Capítulo 2: ¡Te arrancaré los dientes por hablar de mi hijo!

1280 Words
Dos años despues. Él llamó a la puerta, lucía su perfecto esmoquin oscuro, estaba listo para ir al evento de caridad que organizaban cada año la Cámara Empresarial de la ciudad. Lisa abrió la puerta y salió. —Ya estoy lista. Emiliano la miró de arriba abajo, casi boquiabierto, lucía hermosa, siempre pensó que había visto en ella toda la belleza en esplendor, cada día que pasaba notaba que volvía a enamorarlo más y más, sonrió. —Te ves hermosa. —Sí, claro, puedes presumirme como en cada evento —respondió con su clásico sarcasmo y desdén, borrando su sonrisa. Ella caminó hasta la habitación del niño, abrió y lo vio dormido, la niñera estaba ahí. —Se acaba de dormir, señora —susurró Thiago se enderezó y miró a su mamá. —Mami, ¿a dónde vas? Yo quiero ir. Ella sonrió, Thiago solo tenía cuatro años. —Duerme, cariño, no puedes venir a la fiesta, es solo para adultos, te prometo que mañana te llevaré a patinar al parque, ¿te parece? Thiago asintió feliz, se abrazó a ella. —Mami, te amo, hasta la estrella más grande y de vuelta. Lisa sonrió, besó su frente. —Yo te amo, hasta la galaxia más grande y de vuelta, tres veces más. Ella acarició su nariz con la suya, y el pequeño se acostó. Emiliano entró y besó la frente del niño. —Duérmete, mi amor, mami y papi vuelven pronto, mañana yo los llevaré a pasear. —¿De veritas, papi? Pero ¿segurito? —Claro que sí, mi amor. Ambos salieron y cerraron la puerta. Lisa bajó la escalera, levantando su vestido de gala. —No hagas promesas que despues no cumplirás, Emiliano, luego yo tengo que justificarte cuando no cumples. —Iré a pasear contigo y con mi hijo. —Ve con él, yo no quiero ir y soportarte, suficiente es con hacerlo hoy. —¿Ves? Es por lo que no entiendo que me recrimines que no estoy en casa, cuando estoy aquí te escondes en tu habitación para no verme. —No te exijo que me veas a mí, sino a tu hijo, tú a mí no me importas. Lisa levantó la barbilla, él la miró con rabia, luego sonrió. —Estoy trabajando, soy el presidente de una empresa que todo el tiempo convulsiona, querida, así que, ten paciencia. Ella rodó los ojos. —¿Así le llamas a las mujerzuelas que calientan tu cama? Él rio, salieron y subieron al auto, él chofer iba manejando. —¿De verdad? ¿ahora me harás una escena de celos? —¿Celos, querido? ¡ay, ternurita! Eso solo sería en tus sueños, para nada, lo único que te digo es que no me haces tonta, no me importa, por mí puedes coger con la mitad de las chicas de la ciudad, y si alguna te atrapa, y me quieres dar el divorcio, enseguida te lo firmo, es más, hasta voy de madrina de boda —dijo sonriente. Él tomó su barbilla y la giró hacia él con fuerzas, la miró con rabia. —Nunca, ¿me escuchaste? Nunca te daré el divorcio, suéñalo, palomita, estarás conmigo, hasta que la muerte nos separe. Ella se alejó de él. —¡Imbécil! —Mejor no me busques más, Lisa. —No me sigas jodiendo, Emiliano, o te montaré una escena en tu querida fiesta, y te arruino la noche. Él respiró profundo, se calmó. Ella también lo hizo, pero supo que lo había molestado, eso le agradó. Evento de caridad. Al llegar, fueron recibidos por varios anfitriones, apenas entraron comenzaron a saludarlos y elogiarlos. Lisa estaba acostumbrada, desde la campaña de alcalde de su suegro, a ser usada como un adorno para conseguir votos a su candidatura, el hombre lo consiguió perfecto, ahora estaba considerado como el mejor alcalde. —Se dice que Don Santiago podría buscar