¿Nos damos la oportunidad?

2837 Words
Necesitó cada centímetro de autocontrol para impulsarse fuera de su apartamento y entrar en su coche, pero lo consiguió. Colapsando en el asiento del conductor, Alejandro respiró hondo y suspiró, intentando bajar su presión arterial a un nivel seguro. Por un breve momento se preguntó qué estaba pasando por la mente de su compañera en este momento, pero luego sus propias emociones se estrellaron contra él como un maremoto. Después de cuatro largos años de mantener sus emociones y cuerpo bajo control, lo había perdido. La tomó en sus brazos, bailó con ella y luego la besó como si el mundo se acabara mañana. No— se dio cuenta de repente mientras salía del estacionamiento de ella y apuntaba su SUV en dirección a su casa— no la besé. ¡Ella me besó! No es que no hubiera sucedido antes, se recordó a sí mismo. Su mejilla había ardido por lo que pareció una eternidad la noche que ella le "agradeció" por permitir que Ross visitara a Amy y las niñas en el hospital. Y a veces todo lo que necesitaba era cierta mirada en sus ojos para arrastrarlo de vuelta a ese fatídico día en el que lo había agarrado por las solapas y lo había besado fuerte y largo bajo el muérdago en su oficina. ¿Pero aquí, esta noche? Esto había sido completamente diferente. No solo se inclinó hacia él e inició un beso, sino que respondió con fervor cuando él lo profundizó y terminaron en un montón de brazos y piernas en su sofá. Sacudió la cabeza para despejarse, concentrándose en el camino frente a él. Por una vez, agradeció que fuera muy temprano en la mañana ya que el tráfico era prácticamente inexistente. Quince minutos y dos manos sudorosas más tarde estaba en su casa, en su cama, y ​​todavía reflexionaba sobre lo que había sucedido. La ducha fría no le había hecho ningún bien. Se pasó la mano por el pecho, donde ella lo había acariciado. Su toque firme a través de su camisa delgada había dejado poco para la imaginación y no podría haber detenido el gemido que se le había escapado si Dios mismo hubiera estado en la habitación. Hasta ese momento habían sido solo ellos. Es cierto que habían sido Alejandro y Valeria besándose como adolescentes enamorados que necesitaban alivio después de cuatro años de acumulación de tensión s****l. Pero en ese momento se habían convertido en dos personas muy reales que se dirigían en una dirección muy clara. Ella lo deseaba y él definitivamente la deseaba a ella. Habían cruzado la línea que él había construido con tanto cuidado después de que casi la matan a ella y a Cameron hace tantos años. ¿A quién estaba engañando? La línea no solo se había cruzado: se había borrado y dejado en el polvo. Las manos habían vagado, las lenguas habían chocado, y ni una sola vez Valeria se retiró y huyó de la habitación avergonzada como temía que lo haría. De hecho, había sucedido todo lo contrario. Ella había coqueteado con él, se había burlado y le había dado el visto bueno para continuar cada vez que se sentía inseguro. Al final, cuando se alejó para irse antes de que las cosas se salieran completamente de control, ella había estado tan cerca como nunca la había visto de rogarle que se quedara. Pero por mucho que su cuerpo quisiera, su corazón no podía. Quería que su primera vez fuera especial. Necesitaba saber que él no sería simplemente otra satisfacción para sus infames impulsos biológicos. Su teléfono sonó, interrumpiendo sus pensamientos y rezó para que por una vez no fuera el Departamento quien lo llamara para informarle que se había encontrado un c*****r. No era, gracias a Dios, —¿Qué pasa, Vale?