Saqué mi v***a de su concha y la humedecí con saliva, aunque ya estaba muy húmeda, por los jugos vaginales de mi madre. Antes de que ella pudiera reaccionar, la apoyé contra el agujero de su culo. ―No… no me digas que… Ay… Ay… no, Mateo, por favor… no, por el culo no. Te lo digo en serio… ay… no… no… Mi glande consiguió entrar con relativa facilidad, lo cual me sorprendió. Pensé que mi madre llevaba años sin practicar el sexo anal. Y como la única v***a a la que tiene acceso es la mía, solo podía haber una explicación a la dilatación de su culo. ―Te estuviste metiendo un consolador por el orto? Y acordate, a mí no me mientas. Quiero que seas sincera, como lo estoy siendo yo. ―Sss… sí…. ―dijo, entre dientes. ―¿Cuándo te lo metiste? ―Hoy… a la mañana, mientras me daba una ducha… sé que