la gobernatura, ¿Es verdad, Emiliano? —No lo sé, no me lo ha expresado, mi padre es un idealista, por él, sería hasta presidente del país. Todos rieron, Lisa sonrió con hipocresía, su mente viajaba lejos de ahí. —Lisa, ¡qué hermosa estás hoy! Déjame decirte, querida, no hay nadie mejor como tu marido para recibir el gran premio de hombre del año por su caridad, su empresa ha ayudado al orfanato del estado, son almas caritativas, no en balde adoptaron a su pequeño hijo con solo dos añitos, aunque todos anhelamos que pronto tengan a su primer hijo biológico. Emiliano y Lisa se miraron con algo de estupor. —Bueno, ahora el pequeño Thiago es nuestra gran prioridad, así que… —Pero, hija, él es pequeño, no puede ser hijo único, necesita un hermano para sentirse acompañado. Lisa solo sonrió, la incomodidad podía palparse en ella, ¿cómo podría tener un hijo del hombre que despreciaba? ¿cómo podrían procrear si ni siquiera tenían relaciones sexuales? La ceremonia comenzó y sus pensamientos se disiparon. Pronto, escuchó como nombraron a su esposo como el hombre del año por su labor caritativa. Emiliano Beckman subió al podio. —Gracias, pero este premio debería ser dirigido para la persona que me inspira a ser generoso, a ser un mejor humano cada día, este premio lo dedicó a mi amada esposa Lisa Beckman. Todos voltearon a verla, sonrieron, y aplaudieron, ella puso las manos en su pecho, fingió una mirada de ternura, su esposo prosiguió su discurso, él aplauso resonó al finalizar. Ella fue a felicitarlo, él la abrazó con fuerzas, quiso alejarse, al estar en público fue imposible. —¿Te gustó mi discurso, querida? —No, me dio asco, eres tan hipócrita, querido. —Pensé que sería excitante para ti saber que tu marido te tiene en un pedestal, palomita. —En realidad, me das mucha lástima, solo porque nadie te conoce es que ganaste tu premio. —¡Ay, querida, gracias por felicitarme, eres dulce! Ahora bésame, ese es tu maldito castigo. La sonrisa se borró del rostro de Lisa, pero sintió todas las miradas sobre ella, él acunó su rostro, y besó sus labios, cerró los ojos, fue un ligero roce, sintió que duró mil años, se alejó al instante. —Aprovechado —sentenció, susurrando al oído. —Siempre. Sonrieron, mientras les tomaban fotografías. —Me disculpo, iré un momento al tocador. Él asintió y ella se alejó. Lisa fue al baño, le faltaba oxígeno para respirar, debía calmarse, se miró al espejo, de pronto, una mujer apareció, Lisa cambió su semblante por una sonrisa natural, tomó su lápiz labial, retocándose. —¿Lisa Beckman? Ella sonrió, asintió. —Hola, ¿te conozco? —No, pero yo a ti sí, soy Priscila, y antes de que llegarás a la vida de Emiliano Beckman, yo fui quien calentaba su cama. La sonrisa de Lisa se borró de sus labios, miró hacia los cubículos, nadie estaba ahí, la tomó del brazo, la hizo a un lado. —Ten cuidado con lo que hablas, mujer. —¿Qué pasa? ¿no quieres que arruine la reputación de tu esposo? —¿Qué quieres? ¿dinero? —Sí, mucho dinero, y te puedo contar las peores cosas de él. Lisa negó. —No quiero saber nada, no me importa, incluso si te acostarás aún con él, no me importa. Lisa intentó salir. La mujer la miró desesperada, miró su collar de diamantes, supo que debía rondar el millón de pesos. —¿No quieres que te diga sobre tu hijo? ¿quieres saber la verdad sobre ese niño? Lisa se detuvo, la miró con ojos intrigados. —¡Habla, ahora, mujer, o te arrancaré los dientes por hablar de mi hijo!
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