Mascarada.

3695 Words
—Estos son los reportes de la tienda del Saint-Jérome, estos otros los de Mont-Tremblant y por último los de aquí —dijo Emma pasándome tres carpetas de diferente color. Por eso la amaba, por su gran organización—. Todo está resumido en la primera página, pero el desglose también lo tienes. —Gracias, Emma. De verdad no sé qué haría sin ti. —Yo tampoco —bromeó—. Y la lavandería ya trajo tu vestido hace un rato, está en tu oficina listo para ti. —Muchas gracias. Creo que me arreglaré y me iré. El lunes viene Mika para firmar el contrato para la boda que tiene en un mes ¿Puedes tener actualizados los catálogos digitales para mandárselos y que él se los muestra a la novia? Por favor. —Claro, estarán listos. —Gracias de nuevo —me puse de pie y fui a mi oficina en la parte de atrás. Era un lugar un poco pequeño, pero me gustaba mucho, además, el papel tapiz era hermoso y le tenía un especial cariño a esa oficina porque fue la primera que tuve; al inicio no tenía demasiados muebles y estaba sola en la tienda, todo lo hacía yo porque no podía permitirme pagarle a nadie más, pero las cosas habían cambiado desde entonces. El vestido n***o que nunca había usado estaba colgado detrás de la puerta y vaya que me vería bien con él. Lo descolgué y entré al baño para ponérmelo. Esa noche iría al evento de beneficencia de la aerolínea SkyAir, la empresa donde trabajaba Jace; Aria me había convencido de ir y no tenía muchas opciones más, así que dejé de negarme muy pronto. Me puse el vestido y me miré en el espejo, sí, lucía fantástica y estaba consciente de ello. Era un vestido n***o de satín que entallaba como un guante todo lo largo de mi cuerpo, el escote era en uve y con unos delgados tirantes que lo sujetaban a mis hombros. Me maquillé con tonos muy neutrales, recogí mi cabello en un alto peinado y sólo coloqué unos pendientes muy discretos, no creí que fuera necesario llamar más la atención, además, iba a un evento elegante. Una hora después estaba lista para ir a la fiesta, así que tomé mi bolso y la máscara que me había comprado Aria (la cual me hacía lucir mejor de lo que creí) y salí a la calle donde mi auto estaba estacionado. Yo estaba distraída, pero cuando miré por casualidad hacia un lado, vi a dos personas caminar en la dirección en la que yo me encontraba y reconocí a uno de ellos. Mason iba de la mano con una chica y le susurraba algo en el oído, parecían muy cercanos el uno con el otro y me molestó que él ya tuviera una nueva novia cuando justo una semana atrás estaba conmigo. Él no me había visto aún, pero me debatí sólo un segundo sobre si esconderme o saludarlo cínicamente para ver con quién salía. Hice lo segundo. —Hola, Mason —saludé. Les di mi mejor sonrisa cuando ambos no tuvieron otra opción que detenerse y lucí incluso más alta y segura de lo que me sentía—. Cuánto tiempo sin verte. Mason sonrió incómodo y miró de reojo a la chica con la que iba. —Hola, Livvy. Disculpa, tenemos que… —Qué maleducada soy —dije como una tonta; le ofrecí mi mano a la chica—. Soy Livvy. —Carly. Mucho gusto —dijo ella. —En serio tenemos que irnos… —Qué lindo nombre. ¿Eres amiga de Mason? —pregunté, ignorando al imbécil. —Soy su novia —aclaró ella. Tuve que respirar profundamente para tranquilizarme y no gritarle a Mason en medio de la calle. Él intentaba irse con su novia, pero nos les di espacio para hacerlo. —No sabía que tenía una novia ¿Es algo reciente? —Llevamos juntos ocho meses. Cuando Carly dijo que llevaban juntos tanto tiempo sentí que mi corazón se rompía por completo, también me sentí una tonta y eso me hizo enfurecer. —Ocho meses —repetí, esta vez, mirando a Mason. Al menos no tuvo el cinismo de negarlo. Su novia parecía ajena a mí y seguro creía que yo sólo era una loca amiga, pero no podía dejar que ella fuera engañada igual que