Sin Poder Dormir

1549 Words
Seguí revisando la galería de imágenes y me quedé helado con lo que encontré. Había otra foto de Pao en ropa interior, con el culo en primer plano; pero esta vez tenía puesta una tanga negra… una diminuta tanga negra. Tan pequeña que se le metía entre los gajos de la concha. Sí, esa concha estaba mordiendo la tela de la tanga. Devorándola completamente. En el centro los labios se tocaban, porque toda la tela ya había quedado bien encajada entre ellos. A mi v***a no le importó que esa fuera mi hermana, se levantó del todo y quedó presionando mi pantalón, luchando por salir. La dejé en libertad, la sujeté con una mano y empecé a pajearme, pensando en las cosas que haría si tuviera una novia con esa concha. Mi estómago daba incómodas vueltas… ¡Esta es Pao! Carajo, nunca la había visto así. ¿Por qué tiene que tener un culo tan lindo? Y esos gajos… ¡Dios! Pasé a la siguiente imagen y la rigidez de mi v***a aumentó. La escena era prácticamente igual; la gran diferencia era que ahora Pao no tenía ropa interior. Su concha estaba totalmente expuesta, pude ver el pequeño agujerito entre sus labios vaginales… ese agujero que parecía estar diciendo a gritos: “¡La pija va acá!” “A esta puta le gusta sacarse fotos en concha”, pensé. Jamás imaginé que alguna de mis hermanas pudiera tener la afición de sacarse fotos desnuda. Eso era algo que hacían esas pendejas putas que yo veía en internet; no mis hermanas. Sin dejar de pajearme, seguí con mi exploración. La siguiente foto era magnífica: Pao miraba a la cámara, con cara de “bebota putiporno” y tenía las piernas abiertas, su concha totalmente depilada aparecía en primer plano, con esos gajos sonrosados y el agujero abierto. Aceleré mi masturbación; pero un ruido me hizo interrumpirla rápidamente. Cerré la galería de imágenes y dejé el celular en la mesita de luz. Me senté en el borde de la cama, ocultando mi erección. La puerta del dormitorio se abrió, giré la cabeza y vi a Pao, envuelta en una toalla. Me quedé boquiabierto, si esa toalla subía cinco centímetros más, yo podría verle la concha. Mi corazón latía con tanta violencia que creí que me daría un infarto. Disimuladamente guardé la v***a dentro del pantalón. ―¿Podés salir un rato? Quiero cambiarme ―Por extraño que parezca, sus palabras no sonaron como una orden. Me lo estaba pidiendo bien. ―Sí, claro. Además yo también me quiero bañar ―dije, improvisando sobre la marcha―. Esperá que saco algo de ropa. Me puse de pie, siempre dándole la espalda, y me acerqué al ropero. Saqué un pantalón y una remera y los usé para cubrir mi erección. Salí del cuarto intentando no mirar demasiado a Pao, ya me sentía suficientemente culpable por haber invadido su celular. No pude detenerme, mi hermana Milagros estaba charlando con mi prima Jessica, mientras tomaban mates, y me miraron como si yo fuera un extraño. Probablemente les llamó la atención mi cara de espanto. Caminé rápido, anunciando: “Me voy a bañar”. Esto pareció convencerlas, ya que no preguntaron nada más. Me encerré en el baño, abrí la ducha y me desnudé tan rápido como pude. Mi v***a aún seguía dura. Me metí debajo del agua tibia y seguí con mi ritual masturbatorio. Sacudí mi pija con fervor, pensando en la concha de Pao… bah, en realidad no quería pensar en mi hermana. Supongo que estaba usando la imagen de su concha de la misma forma que usaba cualquier imágen de concha que encontraba en internet: para fantasear con mi chica ideal. Con esa chica que nunca se niega a tener sexo conmigo y cumpe todos mis deseos… esa chica que no existe. Estaba en lo mejor de mi paja cuando alguien golpeó la puerta del baño. ―¿Puedo pasar? ―dijo una voz femenina. Me detuve en seco y con voz temblorosa dije: ―Eh… me estoy bañando. ―Es que me estoy haciendo pis… ―¿Priscila? ―No, soy Camila. Siempre me confundo la voz de Priscila con la de Camila; si bien no son muy parecidas físicamente, tienen un tono de voz casi idéntico. A todos los miembros de la casa les pasa lo mismo que a mí… bueno, menos a Priscila y Camila; ellas saben diferenciar sus propias voces. Al saber que se trataba de la mayor de mis hermanas, me tranquilicé un poco. Con ella tengo más confianza que con las demás… aunque no la confianza suficiente como para que me vea desnudo, con la pija dura. ―¿No podés esperar un rato? ―Pregunté. ―No… ya no aguanto más… ―¿Por qué no vas al baño de mamá? Mi madre tiene la única pieza con baño incluido y… ―Ya sabés por qué, a ella no le gusta que le usemos el baño. Ese maldito problema de siempre. Por alguna razón mi mamá, que es tan generosa, siempre fue muy celosa de su baño. No permite que nadie lo use. Algo que es muy contraproducente en una casa con tantos habitantes, especialmente ahora, que somos ocho. ―Preguntale ―dije, intentando ganar tiempo―. Tal vez te deje. Pero ya era demasiado tarde. ―Ya no aguanto más, Mateo. La puerta se abrió y Camila entró a toda velocidad, sin embargo se quedó congelada en cuando sus ojos se encontraron con mi v***a erecta. Abrió la boca y se puso pálida, como si hubiera visto un fantasma. ―¡Ay, perdón! ―Dijo―. Es que… ¡Perdón! No sabía que… es que… en serio, no aguanto más. Me estoy haciendo pis. Cerró la puerta, se bajó los pantalones de una forma tal que yo no pude ver nada, y se sentó en el inodoro. Mantuvo la vista fija al piso, pero noté que, de reojo, se fijaba en mi v***a. Me quedé como una estatua. No supe qué hacer. No tenía ningún sentido cubrirme, ella ya había visto todo. El agua caía sobre mi espalda y mi cabeza, como eso siempre me relaja, supuse que esta vez me ayudaría a mitigar la erección; pero no. Ocurrió todo lo contrario, como si la presencia de mi hermana hiciera que mi sangre circulase con más potencia. Mi v***a palpitó y dio pequeños saltos, como un animal feroz apunto de atacar. Intenté mirar para otro lado, como si eso pudiera borrar la presencia de Camila. Sin embargo, cuando la miré de reojo, pude notar que ella tenía la vista fija en mi v***a. Con un trozo de papel higiénico se secó la entrepierna, giré una vez más la cabeza, para no ver nada cuando ella se puso de pie. Escuché que ella abrió la puerta y desde allí me habló. ―No sabía que estuvieras tan bien dotado. Se me hace muy raro que todavía no tengas novia. Eso pudo avergonzarme aún más; pero produjo en mí el efecto contrario. Sonreí con cierta timidez y ella me devolvió el gesto, justo antes de marcharse. Cuando me quedé solo intenté volver a mi ritual de masturbación, aún temeroso de que alguna otra de mis hermanas quisiera usar el baño en ese preciso momento. Por eso no pude concentrarme. Sacudí mi pija varias veces, aún seguía dura; pero no sentí ninguna emoción. Me quedé bajo la ducha durante unos minutos, hasta que mi pene por fin se fue a dormir. Me sequé y me puse ropa limpia. Volví al dormitorio de Paola, ella ya estaba durmiendo, en su lado de la cama. Cerré la puerta con suavidad, para no despertarla. Su teléfono celular descansaba sobre la mesita de luz de su lado. La tentación de volver a revisarlo fue enorme; sin embargo ya había pasado un momento vergonzoso con Camila, no quería que me ocurriera lo mismo si Pao me sorprendía espiando su teléfono. Me acosté al lado de mi hermana, procurando no despertarla, e intenté relajarme, para poder conciliar el sueño. Fue inútil. Mi mente vagó por el recuerdo de las imágenes que había visto. Fui consciente de que ahora conocía la concha de Pao, la había visto, sabía perfectamente cómo era. Además mi mente divagó por la gran cantidad de motivos por los cuales ella pudo haberse sacado esas fotos. ¿Se habría fotografiado pensando en alguien? ¿Tenía algún amante secreto al que le enviaba esas fotos? ¿Cuántas se había sacado? De pronto Pao se movió, y mi corazón se detuvo. Sentí algo redondo y tibio contra mi espalda, a continuación uno de los brazos de mi hermana me envolvió. Pude escuchar su suave respiración y supe que aún estaba durmiendo, tal vez no era la primera vez que ella compartía la cama con un hombre. Puede que su inconsciente la hubiera traicionado, haciéndole creer que yo era ese hombre. Ahí caí en la cuenta de que eso que se había apoyado en mi espalda era una de sus tetas. Esto, sumado al recuerdo de las fotos porno, fue una mala combinación, mi “amigo” empezó a despertarse. Ésta va a ser una larga noche. Diario de Cuarentena: Tengo la pija dura y no puedo dormir
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