Capitulo 5

1639 Words
La semana pasó demasiado rápido, y el viernes por fin llegó pero no solo eso, llegó la última hora de clases dándome la libertad de descansar. Apoyé mi cabeza en mi taquilla, cansada, no había sido una larga semana ni dura pero el tener una compañera que se despertaba demasiado pronto, me quita horas de sueño, sin hablar de su meditación nocturna, no podía dormir normal, como antes lo hacía. —Necesitas un cambio de habitación—me comentó Laura apoyándose a mi lado. Mire a mi amiga, bostece un poco pero no dije nada, en realidad si me vendría bien alguien con una forma de dormir más parecida a la mía pero Isabella no era una mala compañera de habitación, siempre dejaba todo limpio, no me encontraba nada sucio tras que ella usara algo, muchas veces incluso dejaba la habitación o el baño con buenos olores, además que no se quejaba porque le usara sus cosas, no me dijo nada. —Solo necesito tapones o que se vaya el fin de semana a su casa, para dormir—explique, con unas horas más de descanso, mis ritmos nocturnos estarían de nuevo en todo su sistema, solo necesitaba cerrar los ojos por más tiempo de lo normal, y mi vida estaría bien. —Seguro que se va con sus padres, eso es lo que haría una niña buena—me comentó La mire. No había hablado mucho con Isabella esta semana, creo que lo justo y necesario, buenos días y buenas noches, alguna pregunta de compañeras que era necesaria, ella se dedicaba a hacer lo suyo y yo hacía lo mismo, me había buscado que fuera fría conmigo, empezamos con el pie izquierdo, pero se que algo mal hay en ella, Recibe demasiadas llamadas de casa, como si la tuvieran que controlar, y después de las llamadas nunca parece ella. Siempre sonríe, pero tras las llamadas siempre está seria. —Ni idea—. Luis se acercó a nosotras, y me ofreció un poco de su café. —¿Quieres?—me pregunto y negué. En una situación normal, lo hubiera bebido, no soy asquerosa, tomo sin problemas del mismo vaso que mis amigos o como de sus platos, no es algo que me de asco, ellos pueden beber de mi vaso y comer de mi plato sin problema pero no me apetecía. —Lo necesito pero creo que me voy a dormir—le avise. Matt se acercó con gran alegría a nosotros, pasó su brazo por mis hombros agitando mi cuerpo para que me activara, y en una situación normal me reiría o lo mataría pero estaba tan cansada que no tenía fuerzas ni para mandar a la m****a a mi mejor amigo. —¿Quién se apunta a ir a comer hamburguesas al pueblo?—preguntó Matt—Los demás ya han dicho que si, solo faltáis vosotros por confirmar—aviso Pase mi mano por mi cara demasiado cansada. —Obvio, necesito salir de estas paredes, porque me voy a volver loca—comentó Laura. —Yo necesito comer tres hamburguesas, comida basura que haga feliz a mis estomago—habló Luis. Todos me miraron. —Paso, me voy a dormir—les deje claro, levantando mis manos. —Sabes donde estamos por si cambias de opinión—avisó Matt. Asentí. Siempre íbamos al mismo bar, no es que en el pueblo haya muchas opciones y no niego que ese bar está bastante bien, tiene una de las mejores hamburguesas que he comido hace mucho. Y quizás tras unas horas de descanso, tenía fuerzas para ir a comer algo, —Os dejo disfrutar—les dije. Bese la mejilla de Laura y camine hacía mi habitación con demasiada tranquilidad. Me paré en la puerta al escuchar ruidos, me sorprendió porque no esperaba que Isabella estuviera en la habitación, tenía su derecho pero no lo esperaba, me la imaginaba en la biblioteca o tomando el sol con sus amigos planeando una nueva labor social. Abrí la puerta con cuidado para encontrarme un cojín en el suelo y a Isabella en la cama sentada llorando, no estaba haciendo un solo ruido, estaba silenciosa dejando que las lágrimas salieran por sus ojos. —¿Estás bien?—le pregunté cerrando la puerta para que nadie la viera así. Al menos a mi, me daría algo de apuro que me vieran llorar. —No, obviamente no estoy bien—se quejó con la voz rota y pasando sus manos por su cara para taparse la cara roja de llorar. —¿Qué ha pasado?