Volvió a soltar una risita encantadora, sin dejar de pasar sus uñas por mi v***a, que iba creciendo cada vez más. ―No te preocupes, Mateo. A mí no me molesta que estés caliente con ella. Al contrario, me alegra que ya estés perdiendo un poquito la vergüenza a la hora de hablar con mujeres. ―Em… sí… más o menos ―dije, con el corazón en la boca―. De todas maneras con Amelia me resulta más fácil, porque hablamos solo por chat… y porque ella es muy… em… ―¿Muy puta? ―Exacto. Me sorprende que tengas una amiga así. ―A mí también. Al principio no me llevaba bien con ella… pero con el tiempo aprendí a entenderla y me di cuenta de que solo buscaba lo mejor para mí. Y respondiendo a tu pregunta anterior… sí, me preguntó por vos. ―¿De verdad? ―dije, sin poder disimular mi entusiasmo―. ¿Qué pregu