— preguntó a la voz que sonaba nerviosa al otro lado de la línea. —Nada— admitió tímidamente— Solo quería asegurarme de que llegaste a casa a salvo. Parecías un poco conmocionado cuando te fuiste —Estoy bien, Vale— le aseguró. —Bien, me alegro— la escuchó decir suavemente, luego su tono cambió— No te desperté, ¿verdad? —No. —Bien— Se quedaron en silencio por un minuto, hasta que lo volvió a romper— ¿Cuándo querías reunirte para desayunar?— preguntó de repente. Miró el reloj con los ojos entrecerrados. —¿Qué tal a las diez?— el sugirió. — ¿No es muy tarde? —Son las dos de la mañana, Vale— dijo suavemente. —Oh— dijo, sorprendida— A las diez estará bien entonces —Está bien, Vale — trató de sofocar su bostezo, pero falló— Te veré en la mañana. —Buenas noches, Alejandro —Buenas noches, Vale— escuchó el clic en el otro extremo y susurró en su teléfono— Te amo. Puso la alarma a las nueve, se dio la vuelta en la cama y se sumió en un sueño profundo y satisfecho. Al otro lado del teléfono, una doctora muy sorprendida jadeó y pasó el resto de la noche dando vueltas. XXX Valeria se dio la vuelta por milésima vez y se preguntó qué hora era. Abrió un ojo y supuso que eran cerca de las seis de la mañana, dados los débiles rayos de sol que comenzaban a deslizarse sobre ella a través de las persianas. Ella gimió y se enterró debajo de las sábanas, tratando de bloquear la luz creciente. Tal vez si cerraba los ojos y lo intentaba por última vez, el sueño se apoderaría de ella. Lo siguiente de lo que fue consciente fue el timbre de su puerta. Preguntándose quién estaba aquí tan temprano un sábado por la mañana, apartó las cobijas y caminó hasta la puerta, arreglándose el cabello en una cola de caballo suelta mientras caminaba. —Alejandro— dijo con voz áspera al abrir la puerta— ¿Qué estás haciendo aquí? —Diez en punto, Vale— dijo, sonriendo suavemente ante su aspecto desaliñado— ¿Recuerdas? Ella dejó la puerta abierta, dejando que él decidiera si entrar o no, y se movió para encender su cafetera. —¿Estás bien, Vale?— él se movió rápidamente detrás de ella y tocó su frente— No te ves muy bien —No podía dormir— murmuró, tratando en vano de quitar la tapa del frasco que contenía los posos de café. —Toma— Alejandro le quitó el frasco de las manos y lo dejó en el mostrador— ¿Por qué no te duchas y te vistes y yo preparo el desayuno? —Eso no es necesario— protestó ella. —No hay problema— puso sus manos sobre sus hombros y la condujo hacia su habitación— Adelante. Toma tu ducha. Vístete. Estaré aquí cuando termines. —Si insistes— se dio la vuelta para mirarlo— sin embargo, no estoy segura de tener comida para el desayuno. —Me las arreglaré— le dio un suave beso en la frente y la giró de nuevo, empujándola a través de la puerta del dormitorio. Una vez dentro, cerró la puerta y mecánicamente empezó a escoger ropa limpia para el día. Su suave beso le había recordado que él no estaba aquí solo para desayunar y descubrió que su niebla mental se desvanecía rápidamente a la luz de los eventos que seguramente vendrían. Una vez en la ducha, dejó que el agua caliente cayera por su espalda y despejara su mente. Los recuerdos de la noche anterior la inundaron. Los recordó besándose, él yéndose antes de que las cosas se salieran de control, y la llamada telefónica que terminó con tres palabras que la persiguieron toda la noche: "Te amo." Las había dicho tan rápido, tan suavemente, que pensó que tal vez había oído mal. Se preguntó, dada su facilidad con ella esta mañana, si él había tenido la intención de que lo escuchara. También se preguntó si se esperaría que ella correspondiera a esos sentimientos en caso de que decidiera expresarlos de nuevo. Ciertamente le gustaba Alejandro y disfrutaba de su compañía. Él era un hombre fuerte, viril, y ella mentiría si dijera que no se sentía atraída físicamente por él en algún nivel. Angela había señalado varias veces que Alejandro sería una excelente pareja s****l, aunque