•Alai y pelea callejera

2323 Words
Pasaron unas cuantas horas desde que colgué mi llamada con Parker y él puso el plan en marcha. Nadie va a lastimar a mi hermana y salir ileso, ya lo he dicho. Ni bien Britney subió a su habitación, minutos después, la oí gritandole a alguien así que supongo que estaba en una llamada, una muy complicada llamada. Papá aún no aparece y eso que dijo "Iré al correo a buscar la carta de trabajo", mierda, si que está lejos ese maldito correo. Mientras espero noticias de mi mejor amigo busco mi mochila para terminar una pequeña tarea de investigación que nos dejó la profesora de educación s****l. Para concentrarme un poco más pongo música de fondo, Welcome To My Life de Simple plan suena desde el pequeño parlante de mi teléfono. Voy escribiendo cada punto que me parece importante o interesante y de vez en cuando tengo que borrar, me distraigo y escribo la letra de la canción en vez de la información para el trabajo. —Niñas, ya estoy en casa —la puerta principal se abre y papá entra. Al verme sentada en el sofá, haciendo tareas, su cara se transforma en una enorme mueca de confusión. —¿Qué? —¿Estás...uhm, haciendo deberes de la escuela? —pregunta dudoso. —No, estoy buscando un tesoro y estos son los mapas. Me lanza una pequeña bolsa y me dice que la abra mientras corre al baño de prisa, quito el ridículo listón color celeste y meto mi mano en su interior para sacar lo que sea que esté adentro. Una pequeña cajita azul descansa sobre la palma de mi mano, la abro con cuidado de no romperla—como todo lo que toco—y rápidamente una sonrisa escapa de mis labios. Es una pequeña medalla con la inicial de mi nombre. Guardo el regalo una vez más y de paso también mis cuadernos, ya hice demasiada tarea. Subo las escaleras y voy directo a mi habitación, saldré a dar una vuelta. Tomo un morral hippie que me regaló mi tía hace unos años, en el cargo una linterna por si las dudas, mi teléfono, llaves, billetera. —¡Mateo, voy a dar una vuelta! No me esperen para cenar. —¿A dónde demonios vas? —sale del baño más relajado y me observa confundido. —A conocer este vecindario, llevo todo lo necesario —me acerco a él y deposito un beso en su mejilla—, por cierto, gracias por la medalla. —Alai, ten cuidado por favor, no quiero ir a sacarte de algún calabozo —me mira severamente—. Te quiero en casa a las once más tardar. —Si señora, llevo mi teléfono, si pasa algo te llamaré. —Prometelo. —¡Que si! [***] Estoy a unas calles cerca de la escuela, caminé durante varias horas y al no encontrar nada interesante decidí cambiar mi rumbo. Parker aún no llama, aparentemente se le está complicando realizar el favor que le pedí, pero tampoco me preocupa, sé que él podrá hacerlo. Voy sobre mi skate de vuelta a casa, ya no creo que encuentre algo interesante y comienza a hacer frío. Debí traerme una campera. Me percato de que están gritando mi nombre, o al menos eso parece, así que me quito los audífonos y dirijo mi vista hacia el jardín delantero de una casa. —¡Hey! ¿Que haces por aquí? Rápidamente reconozco a Peter, está sentado en el césped junto a dos chicos más que, obviamente, reconozco al instante. Son los dos estúpidos del centro comercial. —¿Me llamaste? —finjo no haber escuchado lo que dijo. —Si, ven. Te presento a mis amigos, bueno, hermanos más que amigos —sonríe y se acerca a mi para llevarme a su césped—. Ellos son Noah y Fred. Noah es el que se interpuso en mi camino y no quería cederme el paso, lo miro unos segundos y estrecho su mano. Por otra parte, Fred, es el gusano de gusanos, el señor gusano si así quieren llamarlo, este es el estúpido que me tiró al suelo y a quien insulté en la cafetería de la escuela. —Noah, Frederic ella es Alai —me señala con una simpática sonrisa. ¿A caso vive sonriendo? Ugh, me fastidia. —Con qué...Alai —el tal Noah me mira fijamente. Se supone que no debería saber mi nombre pero Peter arruinó mi plan de ser una chica misteriosa. Me siento junto a los tres chicos en el cesped, no tardaron mucho en interrogarme. Que de donde vengo, porque estoy aquí, que