Capítulo 3: ¿Quieres el divorcio? ¡Ni en tus sueños!

1457 Words
—¡Habla, mujer! —exclamó acercándose a ella como si fuera un animal a punto de atacar a su presa —Dame tu collar. Los ojos de Lisa se abrieron grandes, era un collar preciado, fue de su abuela y de su madre, pero, se trataba de su hijo Thiago, haría todo por él, se lo quitó del cuello, y lo tendió en sus manos. —Habla. —¿Te dijeron que ese niño era huérfano? ¿te dijeron que ese pequeño fue abandonado? —¿Qué dices? —exclamó con temor, Lisa sintió un miedo en su estómago y en su piel, pensando en todas las cosas que esa mujer le diría, lo que más temía era que le quitaran a su hijo de su lado—. Habla con claridad. —¿No lo imaginas ya, señora Beckman? —la mujer sonrió—. Ese niño no fue abandonado, porque yo soy su madre, y él no es ningún huérfano, ni adoptado, es el hijo de tu querido esposo, Emiliano Beckman es el padre de ese niño, pero, como no podía decir que fue padre con una mujer como yo, eligieron esconderlo, así el señor Beckman ganaba la alcaldía, y cuando te conoció, te eligió para ser la madre de mi hijo, me lo arrebató, ¡por tu culpa! —exclamó Priscila con la mirada llena de rabia. Lisa sintió que algo ardía en su corazón, se estremeció, dio un traspié, estaba horrorizada con todas sus palabras. —¡No puede ser…! ¿con quién demonios me he casado…? —¿Lo entiendes ahora? Tú llegaste y arruinaste mi vida, y Emiliano me dejó, también me robó a mi hijo, lo hizo todo para tenerte, además, negó a su propio hijo, haciéndolo pasar por uno adoptivo, lo hizo por tenerte. Lisa miró a la mujer. —¿Y qué quieres ahora? —Ahora me voy, pero volveré por mi hijo. La mujer salió de ahí, Lisa la miró con odio. Se quedó un instante más, se sentía herida, frustrada «Me hizo perder todo este tiempo a su lado, me ha engañado, ¡Lo odio!» Las lágrimas rodaron por sus mejillas, y se apuró a detenerlas, respiró profundo. Se miró al espejo y fingió una gran sonrisa, y salió de ahí. Al llegar de nuevo al salón, ubicó a Emiliano, fue tras él, pensaba en muchas formas de hacerlo pagar, pero decidió contener sus malos impulsos. Se acercó a él. —Querido, permíteme un segundo, por favor. Emiliano asintió, se disculpó con los presentes y fue al lado de Lisa. —¿Qué sucede? —Debemos irnos ya. —¿Por qué? —exclamó con duda —Thiago tiene fiebre, y vomito, hay que llamar al pediatra. Emiliano se consternó al instante. —Sí, vámonos ya mismo. Emiliano se despidió y salieron de prisa del evento. Él estaba tan asustado que no dudó en llamar a la niñera, sin que Lisa lo notara. —¿Cómo está el niño? —Todo está bien, señor. —¡¿Cómo qué todo bien?! Si tiene vomito y fiebre, ¿ya llamaste al pediatra? —¿Qué dice? Oh, no, señor, Thiago está perfecto, está a mi lado, no tiene fiebre, ni vomito. —¿Qué? —Emiliano miró a Lisa, entonces lo entendió todo—. Bien, gracias. Colgó la llamada. «¿Con qué lo hace para arruinarme la noche?», pensó. Emiliano se acercó a ella, y la miró con ojos severos. —Sé que Thiago no está enfermo, ¿Por qué haces esto? Lisa miró su rostro, le susurró al oído. —Será mejor que te calles, y subas al auto para ir a casa o juro que harás que liberé mis demonios aquí mismo. La mirada de Lisa lo sorprendió, era natural pelear a solas, o que ella no lo soportara, pero esa mirada de odio brillando en sus pupilas, Emiliano supo que Lisa estaba tan enfurecida que podía pelear ante el mundo entero. —¿Y ahora qué hice? —Ya sé tú sucio secreto, así que mejor cállate, y vámonos de aquí. Emiliano se quedó perplejo, saludaron de lejos al gobernador, pero subieron al auto, y se fueron. El camino fue silencioso, él estaba preocupado, temía sobre lo que pasaba, Lisa podía maldecirlo, cortarle la cara con palabras hirientes, cualquier cosa era mejor que ese silencio al que lo