Empezó a limpiar la sala de estar, pensando, mientras recogía y aseaba cada objeto, que todo era algo precioso, porque pronto tendría que deshacerse de ello y nunca lo volvería a ver. Había ya transcurrido cerca de una hora, cuando escuchó el sonido de pisadas de caballo que se acercaban por la vereda, y corrió hacia el vestíbulo. Se trataba de Tony, tal como había supuesto, quien bajó de un salto de un caballo de impresionante aspecto y, mientras lo conducía hacia la caballeriza, le dijo: —No tardaré mucho. ¡Tengo una gran cantidad de cosas que contarte! Minerva contuvo el aliento. Se preguntó que habría sucedido ahora. Esperó hasta que Tony regresó, depositándola éste un beso en la mejilla antes de decir: —Logré conseguir la oportunidad de venir a verte y, ¿qué crees? ¡Todo el gru