si soy o no soy rubia natural, si me parecen apuestos los tres. Ninguna pregunta interesante a decir verdad. Están tomando refrescos en lata, yo comparto el de ananá con Fred que aparentemente si es una persona despreciable hasta que la conoces. —Voy por unas latas más, Fred ven conmigo —ambos se ponen de pie caminando hacia la calle, supongo que irán a comprar más refresco. —¿Tienes frío? Mi vista viaja hasta Noah, su mirada se mantiene fija, observadora, casi que juzgando quizá. Me pone nerviosa el simple hecho de que un chico me hable, imagínense como me pone que el mismo chico que me habla se me quede mirando fijo a los ojos. —Si, un poco. Debí traerme abrigo —corro mi vista de su cara. —Si quieres puedo abrazarte —un calor sube por mi estómago y lo miro extrañada. —Mejor dame tu campera. Hace una mueca de decepción y suelta un suspiro, minutos después se quita la campera quedando en remera—en una fina y muy veraniega remera—me lanza su abrigo y se abraza a si mismo. —¿Tienes frío? —Si, un poco. —Si quieres puedo abrazarte —repito sus mismas palabras. El rostro del castaño se va tiñendo de a poco a un color rosado, literal. Rio ante su reacción. —O mejor me devuelves la campera. Ambos reímos, hay una cierta tensión con este chico, pero no de la mala. ¿Me explico? Su cercanía me pone inquieta, como si no supiera hablarle, algo así como "Mejor me quedo callada antes de decir algo y cagarla". Pasar vergüenza es uno de mis fuertes, hablar sin pensar y soltar lo primero que se me cruza en la mente varias veces me han puesto en situaciones difíciles, embarazosas o simplemente ridículas. Hacer el ridículo es algo que se me da muy bien. —¿Te caigo mal? —pregunta rompiendo con el silencio incómodo. —No, bueno si, en realidad no sé. Me doy una paliza mental por ser tan estúpida y no saber interactuar como cualquier persona lo haría. Apesto hasta para socializar. —Estoy confundido —se ríe. —No te conozco, sólo sé tu nombre y que quisiste impedir mi paso en el centro comercial. No puedo responder a tu pregunta. —Si puedes, aunque supongo que si te agrado. Tu nerviosismo te delata —sonríe sin dejar de mirarme—, soy un buen chico, eso puedes tenerlo claro. Y bastante apuesto a decir verdad. —¿No tienes, no sé, humildad? —pregunto, él niega con su cabeza. Noah ríe y al hacerlo sus ojos se achinan, ya está demasiado oscuro y debo volver antes de que mi padre salga a buscarme con la policía. —¿Te gusta la música? —Crecí en una cuna de música —le platico dando el último sorbo de la bebida—. Mi padre solía escuchar bandas de rock de los noventa, sesenta, ochenta, quizá de los setenta también. En mi antigua casa siempre había música. —¿Y que pasó? —Se podría decir que "la adultez" —me encojo de hombros. —¿Sabes tocar algún instrumento? —Guitarra eléctrica, bajo, batería y piano también —enumero con mis dedos aquellos instrumentos musicales que mi padre y mintia Alecia me enseñaron a tocar. —Por Dios —se queda mirando mis ojos, como si estuviese buscando alguna señal de broma en ellos. —¿También te gusta la música? —pregunto. —Me gusta componer, pero a diferencia de ti, solo sé tocar la guitarra acústica —suelta un pequeño suspiro de frustración—. Es poco pero es un trabajo humilde. Ambos reímos, entre charla y charla perdí la noción del tiempo, tampoco me importaba. Mi teléfono había sonado unas cinco veces, esas cinco veces lo ignoré, la estaba pasando bien con Noah, es un bastardo pero uno buena onda. Ustedes entienden. Me comentó que este año es el mariscal de campo del equipo de West High, va en busca de su beca deportista, es la puerta a su futuro en Columbus. Este año la temporada será intensa, según él, porque al ser su último año en la secundaria y mariscal de campo por primera vez planea dejar la vara alta para futuras generaciones. Algo así como inmortalizar su esfuerzo en los Lobos de WH. Para ser sincera, yo no entiendo un carajo de deportes, en Lit College jamás asisti a ningún partido, nunca pertenecí a ningún equipo ni tampoco pisaba el campo de entrenamiento. No tenía amigos que me