condenaba, la miró de reojo y no dijo nada, pero notó como ella limpiaba una lágrima que se deslizaba por su rostro, eso le hizo sentir un miedo en su interior. Tomó su móvil y envió mensaje a Kassin, su guardia de confianza. Pero, él le aclaró que no vio nada sospechoso en la fiesta. Emiliano aún no se sintió tranquilo. Al llegar a casa, abrió la puerta a Lisa, pero ella lo empujó con fuerzas, alejándolo, él se quedó perplejo, ella caminó de prisa, hasta entrar a la mansión. Él respiró profundo, pensó que le esperaba un calvario. Al entrar, la observó. —¿Qué pasa? ¿Qué es ese sucio secreto del que tanto hablas? Lisa sonrió. —Ven, querido, hablemos. Ella caminó al despacho privado de Emiliano, él la siguió. Ella vertió whisky en dos copas, y le dio una. —Bebe, lo vas a necesitar —dijo y bebió su trago de un solo sorbo. —Habla ya, estoy cansado de jueguitos, si esto es uno de tus berrinches por un capricho, no lo toleraré más. Lisa sentía un odio que la congelaba. —¿Capricho? ¿no te has mordido la lengua, querido? Aquí el único que obtiene lo que quiere por capricho, eres tú, ¿no fue así cómo me tuviste a mí? Aprovechándote de mi peor debilidad, del fraude que hizo mi padre, para comprarme por su libertad. Emiliano rodó los ojos. —¿Volverás con lo mismo? —Lo que nunca te voy a perdonar, es lo que me hiciste, ¡arruinaste, y quizas para siempre mi vida! —¿Yo? —¡Tú! Maldito egoísta de mierda, ¡me manipulaste como un maldito especialista! Y yo no lo vi, dijiste que Thiago era un pobre niño que necesitaba padres, podríamos cuidarlo; te dije que no, que no quería ser la madre de tus hijos, lo trajiste, hiciste que lo amara, ¿Por qué? ¡¿Por qué?! —exclamó con rabia, sollozando porque no podía controlar su llanto. Emiliano hundió la mirada, su corazón latió como un condenado, ella lo sabía todo, sintió el peor de los miedos, uno que lo atormentaba cada día, desde que se casó con ella, perderla para siempre. —¿No responderás? Me engañaste, eres peor de lo que imaginé, ¡negaste a tu propio hijo! ¡él es tu hijo y de una mujerzuela! Sé lo arrebataste para cumplir tu maldito capricho. —Eso no es cierto… no sé quien te dijo eso, pero no es ni parecido a toda la verdad, déjame contarte. —No quiero saberlo, ¿sabes qué? No me importa tu maldita vida, ni tus amantes, ni nada, pero no tenías que mentirme así, no tenías que ser tan cruel; sabías porque dejé a Paúl, porque iba a tener un hijo con otra, pero yo lo amaba a él, hubiese preferido criar a un hijo del hombre que amo, a que me hicieras esto. Emiliano se acercó a ella, sintió que había tocado una herida. —¡¿Y Perdonar al miserable que te engañó días antes de tu boda con tu mejor amiga, que incluso te engañaban desde siempre y estaba embarazada de él!? Eres patética. —Patético, tú, mira todo lo que hiciste, ¿no tienes miedo de hasta donde llegó tu obsesión? —No, porque todo lo hice por amor, hay una historia detrás de esto, y eso explica porque hice lo que hice. —¡Maldito embustero! —Lisa lanzó la copa tan fuerte que él tuvo que dar una zancada atrás para que no lo golpeara, se quedó perplejo mirándola, no podía creerlo, era natural pelear, pero llegar a tanto, no. —¡Lisa! Cálmate. Ella se acercó a él. —Quiero el divorcio, se acabó. Me iré mañana mismo, y firmarás, o te haré tal escándalo que tu padre no tendrá donde esconder su cabeza. Emiliano sintió su respiración irregular. —¡Cállate! Nunca te daré el divorcio, no sigas o enviaré a tu padre a prisión. Ella le miró impactada, luego esbozó una sonrisa, entre sus lágrimas. —¡No me importa! Seguro de que él también sabía esto, que se pudra como tú y tu maldita vida, no me quedaré a tu lado, me diste la excusa perfecta para dejarte, ¡quiero el divorcio! —sentenció
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