CAPÍTULO XII Doña Alicia cerró la puerta con cuidado tras ella. Se quedó de pie en el centro de su dormitorio, respirando como si estuviera a punto de desplomarse. Había estado ejerciendo tan férreo control sobre sus sentimientos, que ahora que estaba sola, por fin, sentía que no podia vencer la tensión que la dominaba. Caminó hasta su espejo, casi arrastrándose y miró su efigie como si estuviera viendo a una desconocida. Todavía no podía creerlo, pero era cierto: su mundo se había venido abajo. Y todo porque el cuchillo que debía haber sido clavado en el pecho de la usurpadora de sus poderes no había dado en el blanco. ¿Por qué no había atacado desde esa primera tarde, en el Palacio, en que había visto el rostro de Ana Luisa aparecer ante sus, ojos asombrados, como si fuera un fantasm