inviten a ver sus partidos porque ninguno de mis amigos podía correr más de una cuadra sin sufrir un ataque de neumonia. En lo que vamos charlando y el tiemoo pasa, noto que Peter y el otro chico jamás regresaron, se fueron como hace una hora más o menos. —Como que tus amigos jamás regresaron —frunzo mi ceño. —Diablos, es verdad —Noah parece tener una regresión al mundo real y saca su teléfono preocupado. Marca unas tres veces a Peter y nada, otras cuatro a Fred y tampoco nada. Ninguno de los dos responde, rápidamente su rostro se llena de preocupación y se pone de pie ofreciendo su mano para ayudarme a parar. La acepto y en el tirón nuestros pechos se chocan. Ese golpe hizo doler mis senos. —La charla estuvo muy bien —se aleja soltando mi mano—, y creeme quisiera seguirla, pero los chicos nos responden y estoy preocupado, tengo que ir a buscarlos. —Entiendo. —No te dejaré ir sola ¿Vives muy lejos de aquí? —sigue marcando sin tener resultados. —A unas calles, igual no te preocupes puedo ir sola. Tú busca a los otros —sonrío. —Alai, voy a llevarte y luego los busco. No es problema para mí. Asiento sin decir nada, contradecirlo y entrar en una discusión innecesaria no es lo que necesitamos. El castaño se ve preocupado pero trata de disimularlo, no sé que tan malo sea perder a sus amigos en su propio vecindario, pero espero que no sea nada riesgoso. —Vamos —me sonríe un poco. Salimos del jardín de Peter derecho a la calle, hicimos unas cuántas cuadras cuando a lo lejos notamos una pelea. Eran al menos unos cinco tipos golpeándose entre sí, al instante uno cae el suelo y se queda adolorido, retorciéndose allí, escupe sangre y vuelve a ponerse de pie. Es Peter. —¡Quédate aquí! —me ordena Noah corriendo directo a ayudarlos. ¿Que me quede donde? Ni bien entra en la pelea yo corro a ayudarlos, ya seríamos cuatro contra tres. Noah intenta golpear a uno de los otros chicos y ágilmente le esquivan el puño, de atrás salto yo con una patada que impacta sobre la espalda del idiota que casi golpea a Noah. Él se me queda mirando confundido. —Gracias —suelta sin creer lo que acabo de hacer. —No es nada. Me doy vuelta y veo a otro moliendo a golpes la cara de Fred, rápidamente lo tomo del cuello, lo alejo del castaño golpeado y comienzo a repartir puños en su rostro. Creo que escuché su nariz romperse. Una vez que queda tirado en el suelo pateó sus costillas dos veces y levanto mi vista para ver en qué más puedo ayudar. Noah noqueó a uno y el que quedaba salió corriendo antes de que pueda romper su boca a puños. Rápidamente me giro y veo a Peter intentando levantarse ridículamente del suelo. —Despacio, despacio —jadea. —Vamos, fueron unos puñetazos —lo cargo a mi hombro riendo—, puedes superarlo. —¿Que mierda acaba de pasar? —habla Fred colgando del hombro de Noah. —¿De qué hablas? —pregunto. —¿Dónde aprendiste a golpear así? ¡Estas loca para meterte en una pelea callejera de hombres! Ruedo mis ojos e ignoro su comentario. Hay muchas cosas que estos chicos no saben de mi. —Tu cállate y camina, mi padre me debe estar esperando en casa. Quizá llevar a estos tres chicos a casa, dos de ellos golpeados y con bastantes manchas de sangre en su rostro no sea la mejor idea que puedo tener. ¿Pero que puedo hacer? Peter cojea y parece estar perdiendo la consciencia, Fred apenas puede caminar. Además estamos más cerca de mi casa que de la de Peter, seria lógico llevarlo al lugar más cercano donde pueda curarlo y corroborar que todo esté bien con ellos. —¿Segura de que quieres ir a tu casa con...estos dos? —Noah pregunta ansioso. —Si, es preferible llevarlos a mi casa, está más cerca. —¿A tu padre no le molesta? —Le estoy rogando al cielo que no lo tome tan a pecho. Dios, me huele a que estaré en problemas ni bien llame al timbre de casa. —¿Cómo terminaron en una pelea? ¡Fueron a buscar sodas! —Noah carga a Peter sobre su hombro. —No quieres saberlo, solo llevenme a un lugar donde pueda sentarme y el trasero no me duela —se queja Fred colgando de mi costado izquierdo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD