―Nada… nada… es solo que, no es la primera vez que veo a la tía haciendo eso mismo con mamá. Nada más. Metí la pata y no quise aclarar que había visto algo mucho más intenso que un toqueteo de concha. ―¿Y qué me decís, Selene? ―Preguntó Tamara, como si no hubiera escuchado la conversación―. ¿Vas a andar desnudita? Mirá que a nosotras nos va a encantar verte la concha todo el día… ―Mm… bueno, está bien… si me lo pedís así… ―soltó otro gemido. Tamara se apartó de ella, me dio la sensación de que, de haberlo querido, podría continuar con la masturbación hasta que Selene llegara al orgasmo, porque ella no se lo impediría. Mi mamá terminó de quitarse la tanga y luego de hacer lo mismo con su blusa nos miró, sus mejillas estaban muy rojas, parecía desconcertada, y sus pezones estaban ere