Capítulo 2

1771 Words
Isabella  Las personas vienen de todas las partes del mundo para asistir al internado, había personas de todas las clases sociales, de familias de todos los estilos y con cuentas bancarias de muy diferentes estilos, pero todos venían aquí para estudiar, al ser un internado estaba bien, no tenías que dejar todo para dar una buena educación a tu hijo, y cuando querías verle solo tenías que sacarle el fin de semana, cosa demasiado común y permitida aquí. ¿Para qué mandar a tu hijo a un internado si vas a por él cada viernes? Los adultos eran demasiado complicados, y no tenía nada de ganas de convertirme en uno de ellos, las responsabilidades no me importaba pero eso de no entender mi propio comportamiento, era algo a lo que no quería llegar. El internado San Nicolás para mi, siempre fue mi hogar. Era el sitio en el que nada malo me podía pasar, mis amigos estaban aquí y no tenía a mis padres recordando las mil cosas que hacía mal y las cosas que debía cambiar para ser como ellos deseaban, era libre de ser una adolescente normal. Pero claramente, como en todos los colegios, hay grupos, personas con gustos similares que se juntan y están unidos en las clases y esas cosas, y obviamente mi internado no era diferente, yo tenía mi grupo de amigos y estábamos felices, tranquilos siendo de la forma que quisiéramos pero con lo que paso con en la fiesta de navidad, la tranquilidad fue alterada, y ahora tenía que salí de mi zona de confort, de las personas que me hacían sentir bien para irme a una zona que no conocía y que no me gustaba. Cuando supe del cambio de habitaciones no me gusto, compartía habitación con una de mis amigas, me hacía sentir cómoda y libre, pero cuando toco el cambio, decidí tomarlo como una aventura, como una forma de explorar mis capacidades y mis relaciones, desarrollar más mis habilidades sociales pero estaba claro que no todo el mundo quería o se había tomado las cosas de la misma forma. Esperaba que me tocara cualquier persona, no esperaba mucho pensamiento de parte de los profesores para ver cómo organizaban las habitaciones, que les importaba si era con Maria de tercer año o la alumna de intercambio, no les importaba, querían romper unas amistades y ya. Cuando vi que me toco con Cristina me sentía feliz por una parte, no es una mala chica, es rebelde, fuerte y una gran amiga de sus amigas, era quizás la mejor opción que me podía tocar. Éramos diferentes, en todo, física y psicológicamente, mientras ella tenía ojos verdes y pelo castaño, yo era rubia y con ojos azules intensos, de altura éramos similares pero ella tenía una complexión más atlética que yo. Ella era alocada, mientras que yo estaba intentando mantener la calma en todo momento. Me hacía ilusión tenerla de compañera, hasta que la escuche. Me dolía que la gente me viera como una niña buena incapaz de saltarse las normas, y más saber que la compañera de habitación que me había tocado, no iba a darme la oportunidad de conocerme, me había juzgado por lo que creyó ver de mi y no me iba a dar una sola oportunidad, y yo tambien lo hubiera hecho al verme hablar como una idiota que tartamudeaba y no sabía hablar. Caminé al edificio de los chicos, gracias a que los padres estaban por ahí, había demasiadas personas haciendo que me pudiera perder entre las personas. De forma normal, las chicas del internado teníamos p*******o ir a las habitaciones de los chicos y al contrario también, estaba muy mal visto que las chicas nos juntaramos con los chicos en zonas privadas, en una situación normal hubiera sido la primera en seguir esta norma pero estaba tan desesperada que necesitaba con urgencia ver a Aidan, así que saltarme las normas estaba permitido. Me paré unos segundos enfrente del panel donde ponía a quién le tocaba en cada chico, como estaba en las chicas, busque el nombre que necesitaba para caminar a la habitación, toque la puerta y en lugar de abrirme el chico rubio que esperaba, me abrió la puerta un castaño despeinado, le mire sin saber quien era pero no podía negar que era demasiado mono. —¿Está Aiden en la habitación?—le pregunté susurrando mientras intentaba buscar las palabras en mi mente y me miró en silencio, analizando mi cuerpo, me miró de pies a cabeza, no estaba segura de porqué estaba haciendo eso, solo sabía que me hacía sentir demasiado incómoda. No era una persona que me cueste hablar con las personas, se hablar con las personas, se me da bien las palabras, hablar con las personas, pero no se que me estaba pasando últimamente, las palabras estaban atadas en mi boca sin poder salir, sin poder hacer nada, pareciendo la persona más idiota del mundo, sin poder levantar la voz. —Dentro—comento mientras salía de la habitación y me dejaba entrar, el compañero de la habitación de Aiden se fue sin decir nada más, cerró la puerta detrás de mí, con un portazo. Un lado de la habitación, estaba completamente desordenado, había muchos libros encima del escritorio, el armario se veía como si fuera a explotar en cualquier momento, por la ropa tan mal colocada que tenía, y había demasiadas cosas encima de la cama, pero el otro lado al contrario estaba demasiado bien ordenado, con el escritorio ordenado y el armario abierto, aún sin terminar de ordenar pero lo que se veía estaba ordenado por color y tipo de ropa, estaba claro que lado era de quien, no era algo que se pudiera ocultar. —Que manía de dar golpes por todos lados—se quejó el chico rubio que esperaba saliendo del baño. Al ver que no estaba solo en la habitación me miró. —¿Todo bien?