Capítulo 3

1626 Words
Salimos del edificio de chicas para caminar a las gradas donde nos esperaban dos de nuestros amigos, Laura enviaba mensajes por su teléfono como una loca, se que el lunes nos quitaban los teléfonos pero no creo que fuera para tanto la cosa. —¿A quién le escribes tanto?—le pregunté sin entender nada. —A mis proveedores, debo dejar todo solucionado para que no me dejen tirada—comentó haciéndome reír. Laura tenía la capacidad de conseguir lo que fuera, necesitaras lo que necesitaras, ella tenía la capacidad de encontrar a la persona adecuada y tenerlo, sus padres eran dueños de una empresa de grandes ventas y transporte, lo que imaginaras, ellos te lo llevaban a casa en menos de un día por lo que creo que es algo que tiene en su sangre. —¿No tienes un segundo móvil?—. Me miró por mi pregunta y tras ver que nadie nos seguía o nos hacía mucho caso se acercó a mi. —De eso tengo que hablarte, necesito que alguien me esconda el teléfono, no me fío mucho de mi compañera de habitación—me comento y la mire. —Mi compañera es casi la segunda nazi, no puedo hacerlo yo—la avise. La nazi, era como mi amiga llamaba a Susana, la mujer que se encargaba de vigilarnos y velar por nuestra seguridad en la zona de mujeres. El hombre que vigilaba a los chicos tuvo más suerte con su apodo, el bigotes, por su gran bigote que siempre estaba perfectamente peinado. Pero la mujer se ganó ese apodo por ser muy estricta con las normas, demasiado y en muchas ocasiones ser una persona con pocas emociones. Teníamos toque de queda, una hora para estar en el edificio y otra para estar con las luces apagadas, no permitía ni un solo segundo de retraso, más de una compañera se vio en serios problemas por tener el reloj unos pocos segundos diferente al de la mujer, entre ellas, Laura. —Tranquila, se lo pediré a alguno de los chicos—me dijo, guardando el teléfono en el bolsillo t*****o de su pantalón. Llegamos a las gradas donde sin mucha dificultad vimos a nuestros dos amigos sentados mirando cómo el equipo de fútbol entrenaba, y este era el mayor entretenimiento porque de lo malos que eran, daba hasta risa. Con sus gafas de científico loco, Luis miraba el espectáculo mientras intentaba analizar algo pero lo único a intentar adivinar o analizar, era si era más ridículo el entrenador que no dimitía o el equipo que no se daba por vencido. Con su pelo ahora cambiado a verde y su estatura pequeña para un chico se veía de lo más mono del mundo, y a su lado, tomando el sol como si nada estaba con el pelo despeinado mi mejor amigo, Matt, su pelo castaño hacía conjunto con sus ojos marrones y encima era alto, algo que se agradece. Laura se acercó a ellos y abrazó a Luis con mucha fuerza. —Mi niño hermoso, pelo moco—le saludó besando su mejilla, haciendo que este se irritara como era lo más normal. Reí por la situación y me senté al lado de Matt. —¿Nos habéis echado de menos?—les pregunté divertida. —Más quisieras—bromeó Matt aún tomando el sol, golpee su pecho molesta porque bromeara, mi mejor amigo siempre era así, no se tomaba las cosas en serio, siempre estaba haciendo una risa para que las cosas no fueran demasiado duras. —No seais malos con ella, tiene mucho con la compañera que le ha tocado—comentó Laura. La miré sorprendida. —La tuya es peor—me queje. —Con Sofía todos pueden lidiar pero con Teresa De Calcuta es complicado—comentó y la mire porque estaba siendo demasiado cruel. Isabella era demasiado buena, no rompía un plato aunque le obligarán, vale, eso era algo obvio y estaba claro que yo era demasiado diferente a ella, me importaba poco tener que arriesgar las cosas para pasarlo bien, creo que era lo bueno de la vida, vivir cada momento como si fuera el último. —Ahora entiendo las cosas—comentó Matt y nos miró. —Si no me lo dices no sé qué piensas—le avise. —Vino a ver a Aiden a la habitación, algo afectada—explicó Matt. —Pobre chica, que cruel eres amiga—bromeó Laura y tuve que aguantar las ganas de pegarla. Miré a Matt al darme cuenta que era casi imposible que supiera lo que le había hecho, bueno los comentarios de Laura de los que me había reído, no era imposible que lo supiera pero era complicado que la hubiera visto. —Comparto habitación con Aiden y ha venido a verle—comentó Matt, y le mire—Me la suda que sean pareja pero como un día me los encontré besándose en la habitación, vómito—comentó. —¿Qué le has hecho?—preguntó Luis y le mire. —Yo nada—deje claro y todos me miraron sabiendo que algo había—Laura la llamó niña buena delante de mí y me reí, eso es lo único que hice — me queje. —Sabes, ahora que compartimos habitación con una pareja quizás deberíamos ser pareja tu y yo para salir los cuatro—me dijo Matt y reí. —¡No seas idiota!—le grité divertida por su broma pero sabía que no era en serio. Conocía a Matt desde que usábamos pañales, una relación más allá de la amistad entre nosotros era matemáticamente imposible, éramos demasiado parecidos y estar juntos terminaría con uno de los dos muertos, el otro en la cárcel o los dos en un manicomio. —Bueno, bueno—dijo Matt trayendo paz, cosa rara en él—Vamos a cenar y luego me gritas todo lo que quieras, que tengo hambre—. —Claro, y sin tus mil comidas al día, no puedes pensar—bromeé. Matt me miró haciendo una pose divertida, puso sus brazos en su cintura como en jarra, cerró los ojos y doblando la cabeza se mordió la lengua. —Este cuerpazo, cariño, hay que mantenerlo—hablo con un raro acento y moviendo sus manos divertido. Todos reímos por lo gracioso de la situación, Matt era realmente un chiste andante. Lo bueno del comedor era que no había normas claras de cómo sentarse, no había separación por cursos ni sexo, cogias la comida en una bandeja y te sentabas donde te apatecía, pero aunque no hubiera normas, cada grupo tenía su zona de comedor asignada de forma natural. Entramos al comedor y tras agarrar nuestra comida, nos sentamos en la mesa con el resto de mis amigos, pero no pude atenderlos, mi atención se centró en unas mesas más alejadas donde Isabella hablaba con Aiden, la chica se veía afectada, agobiada y molesta, parecía estar molesta pero no comprendía qué de malo hay en que la llamemos niña buena, su grupo era el de los niños buenos, todos lo sabía. Pero ver así a la pobre, me daba pena. —Deberían confirmar ya que son novios, tienen a todo el colegio con rumores—me comentó Luis y le mire. —Es cosa suya—le deje claro. No recuerdo cuando comenzó el rumor, pero Matt y yo pasamos lo mismo, no es que las personas acepten que una chica y un chico sean solo amigos, deben ser familia o pareja pero la amistad no entra como opción en la mente de las personas, y su cercanía, sus abrazos, besos en la mejilla, solo hacen que los rumores crezcan. —¿Qué importa lo que sean?—preguntó Matt, algo cansado del monotema—Hablemos de cosas que de verdad importan, cosas interesantes por favor—. Y tras decir eso, se llevó una cuchara llena de espaguetis a la boca, que casi ni le entraban. —Los modales señorito Matt—le recordó uno de los vigilantes del comedor que justo pasaba por nuestra mesa haciendo que mi amigo suspirara pero le diera un okey con el dedo. Cuando se alejó Laura nos miró. —El baile de primavera—comentó mi amiga y la mire. Aún quedaba unos meses, pero era el próximo gran evento, en medio había alguna fiesta pero no tenían gran importancia, carnaval o algún santo que nos daría días libres, no eran realmente un evento por el que se moviera el c**o, pero el baile de primavera era la gran festividad que estaba segura que el director ya estaba organizando. —Deberíamos repetir lo del baile de invierno—comentó Matt en un susurro. Le miré nerviosa porque alguien nos pudiera escuchar, aún nadie sabía que habíamos sido nosotros, la gente podía sospecharlo pero necesitaban pruebas sólidas para acusarnos o cualquier cosa, por eso castigaron a todo el colegio, nosotros no íbamos a delatarnos, los que sabían que fuimos nosotros, estaban de acuerdo o no dirían nada por miedo y los demás, ni idea tenían por lo que el director no pudo hacer nada más que enfadarse y gritar. —Debemos tener cuidado—les avise y todos me miraron—Tengo la sensación de que este trimestre va ser muy diferente—. Matt rió. —No va pasar nada Cristina, mientras el director tenga su equipo de futbol lo demas no le importa, ni se dará cuenta de nuestros planes—me intento tranquilizar pero era bastante tarde porque la sensación de que las cosas iban a cambiar ya se había apoderado de mí, y debíamos tener cuidado porque teníamos demasiado que perder, no solo una plaza en el colegio.
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