yo—. Carly, me pareces alguien muy linda, además, ambas somos víctimas aquí. —Livvy… —Tienes que saber algo —continué sin escuchar a Mason—, yo fui novia de esta basura hasta hace una semana. Y llevábamos juntos más de tres años. Siento mucho esto, Carly —le di una bofetada a Mason y abrí la puerta de mi auto—. Llámame si quieres una aliada para planear la venganza. Entré a mi auto y conduje de inmediato. Por el espejo vi a Carly golpear a Mason en medio de la calle y parecía que él intentaba explicarse, pero no alcancé a distinguir nada más. Tampoco me di cuenta cuando empecé a llorar, pero tuve que detenerme varias cuadras más allá para llorar tranquila y gritar en mi auto. Estaba triste, pero también estaba furiosa. Lo único que pude hacer fue golpear el volante del auto y gritar muchas maldiciones hacia Mason. Era un completo idiota y separarme de él era lo mejor que me había pasado, ahora que lo veía de ese modo, me di cuenta de que nunca tuve que llorarle alguien como él. Así que retoqué mi maquillaje y puse en el GPC la dirección para la mascarada, porque ningún Mason valía la pena para que yo sufriera por él. Viviría mi maldita vida y superaría lo que fuera.        --------------- SkyAir era una de las aerolíneas más reconocidas de Canadá, Jace trabajó ahí desde que se graduó en relaciones públicas porque su padre era amigo de Stephen Cavanagh, el dueño y presidente de SkyAir, además, Jace era amigo y compañero de Logan Cavanagh, el hijo de Stephen. La mascarada era en una residencia con un jardín lleno de flores típicas, eran hermosas sin duda, pero no había nada en ellas que me hablara directo al corazón y me hiciera sentir viva; si yo mandara a uno de los jardineros que trabajaban conmigo, seguro luciría mejor ese jardín. Aunque el resto era muy hermoso y bien decorado, había una gran carpa blanca, muchos meseros vestidos de elegantes arlequines y muchas más personas de pie bebiendo entre ellas y luciendo muy importantes. Encontré a Aria fácilmente por dos razones: primero, la conocía por mucho tiempo como para no reconocerla sólo por usar una máscara; dos, era la única embarazada en la fiesta. Estaba platicando con Jace, quien tenía su rubio cabello más tieso que nunca, pero lucía un esmoquin sencillo que lo hacía verse muy bien. Y eran los más lindos porque ambos usaban máscaras a juego. —Hola. — ¡Te ves increíble! —dijo Aria al verme. Ya no me sentía de ese modo, al menos no tanto, desde que vi a Mason, pero sonreí como si me sintiera fabulosa. —Ustedes también se ven muy bien. Tanto fijador te afectará el cerebro, Jace —me burlé. Ambos se rieron. —Y si tú te aprietas más el peinado te vuelves calva —me regresó la broma. —Oye, déjala en paz —me defendió Aria—. Se ve fabulosa. —Ella se burló de mi cabello. —Tú te robaste a mi mejor amiga, nunca estaremos a mano. Mejor explícame cómo funciona esto ¿Subastan chicos? —pregunté en broma. No dudaba que pudieran hacerlo, aunque sería una idea ridícula. Tomé una copa cuando el mesero pasó, pero sólo lo hice para tener algo en mi mano además de la cartera, porque en ese momento no tenía ganas de beber. Había música de cuerdas en vivo y un espectáculo con fuego en el centro de la carpa, también había una mesa donde algunos hombres se inclinaban a escribir sus nombres en unas hojas. —Subastan viajes en su mayoría —dijo Jace—. La gente los subasta para ayudar a la caridad. El dinero irá a una casa hogar de niñas y se pretende apoyarlas todo el año. — ¿Y de quién fue la idea?  —De la señora Cavanagh, siempre ha sido muy generosa y le gusta organizar fiestas de este estilo. — ¿Cualquiera puede subastar? — ¿Quieres hacer una oferta? —preguntó Aria. — ¿Por qué no? —pregunté; me encogí de hombros—. Tengo más dinero del que necesito y nadie depende de mí económicamente, puedo hacerlo. —Puedes subastar, si quieres —me respondió Jace; y señaló la mesa de registro que había visto antes—. Sólo tienes que dar tu nombre, algunos datos y ellos te darán una paleta con un número. —Muy bien, iré a anotarme. Los veo luego. Caminé entre la gente hacia la elegante mesa, noté que gané muchas miradas a mi paso y eso me hizo sentir un poco mejor de lo que me sentía. Quería contarle a Aria lo que descubrí de Mason, pero ella se veía tan feliz que no quise centrar la noche en mis problemas. Me registré para que me dieran un número en la subasta y luego di un paseo por el jardín, un hombre se acercó a platicar conmigo y al inicio no me molestó hasta que vi el anillo en su dedo y que él, obviamente, estaba coqueteando conmigo. Así que fui sola a ver el espectáculo de fuego que un hombre semidesnudo montaba en el centro del jardín, era impresionante, pero no lograba despejar mi mente. Sin pretenderlo me quedé en una esquina viendo mis viejas fotos con Mason y borrándolas de mi teléfono tan pronto aparecían. —Si una chica tan linda mira su teléfono en medio de una fiesta como esta, no habla muy bien de la fiesta —dijo un hombre llegando a mi lado. Guardé el teléfono en la cartera y elevé la mirada en su dirección. Aún con máscara era un hombre apuesto, tenía una fina barba, ojos oscuros y un cabello bien peinado y más corto por los lados, su máscara era simple y negra totalmente, al igual de su traje y su camisa, todo en él era atrayente. —No está tan mal, he ido a peores. —Eso es bastante honesto —dijo. Tenía las manos en las bolsas de sus pantalones y me miraba atentamente—. Así que vas a subastar. Miró un segundo la paleta con mi número y luego regresó su mirada a mí; su voz sonaba seria, como si siempre controlara cualquier situación. No me estaba coqueteando abiertamente, al menos no lo parecía, pero como que yo quería que lo hiciera. —Si lo que ofrecen es bueno, podría apostar —dije con voz suave. —Creo que podría saber qué es lo que van a subastar ¿Quieres saber? —él ya había entrado al juego. —Quizá. Me di media vuelta y no volteé a ver si me miraba, sólo lo di por hecho. No sé qué estaba ocurriendo conmigo, creo que me sentía muy despreciada en ese momento y quería sentir que tenía el control sobre mi vida, sobre alguien y que pasará lo que pasara a mí no me importaría. El chico de la máscara sí me siguió hasta los jardines, lentamente y un metro por detrás mío. Lo esperé pacientemente en la semioscuridad hasta que no dejó espacio entre nosotros. Su colonia era igual de atrayente que él. —Me sorprendes… —No, déjate la máscara —dije cuando él quería quitársela. Sería mejor que no lo conociera en absoluto—. Es… sexy. Él sonrió discretamente. La música de la fiesta era algo lejana, nadie en ese jardín podría vernos porque un gran arbusto con forma de pato (creo) nos cubría de las miradas. — ¿Crees que el jardín sea un buen lugar para nosotros? —No es un buen lugar para nadie, deberían cambiar a su jardinero los dueños de la casa —solté—. Pero creo que para nosotros… está bastante bien. Se inclinó sobre mí y me besó lentamente, y fue mucho mejor que si lo hubiera hecho con urgencia. Se tomaba su tiempo para todo y sus grandes manos pasaban por mi espalda y mi cintura con firmeza, pero sin parecer demasiado vulgar. De pronto todo se volvió más urgente, había algo en sus movimientos y en su actuar que era sexy, seductor, atractivo y elegante. Ya no dejé espacio entre nosotros y me acerqué más, deseando que hubiera algo donde recargarme para poder hacer algo diferente. —Esto me recuerda a cuando tenía quince años —susurró contra mi boca—. Sígueme. Me tomó de la mano y me llevó por el jardín sin seguir el camino marcado, se cruzó entre los setos y las flores, cuando me tropecé con el vestido me levantó en sus brazos y siguió caminando. Llegamos hasta una puerta que daba a la casa