—me pregunto y suspiré. Deje que las lágrimas de impotencia salieran de mi tras aguantar demasiado estas. —Soy idiota—le dije mientras dejaba que las lágrimas cayeran por mi rostro, Aidan me miró acercándose a mí y me abrazó con fuerza al ver que estaba desanimada por algo. —No creo que seas idiota—comentó. Suspiré con fuerza, estaba desanimada, demasiado. No me hacía nada de gracia que los errores de unas personas hicieran que todo el colegio nos tuviéramos que adaptar. Unas personas cometieron un error, hicieron algo que no estuvo bien y esa broma cambió como funcionaba todo el colegio, algunas de las libertades que antes nos dieron, nos las quitaron. Era verdad que había normas lógicas, como la de no estar en el edificio del sexo opuesto, pero sabía que tras esa norma, iba a ver normas mucho más duras, sabía que el cambio de habitaciones era solo el principio. —No he sido capaz de hablar—comenté y me miró analizando lo que estaba diciendo. —Estás hablando ahora—comento sin entender nada. Negué y miré a otro lado para intentar ordenar mis pensamientos. —Me han puesto en la habitación con Cristina—le dije y me miró—Me ha preguntado y no me ha salido las cosas, me he quedado con la mente trabada, y no podía hablar demasiado alto—comente y me miro en silencio—Se ha reído de mí, ha dicho que soy la niña buena con la que no se puede romper las normas—explique. Aiden me miró. —Mejor vamos afuera antes de que nos vean juntos aquí y nos castiguen—comentó haciendo que saliéramos de su habitación y con cuidado saliendo juntos del edificio evitando a cualquiera de los vigilantes. Los vigilantes eran demasiado serios, y con demasiado poder, nos podían castigar sin ningún problema, y aunque me gustaban demasiado las normas, no quería que mi expediente quedará manchado por un castigo innecesario. Camine. El internado era una fantasía, al estar colocado entre dos montes, estaba lleno de árboles y de naturaleza, cosa que me encantaba, teníamos una cancha de baloncesto, dos de fútbol y una de tenis, solo se usaban las de fútbol de forma normal pero las otras dos, alguna vez se usaron cuando jugábamos a algo en las horas de gimnasia. —No creo que debas sentirte mal por lo que ha pasado—comentó tranquilo mientras caminábamos—Creo que es bastante normal que estes rara, con lo que está pasando en tu casa y el cambio, me sorprende que hayas vuelto—. Suspiré. La situación de mi familia no era nada agradable, no era una situación que me gustaba, estar en mi casa cada día se me hacía complicado y estar en el internado, por normas que tuviera o castigos que me dieran, era demasiado tranquilo, me ayudaba a no pensar en nada, a estar tranquila y ser libre. —Estar aquí, es mejor que estar en casa—comente. Aiden me miró en silencio, pero no incómodo sino que era un silencio en el que los dos pensábamos en lo que estaba pasando, Aiden era la única persona con la que podía compartir cada parte de mi y ser completamente yo sin miedo a ser juzgada. —Conociendo a tu madre, no creo que estes bien ni en la luna—comentó, haciendome reir, porque era verdad, mi madre estaba demasiado loca y si algo se le metía en la cabeza era capaz de subir el monte más alto del mundo con tal de conseguir las cosas. Aiden me miró, y pasó su brazo por mis hombros. —Solo es cuestión de no llamar la atención, no hacer nada malo—comenté tranquila. Aiden me miró riendo. —Ni aunque te hagas monja y hagas un voto de silencio conseguirás que no te llame quinientas veces al día—me dijo y reí. De normal mi madre era una persona tranquila pero últimamente estamos viviendo demasiadas cosas en la familia que la están volviendo un poco loca, haciendo que esté más alterada de lo normal. —Suerte que nos quitan los móviles el lunes—. Creo que era la única cosa que me gustaba más que estar lejos de mi casa, era que no tuviéramos teléfonos, que para comunicarnos con las personas que queríamos teníamos que ir a los teléfonos fijos del colegio y lo mismo con que nos llamaran, debían llamar a la oficina central, y tenías que decidir si aceptar la llamada, claro que eso podría ser delicado y peligroso pero tenías opción de no hablar con esa persona.
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