—le pregunté preocupada. —No te hagas la amable porque sé que no te importa una m****a—me dijo. Me quedé sorprendida por la agresividad de sus palabras, no era nada que no pudiera tolerar pero que Isabella dijera m****a y hablara molesta no era algo que esperara. —Solo he venido a dormir así que te dejaré tranquila en dos segundos—comente sentándome en la cama para hacerme un moño para dormir. —Lo siento—me dijo tras un largo suspiro—No estoy pasando por mi mejor día—explicó. La mire. —Tranquila, todos tenemos malos días—. La intente tranquilizar porque sentirse mal por estar mal, era una sensación horrible, debía permitirse tener malos días y no ser siempre la niña buena y perfecta que todos querían, estar mal era de humanos, eso la hacía más real, la alejaba de la ilusión de perfección que todos tenían de ella. —Creo que mi mal día llevaba así desde hace años—se quejó. La mire. —¿A qué te refieres?—le pregunté. —La historia de mi familia es demasiado complicada y no te quiero aburrir, seguro tienes cosas mejores que hacer—aviso. —No me cuentes si no quieres, pero no tengo nada que hacer así que estoy libre para escuchar—comenté. Isabella me miró con dudas, estaba claro que compartir algo que le molestaba, que le dolía no era fácil y menos con una persona que hasta ahora jamás la ha hablado. —Hace unos años mi hermano dejó todo por su sueño de ser músico, los estudios, la casa, todo y bueno mi madre lo repudio—explico y la mire, no me esperaba que una chica tan buena tuviera un hermano rebelde—Desde ese momento se centró tanto en mi, que no me dejaba respirar, la perfección era lo mínimo que debía hacer, la ropa perfecta el peinado adecuado perfectamente peinado, las notas, todo—explicó. —Supongo que es ella quien te llama todos los días—comente y asintió. —Me llama para recordarme que no puedo equivocarme, cualquier cosa que no esté en lo que esperaba, me puede traer problemas—aclaró. —Vale, una madre controladora es un fastidio pero no veo problemas, pasa de ella—le aconsejé y ella me miró. —Debo elegir que quiero estudiar, medicina o derecho—explicó. Negué. —Mi madre es igual, es una pesada con que decida ya que quiero estudiar, tengo dieciséis años, no se ni que quiero hacer mañana como para saber que voy a estudiar—explique. Estaba muy bien que ella tuviera dos opciones que le gustaran, dos ideas, estaba claro que esta chica era mucho más organizada y sensata que yo. —No quiero estudiar ni derecho ni medicina—me avisó. La mire. —Me he perdido entonces—me queje. —La familia de mi madre es dueña de una fundación que controla hospitales y tiene un bufete de abogados bastante importante en New York, mi madre quiere que trabaje ahí—. Era bastante normal, en nuestro círculo que los hijos estudiaran lo mismo que los padres, que repitieran los patrones y que heredarán las empresas de sus padres, no veía mal eso, te limita pero te asegura un futuro, si te metes en otra carrera corres el riesgo de no tener salidas pero estaba claro que para ella era un problema. —¿Y qué quieres hacer?—le pregunté . —Me encantaría ser periodista, ir por el mundo a donde hay problemas y contar la verdad, contar las cosas, las historias de las personas de la calle—comentó. La mire. —O no se, irme de voluntariado a alguna parte del mundo para ayudar a las personas que más lo necesitan—añadió. —Cualquiera de esas dos cosas te pegan demasiado—pensé en alto haciéndola reír. —¿Tus padres no te llaman tanto?—me pregunto. ¡Auch! Tema doloroso, pero ella se había abierto a mi por lo que yo me podía abrir con ella, se le veía buena persona y sabía que no me iba a juzgar. —Mis padres saben que existo por las facturas del colegio pero por lo demás, soy como un fantasma para ellos—explique y ella me miró con lástima—Siempre está viajando por su trabajo y si está en casa, tiene mil reuniones, y los temas de conversación siempre igual, que si la subida de no se que, que si la falta de no se cual—le conte a modo de risa. Isabella rió. —Me la imagino con el traje y un auricular hablando mientras agita las manos—dijo haciendo que esta vez fuera yo quien riera porque esa escena era totalmente mi madre. —Sabes, tu familia ya que tiene hospitales y esas cosas debería tener también un barco de Greenpeace—le dije para quitarle hierro al asunto y sin dudarlo ella rió. Que las dos tuviéramos situaciones complicadas con mi familia me ayudaba a empatizar con ella, a entenderla. Pasamos toda la noche hablando y riendo, sin saberlo habíamos comenzado una gran amistad.
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