•Clase de hija.

2011 Words
—¡La madre que me parió! ¡Mocosa, llevas menos de una semana en Los Ángeles y ya me traes a la casa tres adolescentes, dos casi muertos y uno con cara de delincuente! La vena de mi padre casi explota cuando me vio llegar a casa, con Fred y Peter sangrando. Yo sostenía con todas mis pocas fuerzas a Fred y Noah a Peter que aún le cuesta mantenerse despierto. —Luego me castigas si quieres, ayúdame a curar sus heridas —le suplico. —¿Que me viste, cara de enfermera sexy? —me regaña—Tú trajiste a los Mike Tyson's, tú curalos. —¡Papá! —¡No pienso tocar a un adolescente parecido Carrie de la cantidad de sangre que tiene en la cara! Es mi última palabra. Ofreceles hielo, algún calmante y un taxi que los saque de esta casa en menos de quince minutos. Noah lanza el cuerpo de Peter, al parecer sus brazos ya no daban más de dolor. Por desgracia aterriza sobre mi padre, que ,en un rápido reflejo, lo toma en sus brazos para evitar que caiga al suelo. —Hola señor Alai —sonrie Pit medio muerto. —¡Quítate, quítate, quítate! Mi padre suelta rápidamente el pequeño, débil y golpeado cuerpo que dió un giro bastante extraño y cayó boca arriba en brazos de mi hermana que venía bajando las escaleras. Brit tambalea un poco al recibirlo, mira a aquel chico machacado con cara de confusión. —Fred, amigo ¿Tú también ves al ángel que me está sosteniendo? —Peter se queda embobado mirando a Britney que no logra entender nada del asunto. —Resulta que ese "ángel" es mi hija, coágulo de sangre con patas. —¡Papá basta! Ve en busca del botiquín de primeros auxilios. Ayudo a mi hermana a ubicar el cuerpo de Peter en el sofá y detrás de nosotras viene Noah cargando a Fred. Se lo pase en cuanto soltó al otro escuencle, a decir verdad yo tampoco estaba soportando el peso de Frederic sobre mi cuerpo. Soy mucho más chica de estatura y mi cuerpo es mucho más pequeño y flaco que el de Peter, se me estaba rompiendo la cintura. —Está muy...machucado —Brit hace una mueca. —Tu porque no has visto cómo quedaron los otros —Pit sube y baja sus cejas. Suelto un suspiro y acomodo las piernas de Fred encima de la pequeña mesa ratona. Con cuidado subo su camisa y logro ver, a parte de su exelente estado físico, que pequeños hematomas se estaban formando en sus costillas izquierdas. —Ve a la cocina por hielo, eso le dolerá mañana —le ordeno a Noah y el asiente—, por la puerta de allí llegas a la cocina. El castaño se levanta y va hacia donde le indiqué. Mi padre aparece una vez más con el botiquín de primeros auxilios y una servilleta cubriendo su nariz y su boca. Le da impresión la sangre. —Termina de reparar a estos chicos y ven a mi oficina, tenemos que hablar. —De acuerdo —frunzo mi labio. Me espera el castigo de mi vida. Tomo de la pequeña caja unas gazas, desinfectante para heridas y unas banditas para cubrir un poco los cortes que Fred tiene en la cara. —Esto va a arder un poco. Si lloriqueas termino de romper tu nariz ¿Okay? —Si señora —abre los ojos, inhala todo el oxígeno posible y cierra la boca intentando contener su respiración. Ni bien comienzo a curarlo sus ojos se cristalizan, sus brazos bien trabajados, fuertes y grandes atacan directo a mis fragiles, débiles y pequeños brazos de gelatina. Puedo sentir el enojo que carga este chico y lo mucho que está sufriendo con este desinfectante para heridas. —¡Mierda! —grita adolorido y retorciéndose. —¡Fred quedate quieto, maldicion. Ya deja de llorar! —¡Arde como mi madre cuando le dije que no pasaba la clase de química! —Sino dejas tu trasero quieto te voy a atar al sofá ¿Oíste? —aprieto un poco más la gaza contra los cortes de su rostro. Fred lanza su cabeza hacia atrás, los siguientes veinte minutos fueron una tortura china para él y Peter, que intentaba inútilmente no llorar por el ardor, pero al final terminó gritando e intentando escapar de mi hermana y el desinfectante. —Ya está, par de llorones —guardo el botiquín de primeros auxilios debajo de la mesa y los ayudo a ponerse en pie—. Tomen una de estas cada ocho horas, son analgésicos y antiflamatorios, mañana les dolerá hasta el culo. Noah suelta una risa y retira el hielo que estaba sosteniendo sobre las costillas de Fred. —¿Cómo sabes tanto de curaciones y medicamentos? —pregunta Peter ya más tranquilo. —Larga historia —esquivo su pregunta. Obviamente se mucho sobre el tema porque desde que tengo doce años curó mis propias heridas. Cada vez que me molían a golpes, me accidentaba o simplemente hacia cosas que no debía, tenía que curarme para que la herida no se infecte y sea mucho peor. Por suerte ya no he tenido tantos problemas respecto a las peleas, los golpes y llegar a casa pareciendo un boxeador recién salido de quince round's seguidos. Britney me hace una seña de que irá a la cocina, yo por mi parte, acompaño a los chicos hasta la puerta de casa. Ya deben irse y a mí me espera la chancla mortal de mi padre. Quisiera pedirles que se queden a vivir aquí. —Pequeña boxeadora rubia, muchas gracias. Dirijo mi vista hacia Noah. —¿Gracias por qué? —Por todo, por ser una más de nosotros esta noche y también por curar a estos dos —me sonríe y posa su mano en mi hombro—. Te vemos mañana en la escuela. Y dile a tu padre que disculpe las molestias, no queríamos invadir su casa. Asiento sin decir nada, espero al menos no morir esta noche. —Gracias, Dalleris —Fred y yo chocamos puños—, espero que tu consciencia no te deje dormir está noche. —Ya vete, tu cara me molesta —le doy un pequeño empujón y sonríe—, quizá mañana los vea en la escuela. Los chicos se despiden una última vez de mi, me pasan su número de teléfono y cierro la puerta una vez que los veo desaparecer por la vereda de casa. Fue una noche agitada, mis nudillos aún duelen, mi padre espera para matarme y darme, el posiblemente, peor castigo de mi vida, tengo hambre, sueño y en estos momentos solo quiero salir corriendo de aquí. [***] —¡Hicimos un trato, Alai Catherine Dalleris! ¿A tí te parece correcto que no lleves más de una semana aquí y ya te estés rodeando de delincuentes? —¡Son buenos chicos, papá! Lo que sucedió hoy...no se bien que mierda sucedió a decir verdad, pero ya está! Solo quise ayudarlos. —¡Madura de una maldita vez, ya no tienes trece años! ¿Logras entenderlo o tampoco te importa? Frunzo mis hombros en señal de que no me interesa lo que él me esté diciendo. Es mi padre, si, pero yo sé que está vez no fui la que se buscó el problema. Solo pasó y ya. —Si, se nota que te importa un carajo todo. Se me están agotando las opciones y la paciencia contigo no me funciona, niña. ¿Qué diablos haré contigo? —suspira ya cansado masajeando sus sienes—. Vete, mañana tienes clases y yo debo tomar un vuelo en unas horas. —¿Cómo que un vuelo? Levanto mi vista buscando alguna señal de broma en su rostro. Lamentablemente no, él está hablando enserio. Muy enserio. —Ya sabes cómo es esto, no hagas un drama por favor. Me duele la cabeza. —Si, claro que lo sé. Si te importa una mierda irte, te importa una mierda dejarnos solas aquí y te importa una gran mierda lo que me pase a mi —mi voz se eleva mientras me pongo de pie y me acerco a su rostro desde el otro lado del escritorio. —¿Que me importa una mierda? ¡Eres tú la que llega a casa con las manos destrozadas! ¿A ti te importó siquiera un momento tu familia? —golpea la mesa—. Vas por la vida moliendote a golpes, buscando problemas y sacándome canas verdes. Alai, ¿Qué quieres?¿Qué es lo que estás buscando? ¿Morirte? Pateo la silla lanzadola casi al otro lado de su oficina, no tiene ni una puta idea de lo que está diciendo. —¡Bien, quizá si muero puedes empezar a valorarme como persona y como hija! Pero ¿Sabés qué? No te quiero llorando a los pies de mi ataúd, fingiendo que estás arrepentido por no haber echo las cosas bien. —¿De qué hablas? —De que eres un asco como padre y como esposo también —me giro para salir de aquí, me falta un poco el aire y siento que mis latidos están cada vez más acelerados—. Si mamá estuviera aquí... —Si tu madre estuviera aquí serías una mujer responsable, una chica buena, no esté desastre que te has convertido. Estoy seguro de que tu madre esperaba más de ti, pero contigo no se puede esperar absolutamente nada. Acabo de sentir como mi corazón se parte en veinte mil pedazos, justo en frente de mi padre. Contengo mis lágrimas, aprieto mis puños manteniendo la ira dentro de mi. Con fuerza arranco la medalla que me regaló ésta tarde, la lanzo a su escritorio y le digo unas últimas palabras antes de marcharme. —Eres un hijo de puta, hasta tus hijas lo sabemos. Pero tranquilo, tal palo tal astilla, puedes meterte esa porquería donde más lo disfrutes. Cierro la puerta sin quitar mis ojos de los suyos. Brit, sentada en la escalera me observa triste, con sus ojos cristalizados. Paso junto a ella como alma que persigue el diablo, escucho sus tacones correr detrás de mí y me apresuro a abrir la puerta de mi habitación. —Alai, no te encierres —me pide detrás de la puerta. —Vete. —pongo llave a la puerta y apago la luz. Enciendo el estéreo a todo lo que el volumen me permite, dejo correr mi playlist mientras me quito todo quedando en ropa interior. De mi mesa de luz saco un paquete de cigarrillos. Escuchando Praying To The Sky de Lil Peep lo enciendo, en la oscuridad de mi habitación mientras lloro doy la primer calada que llena de humo y nicotina mi boca, de a poco mi cuerpo se destenciona de a poco. Afuera Britney golpea la puerta, me importa un carajo, le dije que se vaya. Sabía que me metería en problemas, sabía que traer a los chicos no era la mejor idea que se me pudo ocurrir, pero solo quise ayudarlos. Peter es muy buena onda conmigo, Noah me agrada y Fred...puedo aprender a convivir con él. En el momento que pasó la pelea mi instinto me indicó que debía defenderlos, ellos son los únicos hasta ahora que me hicieron un lugar en sus charlas. De todas formas, probablemente me gane un castigo por lo de hoy, pero de nuevo me importa una mierda. Mi padre es un hijo de puta, cree puede hablarme así y juzgarme, señalarme como mala hija, una sin límites pero ¿Que carajo espera? Maldita sea cada que puede nos deja solas a Britney y a mi, trata de remendar su poca paternidad y nulo pasatiempo con nosotras regalándonos porquerías caras. Yo seré un desastre de hija pero el tampoco se lleva el premio al mejor padre del año. Maldito hipócrita, jamás me prestó atención, jamás me puso un limite y ahora solo se queja. ¡Vete a la mierda Mateo Dalleris!
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