la artista parecía completamente contenta de dejarlo en manos de ella. Y si las travesuras de anoche eran una indicación, ciertamente había una buena cantidad de química física entre los dos. Normalmente, esto habría sido suficiente para que ella accediera a una relación física sin dudarlo. De hecho, prácticamente le había suplicado que se quedara la noche anterior y durmiera con ella. Esta mañana, sin embargo, se dio cuenta de que no podía tratar a Alejandro como había hecho con muchos de los otros hombres que habían entrado y salido de su vida porque… bueno, porque él era Alejandro. El agente especial Alejandro Vitale era su colega, su compañero y, lo más importante, se dio cuenta, su amigo íntimo. Tuvieron una historia juntos que abarcó cuatro años de triunfo y tragedia. Él la había visto en sus momentos más vulnerables y había seguido siendo su amigo sin importar lo que le dijera o le hiciera. Siempre que lo había necesitado, él había estado allí y descubrió que cuanto más reflexionaba sobre su situación, más veía que lo necesitaba como su amigo y confidente en lugar de su pareja s****l o una breve relación romántica. Siempre antes, él había estado allí cuando sus relaciones amorosas se derrumbaron a su alrededor y si esto fallaba con él, perdería incluso eso. Era demasiado valioso para arriesgar cualquier otra cosa. Envalentonada por su decisión, salió de la ducha, se secó, se vistió y debatió si maquillarse o no. Decidió no hacerlo, asi tal vez si no se veía tan atractiva, él no se animaría a buscar más una relación física. Al salir a la cocina, inhaló profundamente, aspirando el aroma del café recién hecho y los alimentos para el desayuno. —Justo a tiempo— anunció Alejandro, volteando varios panqueques sobre una pila que ya estaba inclinada. —No me di cuenta de que tenía mezcla para panqueques— admitió, tomando el plato de él y colocándolo sobre la mesa. —No la tenias— le aseguró— Tomé un poco de mezcla en el camino Ella miró sin decir palabra por un minuto a la mesa frente a ella. Los arreglos del lugar estaban cuidadosamente dispuestos para dos. Un tazón de huevos revueltos y uno con fruta fresca surtida acompañó al plato grande lleno de panqueques junto con una jarra de jugo de naranja. —Está bien— dijo, apagando todo en la cocina y uniendose a ella— ¡Vamos a comer! Valeria le permitió sacar su silla para ella y se sentaron. —Esto se ve bien— dijo, no estando segura de cuál debería ser la respuesta correcta —¿Con qué quieres empezar?— Preguntó, colocando un vaso de jugo y una taza de café. —Bueno, supongo que deberíamos discutir ... —No, Vale— la cortó suavemente— Quise decir la comida. Podemos hablar más tarde —Está bien— asintió— Supongo que quiero algunos panqueques entonces —Genial— sonrió— los que están en la parte superior son simples. Los inferiores tienen chips de chocolate— Ella levantó una ceja hacia él— Oye— se echó a reír— No lo juzgues hasta que lo pruebes —Voy a empezar con algunos simples— dijo ella. —Cobarde— bromeó. Ella se acercó y golpeó su hombro— Sabes, Vale— sonrió— Uno de estos días voy a tener una abolladura permanente en mi hombro de todo este abuso Valeria miró los músculos que se abultaban debajo de su camiseta y sonrió— Creo que sobrevivirás —Hmm, no lo sé, quiero decir, tal vez necesitamos hablar con Swets sobre esto. ¿Sabes? Abuso de pareja o algo así. Echó la cabeza hacia atrás y se rió de la idea, luego se atragantó como un trozo de panqueque cuando se le metió por la tráquea. —¿Estás bien?— él estuvo a su lado en un instante— ¿Necesitas el Heimlich? —No— jadeó entre toses— Estoy bien. —No suenas bien— le dio una mirada preocupada. Finalmente, la pieza se desprendió y pudo respirar de nuevo. Ella negó con la cabeza hacia él —Estoy bien, no te preocupes —Está bien— le frotó ligeramente la espalda y se volvió a sentar— Pero si necesitas algo de boca a boca, házmelo saber. —Gracioso— respondió ella secamente. Él le guiñó un ojo y reanudaron su comida sin más incidentes. Cuando se acabó la comida y se despejó la mesa, se trasladaron a la sala de estar y se sentaron en los extremos opuestos del sofá de ella, uno frente al otro. —Así que...— dijeron al mismo tiempo. —Tú vas primero— ofreció Valeria. —No, adelante— insistió Alejandro. Hubo un momento de incómodo silencio. —Supongo que deberíamos discutir lo que pasó anoche— dijo finalmente. —Ah no— dijo, mirándola deliberadamente— Conozco esa mirada— su voz se volvió seria y buscó sus ojos— Ya te has decidido sobre esto, ¿no es así? —Alejandro— trató de transmitir los pensamientos que le habían parecido tan claros solo una hora antes— No es eso, es solo... —Valeria— se acercó a ella hasta que sus rodillas se tocaron— No tires esto porque tienes miedo. —¡No tengo miedo!— ella trató de alejarse de él, pero él no la dejó. —Lo tienes, Valeria— dijo suavemente, acariciando su cabello y obligándola a mirarlo a los ojos— Está escrito en toda tu cara. —No podemos, Alejandro— dijo en voz baja— Hay mucho que perder. —Pero mucho que ganar— dijo con voz ronca. Ella negó con la cabeza— ¿Qué pasa con la línea? —¿Que linea? —La línea que trazaste, Alejandro— su voz se elevó— ¡La que se suponía que evitaría que momentos como anoche y mañanas como esta sucedieran! —¿Fue tan malo lo de anoche? —No— se sonrojó— Pero y si... —Shh— la calmó— ¿Qué pasa si vivimos felices para siempre? —Eso es para cuentos infantiles— suspiró— No para nosotros. —Nunca lo sabrás si no lo intentas— instó. —Pero, ¿quién estará allí para recoger los pedazos si se desmorona?— dijo en voz baja, rogándole con los ojos que se diera cuenta de que él era simplemente demasiado importante como para arriesgarse a perderlo. —Estoy justo aquí— la atrajo a su abrazo— No voy a ir a ninguna parte —No puedo perderte de nuevo— logró decir. Finalmente, pareció entender a qué se refería ella. Su control sobre ella cambió y ella pensó que tal vez él había visto la sabiduría de permanecer como estaban. —Valeria— su voz era tierna mientras se alejaba, dejando que sus grandes manos permanecieran sobre sus hombros— Tú eres...— Se detuvo, como si buscara las palabras, luego comenzó de nuevo— Lo que tenemos es especial. Sí, somos socios. Y definitivamente somos amigos cercanos. Pero esto— tomó su mano y la colocó en su pecho— Esto es algo más profundo que todo eso— Y sí, sé que los hombres te han lastimado antes. Sé que te han cortejado, amado y te han dejado en el polvo sin mirar atrás. Incluso los hombres de tu familia te han dejado en un momento u otro y sé que estás cansada de que te abandonen y tienes miedo de perder la amistad que tenemos. También sé— le acarició la cara— que no estás tratando de ser fría al rechazar una relación conmigo. Sé que estás tratando de protegernos a los dos y eso me hace querer cuidarte aún más, Vale, ¿Acaso no lo ves? No puedo prometerte una relación sin problemas o complicaciones, realmente no te prometo un 'felices para siempre' porque ambos sabemos que eso no es realista. Pelearemos. Discutiremos como siempre. Te fallaré en algún momento y tú harás lo mismo. Pero te prometo con todo lo que hay en mí que si empezamos esto, no me rendiré. No te usaré ni me iré sin razón. Y si alguna vez llega un día en que nos damos cuenta de que no estamos hechos el uno para el otro— la besó suavemente en los labios— seguiré siendo tu amigo. Por un momento, simplemente se sentaron allí. Mirandose el uno al otro. Sosteniéndose el uno a otro. —Entonces, ¿qué dices? ¿Nos damos una oportunidad?
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