Al parecer mi novio estaba contraatacando, y su intención era humillarme frente a sus amigos. Su mano llegó hasta mi entrepierna, comenzó a frotarme la v****a por arriba de la bombacha sin ningún tipo de pudor, me masajeaba el clítoris en círculo y me masajeaba los labios. —¡No, pará, tarado! Me la vas a mojar toda —le supliqué, y ciertamente sentía como mi concha se iba humedeciendo. Él comenzó a bajarme el jean, Mauro y Juan lo ayudaron—. No, esperen ¿Qué hacen? —¿No era que no te daban vergüenza mostrar el culo? —Preguntó mi novio, echándome en cara mis propias palabras, mientras terminaban de quitarme pantalón. Hasta las zapatillas me quitaron. Quedé solo con la tanga y la remera, que marcaba de forma exagerada mis duros pezones. Me di cuenta de que si yo mostraba signos de vergüen