Milagros

1772 Words
―¿De qué querés hablar? ―Preguntó Milagros. Puse a funcionar mi cerebro, en un esfuerzo por olvidar el detalle de que mi hermana y yo estábamos en ropa interior… en la misma cama. Ella con su bombacha rosa y yo con un bóxer gris que, en cualquier momento, me traicionaría. Si mi pene creía apenas un poco, se notaría el bulto y no podría disimularlo. ―No sé… yo solamente quiero que te sientas bien. ―Si me salís con la frase: “Dale a tu cuerpo alegría, Milagros”, te juro que te echo a patadas. ―Prometí no molestarte más con eso ―dije, riéndome. ―¡Mejor! Porque esa puta canción me va a torturar toda la vida. ―Solamente dejame decir que “Tu cuerpo es pa’ darle alegria y cosa buena”. ―¡Tarado! Agarró una almohada y empezó a pegarme, al menos ya se estaba riendo. Algo que creí imposible. Mila aún debía estar asimilando que su amante, su profesor de la universidad, había contraído el virus, y seguramente ella también… lo que la hacía culpable de contagiar a toda su familia. Esa sí que era mucha información para procesar. ―No sé si me molesta más la canción en sí ―dijo, cuando terminó de azotarme con la almohada―, o que sea una de las canciones favoritas de mamá. ―Para colmo vos sos muy del rock… ―Totalmente. Ni siquiera sé cómo se llama la banda que canta “Milagros”, solo sé que los odio; yo me quedo toda la vida escuchando La Renga, o Rata Blanca. ―Y Divididos… también jodés mucho con ellos. ―Muy cierto. Puede que algún día cumpla con mi objetivo en la vida: lograr que mi hermanito escuche algunas de esas bandas. ―Las escucho, pero me dan lo mismo ―dije, encogiéndome de hombros―. A mí la música me da un poquito igual. ―No digas eso delante de mí, porque se me parte el alma. Vas a terminar como mamá, escuchando cualquier cosa, porque todo le da lo mismo. ―Me parece que no te llevás nada bien con mamá. ―Antes nos llevábamos mejor, pero últimamente está actuando cada vez más raro. Creo que esa mujer está loca. ―Siempre estuvo loca. ―No, Mateo. Lo digo de verdad ―me miró con un semblante sombrío, indicándome que hablaba muy en serio―. Me refiero a que está clínicamente loca. Tiene actitudes muy raras, cambios de humor muy repentinos. ―Vos estudiás psicología. De eso sabrás más que yo. ―Sí, pero apenas estoy en tercer año. Sin embargo muchos de los trastornos de los que nos hablan, encajan muy bien con las actitudes de mamá. ―¿Por ejemplo? ―Mmmm… como el trastorno bipolar. ―¿El de la doble personalidad? ―Pregunté, intrigado. ―No, gil. Eso es otra cosa. Muchos psicólogos piensan que no existe tal cosa como la “doble personalidad”. Sino que es una persona que se comporta de formas muy diferentes, dependiendo del contexto en el que está. Pero no deja de ser la misma persona. ―¿Entonces qué carajo es el trastorno bipolar? ―Es complejo. Resumiendo: se caracteriza por cambios de humor brusco. Una persona puede estar muy feliz en un momento, y a los diez minutos, sin causa aparente, está deprimida o enojada. ―Como mamá. ―Exacto. También está lo que se llama “Trastorno Límite de la Personalidad”. Varios síntomas encajan con el comportamiento de mamá. ―¿Como cuáles? ―Bueno, antes que nada aclaro que uno de los síntomas es la automutilación. Nunca vi a mamá lastimarse a sí misma, ni tiene cicatrices en los brazos ni nada eso. Pero este síntoma no siempre se presenta. Sin embargo hay otros síntomas que sí encajan a la perfección: la irritabilidad; impulsividad; ―los fue enumerando con sus dedos―. Hostilidad; falta de autocontrol… también tiene comportamiento compulsivo. ―De eso tiene mucho. Solo hay que ver cómo lava los platos... dos veces. ―Sí, buena observación. Eso podría ser una señal de comportamiento compulsivo. ―También tiene fobia a los gérmenes ―aseguré―. Ya viste lo dictatorial que se puso con todo el tema del Covid… y cómo te gritó a vos. ―Sí. Ella no quiere reconocerlo, pero eso de lavar los platos dos veces; fregar siempre los pisos con lavandina; no compartir el baño. Creo que son todas señales de una fuerte fobia hacia los gérmenes. Me estaba gustando esto de psicoanalizar a mi madre. De pronto las piezas de su errático comportamiento comenzaron a encajar. ―Antes compartía el baño ―le recordé a mi hermana―. Creo que nos prohibió la entrada el año pasado. ―Sí, pero creo que es entendible, si tomamos en cuenta que sus trastornos empeoran cada día. Tal vez crea que si usamos su baño, lo vamos a contaminar. Me da miedo pensar cómo puede afectarle todo este asunto de la cuarentena. Para ella debe ser una situación sumamente estresante, que la va a llevar a hacer locuras… ―Como quitarle las llaves a Priscila; o encerrarte en tu pieza. ―Eso no es nada, creo que se va a poner mucho peor. Especialmente si el test del Covid nos da positivo. Y aunque no sea así, por algún milagro, igual vamos a tener que seguir haciendo cuarentena. Eso la va a poner histérica e irracional. ―¿Todavía más? Creo que es más peligrosa ella que todo el Covid del mundo. ―Es posible. ―Con Camila estuvimos hablando de lo que te pasó… pensamos que tal vez a mamá le molestó más que vos hayas tenido una aventura con tu profesor, que el virus. ―No creo que sea así… con el terror que le tiene a los gérmenes, y a las enfermedades. Sin embargo es muy cierto que mamá parece tener… ―¿Odio hacia el sexo? ―Tal vez no sea odio ―ella se puso a pensar, después dijo―. Más bien no sabe cómo manejar la sexualidad. A mí me dio consejos muy contradictorios. Me dejó confundida. Por un lado me daba la impresión de que ella quería que yo cumpliera noventa años siendo virgen… ―Esa es la Selene que yo conozco ―aseguré. ―Sí, pero también hubo otras cosas, que me daban a entender que yo debía disfrutar de mi vida s****l… ―¿Como cuáles? ―A ver, dejame hacer memoria y te cuento algunas de esas incómodas charlas de “madre e hija” que tuve con ella. ―Después de reflexionar unos segundos, continuó hablando―. Una vez me dio a entender que yo no me tenía que hacer la paja… ¡Ay, perdón! Lo solté así de una, sin pensar. No sé si estos temas te molestan. ―No, la verdad que no ―me generaba cierta incomodidad escuchar a una de mis hermanas hablando de hacerse la paja; pero podía manejarlo… siempre y cuando no se me pusiera dura la v***a―. No me molesta, hablá tranquila… pero si a vos te jode… ―Nah, ¡qué me va a joder! Estudio psicología, nene… nos pasamos el día hablando de sexo. No hay asignatura que no esté relacionada con el sexo, de una u otra manera. En estos dos años y medio que llevo cursando la carrera, ya tuve tiempo más que suficiente para acostumbrarme a hablar de sexo con otras personas. Incluso con compañeros que ni siquiera conozco. ―¿De verdad hablan tanto de sexo en psicología? ―Sí, ¿por qué? ¿Estás pensando estudiarla? ―Preguntó con tono picarón. ―Tal vez… parece interesante. ―Y lo es. Se aprende mucho de la gente. Bueno, sigo… ya que estamos entrando en confianza ―me miró en silencio. ―¿Qué pasa? ―Pregunté. ―Es que nunca tuvimos una charla como esta antes. ¿Tuve que contagiarme de Covid para que te pongas a conversar conmigo? ―Bueno, es que… sos mi hermana mayor, y siempre creí que yo te molestaba. ―Nunca me molestaste, tarado. Sos mi único hermano varón ―me acarició la pierna―. Las cuatro te adoramos por eso, sos nuestro pequeño protegido. Tal vez si fueras el mayor no sería así; pero te tocó ser el más chico. ―Paola no me adora, de eso estoy seguro. Y con Priscila… con ella hablo menos que con vos. No sé casi nada de su vida. Es como tener a una vecina viviendo dentro de tu casa. ―Nadie sabe nada de la vida de Priscila. No recuerdo cuándo fue la última vez que charlé con ella, estando las dos solas. Y Pao te quiere… a su manera. ―Sí, me quiere matar. Mila soltó una risotada. ―No, tarado. De verdad. Las cuatro te queremos mucho, de eso estoy segura. Deberías intentar hablar más seguido con nosotras, sin necesidad de que haya una Pandemia de por medio. ―Lo voy a intentar… y justamente por eso estoy acá con vos. Quiero conocerte mejor. ―De pronto se me ocurrió una idea―. ¿Podrías hacerme un favor, Mila? ―¿Cuál? ―Si todo este asunto del Covid no sale tan mal como pinta, ¿podrías intentar hablar con Priscila? ―¿Para qué? ―Para saber algo más sobre ella… ¿qué le pasa? ¿qué piensa? ¿qué le gusta? Vos tenés razón, no hablo con mis hermanas tanto como debería ―recordé el consejo de Camila: mi trato con las mujeres debería ser muy bueno, al tener cuatro hermanas mujeres; pero antes tengo que empezar a hablar con todas ellas―. Me gustaría poder conocer un poquito mejor a Priscila… pero me da miedo. Puedo hablar con vos, con Cami y hasta con Pao; pero con Priscila.... no sé ni por donde empezar a hablarle. ―Entiendo. Bueno, voy a hacer el intento, no es que yo me lleve demasiado bien con Priscila. ―Pero sos estudiante de psicología, sabés cómo comunicarte con la gente. Tomalo como un experimento. ―Eso me gusta ―soltó una risita―. Navegar dentro de la oscura mente de Priscila. Podría ser toda una aventura. ―Creo que sí… ―Bueno, te prometo que lo voy a intentar. ¿Querés que siga contándote lo que pasó con mamá, o lo dejamos para otro día? ―Contame. Ese tema me parece de lo más interesante.
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