Capítulo 6: Tu amor es una jaula

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Los ojos de la mujer se abrieron enormes, casi salían de sus cuencas, ante tal descaro. —¡Eres un asqueroso! —exclamó golpeando la mesa con fuerzas—. Nunca. —Está bien, solo que, si no lo aceptas, entonces, el divorcio será por las malas. —¿Qué? —Sí, de todas formas te daré el divorcio, ya que, tanto pregonas que no me soportas, te dejaré ir, pero sin un centavo, ya que no me diste hijos, y gracias a nuestro acuerdo prenupcial que dice con claridad que si nos divorciarnos sin llegar a un acuerdo, no tengo que mantenerte, ni darte dinero, te irás tal y como llegaste, sin nada; todos los beneficios que tienes se acabarán, la gente que tanto te quiere, te dará la espalda, tu padre volverá a la cárcel, pues perderá mi protección y quienes lo odian, que son muchos, irán por él, y respecto a mi hijo, ya que es mío, no tuyo, haré que le retiren tu apellido, y nunca más volverás a verlo —dijo Emiliano, sintió un nudo en la garganta ante sus palabras, nunca decir algo le costó tanto como en ese momento. Lisa le miraba impactada. —¡Eres un miserable! Te odio con toda mi alma, ¿cómo puedes ser tan cruel? —exclamó rabiosa. —¿Y tú? He hecho tanto por ti, te he tratado como una reina, todo lo que pides se cumple; dinero, viajes, joyas, lujos, mi atención, ¿y que me das tú? Cualquier otra mujer admiraría mi amor, ¡y tú lo desprecias! —exclamó furioso—. Y vienes aquí, queriendo todo de mí, sin darme nada, te casaste conmigo por dinero, para salvar a tu padre, te di lo mejor, no me diste nada. Así que, ahora tienes esto, acéptalo o recházalo, y atente a las consecuencias. Él pudo ver sus ojos nublados, al borde del llanto, le dolió, intentó irse, y quiso retractarse, pero su orgullo lo dominó, recordando cada rechazo, respiró para darse el valor que le faltaba, salió de ahí. Lisa cubrió su boca, porque un sollozo quería escapar, se sintió humillada, triste, desolada. El resto del día, Lisa estaba desesperada, no podía creer lo que la vida le tenía deparado. Corrió a su habitación y sacó todo el dinero en efectivo, aunque Emiliano creía que Lisa gastaba dinero a diario, lo cierto era que a diario sacaba dinero de las cuentas corrientes y lo guardaba para un día como este, en el que tuviera que escapar, ese día había llegado. Ella metió en una maleta la ropa que más necesitaba, luego fue al cuarto de Thiago, guardó ropa, medicinas, y todo lo que necesitaría. Ahora se preguntaba como escapar. Tomó su móvil y llamó por teléfono. —¿Emiliano? Lo pensé, he decidido que sí, que lo haré, pero, antes, debemos acordar que me tratarás bien. Emiliano estaba perplejo, jamás creyó que aceptaría, tampoco pensó en hacer lo que dijo, solo quería asustarla, ahora no sabía ni para qué, estaba ansioso. —¿De verdad, o es uno de tus trucos? Ella titubeó. —Lo haré, pero, seguro que cumplirás tu palabra, ¿Verdad? —Sí… claro… lo único que te interesa es tu libertad. —Obvio, por cierto, debo ir a comprar ropa, pues, no tengo ropa para esta noche, así que, saldré, y llevaré a Thiago, es que quiere ir al parque, se lo prometimos. —Bien, que te lleve el chofer. —Sí, lo haré. Ella colgó, corrió a tomar los pasaportes, levantó y vistió a Thiago, salieron en el auto con el chofer. Lisa ordenó que fueran llevados a un centro comercial muy cerca del aeropuerto, ella escondió la maleta en el auto y llevaba solo la mochila del niño. —Regalaré ropa a unas personas que no tienen dinero, señor Reyes, podría por favor, ir a dar una vuelta y dejarme el maletero abierto. El hombre asintió y obedeció. Fingió entrar al centro comercial, cuando vio que el hombre entraba a un restaurante para comer, se devolvió enseguida, tomó la maleta y detuvo un taxi, pidiendo que la llevara hasta el aeropuerto. En el aeropuerto. Lisa pagó dos boletos rumbo al Mediterráneo, era el único lugar seguro que conocía, no podía pagar nada con tarjeta, pero antes sacó efectivo por última vez, llevaba solo el límite permitido. «¿Qué estoy haciendo? La peor de las locuras, jamás seré tuya, te odio, Emiliano Beckman, es tu culpa, no volveré a verte, pero no me quitarás todo lo que amo, me destruiste, ahora nunca más», pensó Escuchó su vuelo, sería un largo viaje. —Mami, ¿a dónde vamos? —Ya verás, es un lugar bonito, corazón. —¿Y papi? —Lo veremos después, ya te contaré, duerme. Él niño se abrazó a ella, y cerró los ojos. Mansión Beckman Cuando Emiliano llegó esperaba con ansias que Lisa llegara. «Le diré que, no lo haré, que era una mentira solo para hacerla enojar, nunca la obligaré a ser mía, si no lo quiere, pero, si ella quiere… me odiará más, la llevaré a ese lugar, sí, y volveré a hablar de amor, la besaré, ella me besó, sé que me correspondió, sé que hay algo, entre su odio, hay una atracción, sé que no le soy tan indiferente», pensó Recibió una llamada. —Señor, ¡No encuentro a su esposa por ningún lado! —¡¿Qué como qué no?! —Estaba en el centro comercial, pero, la perdí… Emiliano colgó la llamada. —¡Kassin! El hombre apareció. —¿Señor? —¡Mi esposa! Lisa desapareció con mi hijo. Kassin comenzó a hacer llamadas. Emiliano fue a su habitación y vio esa nota en su cama, la tomó enseguida «Emiliano: ¿Creíste que sería tuya? Nunca me obligarás a hacer algo que no deseo, por eso me voy, puedes tomar tus malditos chantajes y metértelos por el trasero. Me llevo lo único que amo en la vida, porque no te daré el poder de quitármelo, Thiago es mi hijo, lo crie durante dos años como una madre abnegada, tú me engañaste de la forma más ruin cuando pudiste ser honesto, por eso me llevaré a mi hijo, no podrás separarnos. Hasta nunca, querido esposo, tu amor es una jaula de la que al fin escapé. Lisa» Emiliano arrugó el papel entre sus manos, los ojos se le llenaron de rabia y frustración, Lisa había escapado de su lado, la había perdido, era peor, también perdió a su hijo. —¡Lisa! —gritó Emiliano con desesperación—. ¡Juro que así tenga que buscar debajo de las piedras, te encontraré y volverás a mí!
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