principal y entramos a una especie de biblioteca privada. —No deberíamos estar aquí —dije. Aunque entrar a un lugar prohibido tenía algo de excitante. —Nadie entrará aquí, estamos seguros. Además ¿Dónde está ese misterio y audacia tuya? —retó. Claro que sí, yo no iba a quedarme en casa siendo una patética chica. Así que lo besé con locura y dejé que él me besara todo el largo de mi cuello hasta mis pechos. Se quitó el saco y yo le quité el moño para luego desabrochar su camisa. Como que odié en ese momento usar un vestido tan pegado, sobre todo cuando me cargó y me dejó en el escritorio y no pude tener plena libertad en mis movimientos. El chico de la máscara se inclinó a mis pies y comenzó a subir mi vestido lentamente, besando mis piernas y dejando su lengua en los lugares justos el tiempo suficiente para desear que llegara mucho más arriba. — ¿Será una locura si me quito el vestido? —pregunté entre un jadeo, con urgencia y deseo creciendo en mí. —Sería una locura si yo no te lo quito —se puso de pie de nuevo y luego me ayudó a pararme frente a él. Me volvió a besar y después me di la vuelta para darle la espalda. Su teléfono sonó en su bolsillo, arruinando un poco el momento—. Odio a la gente imprudente. Empezó a bajar el cierre de mi vestido, pero su teléfono siguió sonando. —No tienes esposa ¿cierto? —me alarmé—. Porque no tienes anillo de casado. Él se rió en serio. —No tengo esposa, lo juro —su teléfono seguía sonando—. Lo siento, tengo que… —el celular dejó de sonar, pero leyó algo en la pantalla y cerró los ojos con frustración—. Tengo que irme. Y tú también. Subió mi cierre de nuevo y respiré, decidida a no sentirme humillada ni desplazada. —Dime ¿Me veo extraña o estoy desarreglada? —le pregunté. —No —me dio un beso en la comisura de la boca y me acomodó la máscara para que estuviera derecha—. Podemos continuar esto en un rato. —No lo sé —respondí. Me acerqué a la puerta por donde entramos y me quedé en el umbral—. No olvides abotonar tu camisa y ponerte el moño. Y... quizá sea mejor que me olvides porque esto es vergonzoso, normalmente no hago esto. —Soy afortunado. Le sostuve la mirada por unos segundos y luego me fui de ahí con mi cara ardiendo de vergüenza. Lo mismo me había pasado la noche anterior con Hunter, con él pasó lo que tenía que pasar, salí de su auto y fingí que no ocurrió nada, sobre todo con mi hermana. Ahora sería la misma historia sólo que con Aria. Regresé a la fiesta y ya todos se estaban congregando al frente de un pequeño escenario donde preparaban una pantalla que proyectaba el logo de SkyAir. Encontré a Aria en una orilla junto a Jace, ambos parecían buscar a alguien y supuse que era a mí; fui con ambos y sonreí con inocencia. — ¿Dónde estabas? —preguntó Aria—. Te estuvimos buscando. —Fui a ver el jardín, ya sabes que no puedo resistirme. Aria me observó detenidamente y entrecerró la mirada, tuve que desviar la mía porque no pude soportarlo. — ¿Qué te sucede? ¿Qué me escondes? — ¿Por qué siempre se dan cuenta cuando oculto algo? —me quejé. —Eres como el agua clara —dijo Jace, como si pensara en una ecuación. — ¡Y no puedes ocultarme cosas a mí! —agregó Aria. Tenía razón. —Ah… —había mucho con lo que ponernos al corriente, pero no era el lugar— el lunes ve a la tienda, tengo mucho que contarte. —Me encantaría meterme en su plática privada —dijo Jace—, pero la subasta va a empezar. ¿Dónde está tu paleta, Livvy? Creí que te habías anotado. Mierda. Había dejado caer mi cartera y mi número de subasta en alguna parte. Hice memoria y, según yo, en el jardín aún la tenía, entonces debí dejarla en la biblioteca. Estaba pensando en regresar a la biblioteca cuando el presentador encendió el micrófono y les dio la bienvenida a todos. —Bienvenidos todos a la primera subasta de Halloween por parte de SkyAir, el dinero recaudado será para