por vida, además, también te dejaré está mansión. Ella se quedó perpleja. —¿Es en serio? —Sí, porque mi hijo vivirá contigo, yo lo tendría desde el viernes hasta el domingo, y entre semana podré verlo, siempre que te notifique antes, ya sea que mande por él o lo vería aquí, como sea, también mantendré a mi hijo obvio, y te pediré apoyo para seguir ayudándome con la fundación, a la gente solo les diremos que tenemos una crisis, y estarás como presidente de la fundación hasta que yo encuentre tu reemplazo, cuando me vuelva a casar, todo cambiaría, mi nueva esposa se haría cargo de todo. Lisa asintió, pero se sintió extraña al escucharlo hablar así, tuvo recelo. —Pues, me parece bien, sin embargo, ¿a cambio de qué harías esto? Él sonrió, ella pudo ver la malicia en sus ojos. —Nada es gratis en esta vida, Lisa, ¿qué estarías dispuesta a pagar por recuperar tu libertad? —exclamó Ella le miró dudosa. —¿Qué quieres? —exclamó severa Emiliano se puso de pie —Quiero que me regales una noche, quiero hacerte el amor una sola vez, es todo lo que pido.
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