CAPÍTULO IV Cuando a Minerva se le ocurrió la idea de cómo podía salvar a Tony y a los niños, había decidido, después de pensarlo un poco, que era ridícula. Y, sin embargo, la idea persistió. No existía ninguna otra forma en que se pudiera evitar el perder la casa, y aquella posibilidad le resultaba aterradora. Pensó que cualquier cosa, por atrevida que fuera, era mejor que quedarse sin hogar y sin un penique. Minerva tenía mucha imaginación. No podía evitar imaginarse a sí misma caminando campo a través, con Lucy de una mano y David de la otra. Dormirían junto a los setos, o en el bosque, y su hambre iría en aumento. «¿Cómo nos puede suceder eso a nosotros?», se preguntó con desolación. Y, sin embargo, si cuanto penique poseían pasaba a las manos del Conde, eso sería lo que iba a