el mantenimiento anual a la casa hogar “San Jones”. Les quiero recordar que todos los vuelos y propiedades son donaciones de Stephen Cavanagh, Violeta Cavanagh y Logan Cavanagh, un aplauso, por favor. La luz del reflector iluminó a un hombre de mayor edad, con el cabello igual de gris que su máscara, junto a una mujer muy elegante de un vestido rojo, y al lado de ellos estaba el chico de la máscara. Los tres sonrieron y aceptaron los aplausos, luego el presentador siguió con su monólogo, pero no lo escuché. — ¿Él es Logan? —pregunté, asustada. —Sí, ya lo conoces —me recordó Aria. Sí, claro que lo conocía, pero no sabía que debajo de esa máscara estaba el mejor amigo de Jace. Si me hubiera dado cuenta nunca lo hubiera incitado a seguirme por el jardín. —… comenzamos la subasta con un vuelo privado en helicóptero durante dos horas sobre Montreal para dos personas. Piénselo, puede ser una salida romántica. La subasta se abre con dos mil dólares. —Aria, creo que no puedo esperar a contarte hasta el lunes —le dije con urgencia. — ¿Todo bien? —se preocupó. Alguien tocó mi hombro con delicadeza y no quería voltear porque algo de mí sabía quién era. Y no me equivoqué. — ¿Interrumpo? —preguntó Logan—. Te traje algo, creí que lo necesitarías. Me entregó la cartera y la paleta y sonrió con descaro. — ¿Por qué Logan tenía tus cosas? —preguntaron Aria y Jace a la vez. Logan sonrió y esperó a que yo contestara. —Es que… me perdí y… no. No. Es que quería ir al baño, pero antes me encontré a Logan, porque evidentemente lo reconocí, y le encargué mis cosas. ¡Cinco mil dólares! —grité por algo que no sabía qué era. — ¡Cinco mil dólares a la una… cinco mil dólares a las dos… cinco mil dólares a las tres! ¡Vendida! Dos noches en una cabaña a las afueras de Ottawa al número diecisiete. Felicidades. El presentador continuó con la siguiente oferta en la subasta y yo me perdí sus palabras completamente porque Aria me miraba como si no me conociera y, además, no soportaba la mirada llena de burla de Logan. — ¿Tú para qué quieres dos noches en una cabaña en Ottawa? —preguntó Aria. —Iré por un trago. Me fui de ahí antes de que siguieran con sus incómodas preguntas, pero sentí a Logan detrás de mí, muy cerca, peligrosamente cerca. Me quite la máscara y Logan hizo lo mismo, su rostro era aún más bello al verlo completo, metió las manos en sus bolsillos y me miró con suficiencia. —Sabías quién era yo —le reclamé. —Te vi platicar con Aria y con Jace y te recordé del día de su boda, fuiste su dama de honor. En realidad, me duele que no me reconocieras, yo fui el padrino de Jace. —Si te recuerdo, sólo.… tenías una máscara y estaba oscuro. —Tú no me dejaste quitarme la máscara —me recordó—. No es mi culpa que tengas fetiches extraños. Abrí la boca, indignada y también avergonzada. —Oye… —precisamente para evitarme esta incómoda situación no quería besarme con ningún conocido— yo no… hago esto normalmente. No me beso con desconocidos o con los que creo que son desconocidos. —Deberías hacerlo, es divertido. —No quiero que esto… se vuelva raro para nosotros o para Jace y Aria. Sólo hay que olvidarlo, por favor. —Te propongo algo… ve a reclamar tu cabaña y vayámonos de aquí —Logan tenía una expresión muy seria, no parecía reír demasiado seguido, pero al menos sus ojos se veían más sensibles, divertidos—. Vamos a mi casa, terminemos lo que empezamos y después lo olvidamos. — ¿Esta no es tu casa? —Es la de mis padres. No vivo aquí. Quería decir que no, porque no quería que las cosas se complicaran, pero el momento con Logan había sido muy bueno y si eso había sido así en tan poco tiempo, no me imaginaba cómo sería pasar una noche con él. Quizá podría hacerlo, quizá no debería preocuparme tanto por las consecuencias, sino disfrutar el momento.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD